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Obituario

Entre el andar y el ir

  • Edil del Ayuntamiento de Sevilla por Izquierda Unida entre 1988 y 1995, Rosa Bendala evoca sus años de militancia compartida con Juan Bosco Díaz-Urmeneta en el PCE

Juan Bosco Díaz-Urmeneta, en la presentación del cartel taurino de la Maestranza en 2012, obra de Manuel Valdés.

Juan Bosco Díaz-Urmeneta, en la presentación del cartel taurino de la Maestranza en 2012, obra de Manuel Valdés. / José Ángel García

Por la mañana, se sabía que había llegado por su forma de subir las escaleras. Estábamos en Teodosio 60, sede del PCE, donde yo trabajaba desde noviembre de 1978, porque Bosco me lo había propuesto y a mí me pareció muy interesante. Lo conocía de antes, era el marido de una amiga querida. Él venía del mundo sindical, donde había realizado un trabajo inmenso en la Secretaría de Comunicaciones. Yo ya estaba en el PCE, con los profesionales, a donde llegué de la mano de amigos de la universidad.

El día a día era un camino inexistente. Nunca como entonces estuvimos haciendo camino al andar. Empezaba siendo una vereíta verde, para terminar en un sendero, una carretera provincial, una autovía... Había que recorrerlo cada día, cortar las malas hierbas, consolidar las cunetas, darle peralte a las curvas, ensancharlo para permitir el paso de más gente, de más instrumentos y de mejores argumentos. Los caminos eran irregulares, y Bosco se ponía a sí mismo en la encrucijada entre lo más drástico, lo más rápido, lo más seguro, lo más prudente. Con él había una cosa clara: el camino elegido sería el más coherente. Esa es la diferencia entre el andar y el ir. Bosco iba a donde debía. Andaba facilitando el camino a los demás.

La amistad llegó cuando empezamos a fiarnos el uno del otro. Él se aseguró de que yo no hiciera barbaridades, por esta creencia genética mía de que las cosas tienen que ser como deben ser, y yo confié en la lucha por la libertad y la igualdad, y no por los intereses cruzados de grupos que convivían (a veces bien, otras mal) en el interior de nuestro partido. Luego llegó su momento de cambiar de terrenos, como un torero. Pocas personas habrán recorrido territorios tan variados: desde la élite jesuítica al andamio de los curas obreros, a la lucha sindical y política, al trabajo a pie de Ayuntamiento, a la Universidad, a la Estética que alcanza la categoría de modo de vida. Poco a poco fue concentrando su mirada, cada vez más precisa, cada vez más profunda, en aquellas cosas que había puesto en los lugares preferentes de su vida.

No todas las vidas son iguales, tampoco las muertes lo son. Aquí te despedimos, en el final de tu hermoso camino de belleza y de luz.

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