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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Artefactum | Crítica

La música sabia y amena

Artefactum en el Alcázar

Artefactum en el Alcázar / Actidea

La fórmula es conocida, y a Artefactum le funciona. Casi veinticinco años dedicados al repertorio medieval les ha dado para pulir un estilo capaz de interaccionar con un público amplio y variopinto. Se trata de combinar un repertorio sugerente (las monodias profanas medievales, tanto las destinadas al canto como a la danza, están mucho más cercanas a la sensibilidad actual que las músicas posteriores), que no es extenso pero está en continua revisión, con una distendida forma de estar en escena, y eso incluye el humor. La calidad musical se les supone, porque si no, 25 años son demasiados años.

Esta vez en formación de trío y sin un cantante específico, Artefactum volvió a meterse al público en el bolsillo. Contar con José Manuel Vaquero es garantía de que el recital fluirá con gracia. Además canta. No con el refinamiento de un cantante profesional, pero a las cantigas de Alfonso X no le vienen mal del todo ese toque de voz sin educar, destemplada y áspera, que encaja en buena medida con el estilo del grupo, cercano por el trabajo con el color y el ritmo a algunas corrientes de la música folk.

Más discutible resulta meterse con esos medios en el universo del fin’amour de los trovadores y muy inconveniente hacer un virelai de Machaut en un remedo de francés por completo delirante. La polifonía ars nova no puede despacharse de cualquier forma. Mucho mejor en este sentido la interpretación instrumental de una ballata a 2 voces de Landini, con la flauta de un Ignacio Gil que estuvo portentoso toda la noche, y el organetto del propio Vaquero. Fue en las danzas y las vueltas instrumentales en las que Artefactum se impuso sin ambages: momentos de enorme impacto como esas variaciones gloriosas sobre el Kalenda Maya con gaita, darbuka y zanfoña.

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