Generación a la intemperie

Los años decisivos | Crítica

La primera novela de José Mateos contiene un conmovedor relato sobre las ilusiones perdidas y una afilada denuncia de las servidumbres y trampantojos de la sociedad contemporánea

José Mateos (Jerez, 1963).
José Mateos (Jerez, 1963). / José del Río Mons

La ficha

Los años decisivos. José Mateos. Pre-Textos. Valencia, 2025. 228 páginas. 20 euros

Clara, emocionante y antirretórica, pese a ofrecer un discurso a ratos ensayístico, la primera novela de José Mateos no puede cumplir más brillantemente su debut en el género. Con ideas que remiten a otras obras suyas, el poeta jerezano ha construido un espléndido retrato generacional que no parte de la nostalgia pero tampoco impugna las motivaciones de aquellos jóvenes que quisieron cambiar el mundo, sí las ideologías salvíficas que abrazaron entonces y en general la evolución de una época que pasó de la disputa entre certezas enfrentadas a una inanidad líquida en la que nadie o casi nadie cree en nada. En Los años decisivos, la épica de los setenta refiere a la frescura, la capacidad de asombro, los fervores compartidos, la conciencia de participar en un tiempo nuevo que se llevaría por delante las “viejas palabras vacías”, pero aparecen asimismo la cara más turbia –“la violencia no sólo deja cuerpos destrozados, deja también almas podridas”– y el desencanto o la rápida degeneración de los antiguos ideales por obra de “la cultura del pelotazo, la rebeldía de diseño y el consumo feliz y desbocado”.

La protagonista vive el tiempo de la agitada transición y la explosión de la movida

La novela comienza con la marcha a Madrid de una joven algecireña, Marta Ortega Viar, para empezar sus estudios de Filosofía. En la capital vive el tiempo inmediatamente posterior al final de la dictadura, la agitada transición y la explosión de la movida. Temprana huérfana de padre y ahora también de madre, la joven lleva consigo el “demonio de la insatisfacción”, sufre de cíclicas depresiones y no acaba de encontrar su lugar en el mundo. Participa de la agitación política en la universidad. Es detenida por sus contactos superficiales con la militancia clandestina. Contrae matrimonio con un hombre muy alejado de sus intereses. Conoce de la mano de un novio rockero el desenfreno y la vida al límite. La muchacha pasa por experiencias muy duras y una de ellas tiene que ver con su cínico mentor el filósofo Antoine Frochard, paradigma del pensamiento posmoderno, un relativista de raíz nietzscheana que encarna a la perfección ese otro momento en que el “anhelo apresurado de vivir” invitaba a romper con la angustia existencialista y las consignas redentoras para acercarse a un hedonismo autocomplaciente y despiadado.

Por encima de su papel en la trama, la figura de Frochard, una celebridad en ascenso, representa la derrota del humanismo, de la literatura y el arte –Warhol es uno de sus objetos de estudio– convertidos en meros negocios. De acuerdo con su perverso ideario, el hombre está programado genéticamente para dominar, la bondad no existe y tampoco hay verdades absolutas. “El futuro ha concluido”, dice en una entrevista, y ese aire postrimero, o el profundo descreimiento que transmiten sus palabras, se extiende a otros episodios y personajes de la novela. Durante la estancia de Marta en París, el encuentro con un anciano clochard que repite unas palabras en latín, simboliza el ocaso de toda una civilización “que había comenzado creando la filosofía, el derecho y la lógica, y que había terminado en esos harapos repulsivos, empapados de orina”.

El narrador celebra los efímeros momentos de plenitud y su huella en la memoria

Más allá del trasfondo y de sus implicaciones políticas o culturales, la historia que nos cuenta Mateos conmueve por sí misma, gracias sobre todo al melancólico encanto de una protagonista que deja amplias muestras de su carácter reflexivo pero no cae en resabios moralistas o adoctrinadores ni pretende concluir su búsqueda del sentido con hallazgos definitivos. Los golpes, las pérdidas, las decepciones la han cambiado, pero ni su tendencia a las penumbras, como la califica el narrador, ni su viejo “desacuerdo con la realidad”, cada vez más matizado pero también más profundo, la llevan a desistir de su modo no pasivo de enfrentar la vida. En las hermosas páginas finales, que cierran sin cerrar el relato de su itinerario, se habla de la necesidad de cumplimiento –“cada uno somos una aventura que hay que llevar a cabo”–, de los efímeros momentos de plenitud y de su huella en el “ajado esplendor de la memoria”. Para quienes quieren comprender, las respuestas, no encerradas en conceptos, vuelan libres en el aire.

Un Dios menguante

Al margen de su obra dramática o ensayística, de los aforismos o de otras formas de prosa como el diario o la crítica, el poeta José Mateos había dado a conocer hasta ahora una sola incursión en la narrativa: los relatos recogidos en Historias de un Dios menguante, publicados también por Pre-Textos en 2011. Hay un aire de familia entre algunos de ellos y la historia que se cuenta en Los años decisivos, elementos comunes como la presencia de personajes confusos o desnortados o el marco general de un mundo en crisis, donde el desengaño, los falsos ídolos y la pérdida de la idea de trascendencia han confinado las experiencias reveladoras al ámbito personal, en forma de epifanías aisladas que pueden justificar unas vidas instaladas en el desarraigo. Sencilla y honda como su poesía, la narrativa de Mateos, del mismo modo que sus ensayos y aforismos, transmite una visión muy crítica de la realidad de las últimas décadas, marcada por el fundado descrédito de las ideologías, el sombrío horizonte del nihilismo y el predominio de visiones economicistas –“la dictadura de la producción y el consumo”– que han arrinconado a los “animales sedientos de absoluto”. Como se dice en Los años decisivos, se trata de un cambio que va más allá de lo generacional: “Los valores, los modelos, las creencias que nos han regido durante siglos ya no sirven”. En el tiempo de la posverdad caminamos a ciegas.

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