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JESÚS CARMONA I BAILARÍN Y COREÓGRAFO

“Esta obra me ha servido para curarme de una masculinidad enferma”

  • Este gran embajador del baile flamenco actual traía hoy a la Bienal 'El Salto', uno de los espectáculos más esperados, que se ha aplazado por el positivo en coronavirus de uno de sus bailarines

Jesús Carmona en una de las escenas de 'El Salto'

Jesús Carmona en una de las escenas de 'El Salto'

La amenaza del coronavirus ha llegado a la Bienal de Sevilla, que ha tenido que aplazar hasta nueva fecha El salto, el espectáculo que hoy  traía al Teatro Lope de Vega el bailaor Jesús Carmona, uno de los grandes embajadores del flamenco actual y de los más esperados por la crítica y la afición. Así, el positivo en uno de sus bailarines del elenco durante los ensayos previos que tenían estos días en Madrid les ha obligado a guardar la cuarentena y ha impedido el desplazamiento de la compañía a la ciudad.

Antes de conocerse la noticia y con un ánimo muy distinto al que tiene hoy, el artista atendía a este diario con la energía rebosante que proyecta en sus creaciones y una seguridad fortalecida por los éxitos, las caídas y los años. Y, al otro lado del teléfono, reconocía que ésta es su propuesta más arriesgada y polémica.  No sólo porque esta coproducción del Teatro Sadlers' Wells de Londres, el Centro Coreográfico Canal, la propia Bienal y el Flamenco Festival plantee un tema peliagudo, como es la diferencia de género en el baile, sino porque aquí el director, coreógrafo y bailaor catalán, Premio Ojo Crítico de Danza en 2019, nominado este año a los Benois de la Danse y uno de los más reconocidos embajadores del flamenco en los circuitos internacionales, da un paso adelante en su propia concepción del arte. Por eso, igual que en su momento dejó el Ballet Nacional de Flamenco, donde era primera figura, para crear su propia compañía, con la que lleva ya casi una década y siete producciones, ahora le cambia el nombre de Ballet Flamenco Jesús Carmona a Compañía de Danza, como aviso del nuevo camino que quiere emprender. De hecho, adelanta, "si alguien espera un espectáculo de flamenco tradicional mejor que no venga porque no lo es", advierte. 

-El Salto surge de su necesidad personal de reflexionar sobre la masculinidad en este siglo, ¿por qué este tema?

-Pues porque me entero que voy a hacer papá de un niño y me planteo cómo quiero educarlo, qué valores le quiero transmitir y qué tipo de hombre me gustaría que fuera. Esto me llevó a cuestionarme también qué tipo de hombre soy yo, que vengo de una familia de cinco hermanos, y qué relación tengo con mi género. Es decir, esta reflexión personal me llevó a preguntarme cómo convive actualmente un hombre con su masculinidad y con los tópicos.

 -Y de ahí nace una pregunta: ¿tiene género el movimiento en el baile?

-Exacto. Quería ahondar en cómo afecta todo esto a la danza y, después de un trabajo amplio de investigación, llegué a la conclusión que el baile no tiene género. El género depende de la energía que tú impliques en ese momento. La masculinidad y la feminidad son monedas de dos caras que conviven dentro de todos nosotros.

 -¿También hay quien dice que la feminidad y la masculinidad son conceptos ya caducos?

-Efectivamente. La masculinidad es algo que ya está en desuso porque para las generaciones más jóvenes carece de sentido. Hoy en día, los hombres vivimos la masculinidad de forma más relajada. Hay muchos lastres que nos hemos ido quitando de encima. No eres menos hombre por no identificarte con los cánones que marca la sociedad.

"Me he dado cuenta de hasta qué punto tenemos interiorizado el machismo, de cómo reproducimos de manera robótica patrones sobre lo que nos han dicho que es ser hombre”

 -En este sentido, ¿cuántos tópicos ha desterrado en el proceso de esta obra?

-Muchos. El espectáculo se convierte en una zona de muestra de lo que para mí son los errores y los aciertos de la masculinidad; pero también como un espacio para curarse de la masculinidad que nosotros llamamos enferma. Ha sido como quitarse la venda y darte cuenta de lo interiorizado que tenemos el machismo, de los deberes que tenemos pendientes para construir un mundo más igualitario. Hay una escena en el espectáculo que se llama Macho en la silla y que trata de los tics que se asocian al ser hombre. Cómo, de repente, hacemos reproducciones robóticas de patrones que nos vienen impuestos.

 -Cada vez son más los artistas que quieren llamar la atención sobre estos prejuicios y romper los códigos. ¿De qué forma cambiará la danza, se acabará con el baile de hombre y de mujer?

-Creo que la tendencia es que haya una transformación en torno a todo esto. Siempre habrá quienes sigan los cánones tradicionales y me parece también necesario para mantener las raíces, pero gran parte de los jóvenes vienen con otras ideas y con ganas de hacer el baile con los códigos de su tiempo. El arte debe ser libre y estar exento de todo aquello que lo constriña.

 -Para esta propuesta ha trabajado durante meses en distintas residencias artísticas de Nueva York, Miami, Londres y Madrid, ¿cómo ha sido la experiencia?

-Ha sido la primera vez que he podido realizar un proyecto de esta forma, poco a poco, conectando con otros artistas con los que he podido ir abriendo la mente. En Nueva York, por ejemplo, estuve con David Newman, que es un director vanguardista increíble. y en Miami estuve trabajando con Ana María Fernández, una cubanoamericana que tiene su propia compañía en Los Ángeles que trabaja mucho sobre el género... Todo esto, poder investigar, desechar y quedarte con lo que mejor te viene es maravilloso. Al final, la autoproducción te obliga a ir rápido, porque el dinero que tienes es el que has podido ahorrar. La verdad es que es muy gratificante darte tu tiempo para aprender y desarrollar cada pensamiento.

 -Las residencias artísticas, por cierto, siguen siendo una de las grandes demandas de los bailaores...

-Nuestras instituciones no son conscientes de la cantidad de talento que hay en nuestro país y no se toman las medidas suficientes para dar respaldo al desarrollo de todo este arte. Se ha visto ahora con la COVID. Se han hecho anuncios animando a la gente a acudir a los comercios de barrio y ninguno animando a consumir cultura. Si no trasladamos a la sociedad la importancia que tiene la cultura es imposible que la gente la valore. Claro que necesitamos espacios. Alquilar un estudio para ensayar cuesta 10 euros la hora, si necesitas tenerlo 5 o 6 horas, son 50 o 60 euros al día, esto no se puede asumir.

“Las instituciones no son conscientes del talento que hay en nuestro país. Se han hecho anuncios animando a la gente a acudir a los comercios de barrio y ninguno animando a consumir cultura. Así es imposible que se valore”

 -En el espectáculo se rodea de un cuerpo de baile de otros seis bailaores, ¿cómo han sido los ensayos con la pandemia?

-Bueno, la obra iba a tener un preestreno en Barcelona el 20 marzo con lo que ya lo teníamos montado a falta de la parte más técnica, menos mal. Lo único que he tenido varios meses para ver el vídeo, con lo que me ha dado tiempo de hacer todo tipo de cambios... De todas formas, el trabajo juntos ha sido muy especial porque estuvimos diez días conviviendo en La Aceitera, el espacio de Rocío Molina, no con ensayos sino para el desarrollo creativo, con lo que hemos podido conocernos a la perfección y crear entre nosotros una complicidad muy especial. Cuando estoy en el escenario siento que somos uno.

 -A alguien considerado "el nuevo fenómeno del flamenco" por The New York Times y con una gran proyección por todo el mundo ¿cómo se le presenta el panorama?

-Pues con mucha incertidumbre. No me puedo quejar porque tengo trabajo y proyectos tanto para finales de este año como para el próximo pero, claro, cruzando los dedos, para que esto no se pare. Además, soy consciente de la situación de muchos otros compañeros, no sólo a nivel económico sino también emocional, porque un artista lo es cuando se sube al escenario y cuando esto no ocurre hay un vacío brutal.

“Con el cierre de los tablaos perdemos una parte de nuestra identidad. El flamenco es nuestra cultura y me da mucho miedo pensar cuántos talentos se van a perder y se van a quedar en el camino”

 -¿Qué perdemos con el cierre de los tablaos?

-Perdemos una parte de nuestra identidad. El flamenco es nuestra cultura y me da mucho miedo pensar dónde va todos esos jóvenes que están saliendo de los conservatorios... cuántos talentos se van a perder y se van a quedar en el camino... Es un drama. Desde luego el que salga va a ser un valiente porque ante esta situación a ver quién se atreve a bailar.

 -¿Siente que éste también será El Salto de Jesús Carmona en su carrera?

-La obra se llama así porque es un salto en muchos sentidos, como compañía porque es una producción más grande, con carácter internacional, y a nivel artístico, porque me siento mucho más seguro de mí mismo. Estoy en un momento en el que defiendo mi discurso con total seguridad y convencimiento. Sé que lo que hago, puede gustar más o menos, pero ofrecemos calidad.

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