Todos los Calamaro posibles

El músico argentino Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961) repasa sus grandes éxitos de siempre en el Cartuja Center, ante una legión de fieles seguidores.

Leiva, caballo de Troya del rock

Un momento del concierto de Andrés Calamaro en el Cartuja Center.
Un momento del concierto de Andrés Calamaro en el Cartuja Center. / Ángel Pérez Moreno / Cartuja Center
Salvador Gutiérrez Solís

19 de junio 2025 - 11:21

Aquí lo conocimos con Los Rodríguez, aquella “superbanda” a principios de los 90 que reunió a la mitad de Tequila (Ariel Rot y Julián Infante) y la todavía desconocida aquí estrella argentina Andrés Calamaro. Porque cuando Calamaro se une a la banda española ya contaba con una trayectoria avalada en la siempre exigente escena argentina, como miembro embrionario de la que fue una de grandes formaciones de aquel país, Soda Estéreo, capitaneada por el mítico Gustavo Cerati, formando parte de la legendaria Los Abuelos de la nada y también en solitario. Su primer álbum en solitario, Hotel Calamaro (1984), contó con la producción de un tal Charlie García. Ya instalado en España, Los Rodríguez pitaron, más aquí que allá, ofreciendo álbumes impecables, canciones memorables y actuaciones frenéticas. Tan frenéticas que las llamas no se apagaban cuando bajaban del escenario. Los Rodríguez pitaron y petaron, como un motor pasado de revoluciones.

Pocos debuts en solitario tan incuestionables como los de Andrés Calamaro. En primer lugar, con Alta suciedad (1997). Rock enérgico, los Stones en muchos detalles, pero también un toque de club y de elegancia, un palo nuevo en lo ofertado hasta entonces por el argentino. Posteriormente, solo dos años después, 1999, el fabuloso Honestidad brutal, uno de los grandes discos de rock en español de todos los tiempos. Y así seguirá siendo. Tom Waits, Dylan, de nuevo los Stones, y también sus raíces, los ritmos latinos, y el rock más oscuro de los 80, Gabinete Caligari o Parálisis Permanente, y los Beatles y Bob Marley y Charlie García, pero todo pasado por su personalísimo filtro. Treinta y siete canciones de dolor, redención, angustia, adicción, abstinencia, amor, celos, desamor, odio, rencor y noches sin dormir. Solo un año después, un Calamaro entregado a los excesos y los días sin horas y las horas sin días, se empeñó en no acotar su torrencial angustia creativa y publicó El Salmón (2000). Más de 200 canciones que tienen más de estudio psicológico que de muestrario musical. En su país, curiosamente, apareció una edición diferente a la española, con tan solo 21 temas, que sí mantienen más la calidad del músico argentino, aunque en cualquier caso no se puede comparar a su obra anterior, Honestidad brutal. En realidad, esa comparativa terrible la siguen padeciendo todos los trabajos publicados desde entonces por Andrés Calamaro. Como tantos creadores, ha sufrido y sufre el haber ofrecido una obra maestra demasiado pronto.

Tras una época de explosión y exilio interior, Calamaro regresó con El cantante (2004) y con su disco en directo El regreso (2005). Ha seguido y sigue componiendo canciones, en (muy contadas) ocasiones con el brillo de aquellas melodías gloriosas y amargas, y participando en mil y un duetos y colaboraciones, de C Tangana a Bunbury, pasando por Alejandro Sanz. Y de la misma manera que ha continuado publicando discos, el último uno en directo grabado en la sala barcelonesa Razzmatazz (2023), nunca ha abandonado los escenarios siendo España uno de los países por los que más se prodiga.

Repite Calamaro en el Cartuja Center, justo dos años después, en una gira que sigue celebrando los 25 años, precisamente, de Honestidad brutal, que no dejó de ser el material principal de su repertorio. Sobre el escenario, el Calamaro de siempre, con guiños toreros, a ratos desafiante, a ratos divertido, que hasta se separa de sus gafas de sol, unos segundos, en señal de estelar humildad. “Sevilla es la capital del arte”, repitió en un par de ocasiones. Como siempre, muy bien acompañado, por German Wiedemer (piano), Andrés Litwin (batería), Julián Kanevsky (guitarra), Mariano Domínguez (bajo) y Brian Figueroa (guitarra), además de una sección de vientos. Arrancó el argentino con Output, Sin Documentos y Loco, y ya el público no volvió a ocupar sus asientos. Te quiero, Flaca, Crímenes perfectos o (una reinterpretación de) Los aviones, quilates de talento, grandes ejemplos de su época dorada. La deslumbrante Paloma, como en todas sus actuaciones, es un momento de gran emoción, donde brotaron las lágrimas de muchos de sus seguidores, suponiendo el final de la actuación previa a los bises. Finalizó su cita en el Cartuja Center, el astro argentino, con Los Chicos y El Salmón. Con semejante repertorio, queda Calamaro para rato, aunque solo sea en su faceta de cantor, “porque vivir es jugar y yo quiero seguir jugando”. Sobre el Cartuja Center, todos los Calamaro posible. Gloria y exceso, emoción y recuerdo. Canciones de una vida.

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