Leiva, caballo de Troya del rock
Icónica Santalucía Sevilla Fest
El músico madrileño seduce a una abarrotada Plaza de España ofreciendo los temas de su más reciente trabajo, 'Gigante', entre sus grandes éxitos de siempre, sin olvidar su etapa Pereza, que contó con un especial protagonismo.
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Hace años, unas declaraciones de Leiva se quedaron grabadas en mi memoria: "Escucho a Burning desde que estaba en los testículos de mi padre". En realidad, no dijo testículos. En cualquier caso, esa afirmación explica la sensación que se puede tener escuchando a este músico madrileño. Tiene referencias musicales, porque tiene escuchas. Y además escuchas que te trasladan a la esencia del pop y el rock, y no a los derivados, y hasta sucedáneos, surgidos a lo largo del tiempo. Tanto en su etapa Pereza, junto a Rubén Pozo, como en la actual, en solitario, es fácil encontrar canciones en su repertorio que suenan o huelen a los Kinks, a los Stones, a los Beatles, a Sabina o a Leonard Cohen. Este sello cultista, referencial, de asumir e interpretar el mejor legado del pop y el rock, desde sus orígenes, ha propiciado que Leiva cuente con la admiración de buena parte de la plana mayor de la escena musical española.
Sin embargo, y lo que llama la atención de Leiva, es que pese a esa querencia por sonidos y bandas de otro tiempo, no le ha impedido formar parte de eso que califican, la mayor parte de las veces con algo de desprecio, como mainstream. Música de radiofórmulas, efecto fans y presencia masiva en medios. Recordar que Elvis o The Beatles fueron mainstreams en su tiempo, y que contaron con legiones de fans, además de vender millones de discos. Demostraron, casi desde el principio de la construcción de la industria musical que hoy conocemos, que es posible vender y ofrecer un producto de calidad. A veces, hasta de alta calidad.
Desde su época Pereza, Leiva dio con esa combinación, con esa fórmula mágica (o secreta) que la mayoría de los músicos, y creadores de cualquier disciplina, ansían: contar con el beneplácito de ese ente conocido como el gran público, dentro de unos estándares de calidad más que aceptables. ¿Quién no querría eso? A su modo, respetuoso siempre con su propio estilo, la marca ya la tiene más que fijada, Leiva es lo más parecido a un caballo de Troya musical. Miles de jóvenes tararean sus canciones, algunas de ellos con estribillos pegadizos, incluso facilones, sin saber que al hacerlo están inoculando el virus del rock y pop más esencial. Ese que sigue funcionado, en forma de emoción, hipnosis o pies inquietos, tantas décadas después.

Leiva y su banda arrancaron su actuación en el Icónica Santalucía Sevilla Fest con la apabullante Bajo presión, del nuevo disco Gigante, cuyo tema que da título sonó en tercer lugar, tras la deliciosa La lluvia en los zapatos. Y así, filtrando temas de su trabajo más reciente entre melodías de siempre, Leiva fue preparando los asistentes, que abarrotaban la Plaza de España, para el desenlace final. El madrileño, cuando tomó la palabra recordó que su primer concierto en Sevilla tuvo lugar en el Fun Club, por lo que agradeció la masiva respuesta de la noche del sábado. Sonaron la sabinesca Ángulo muerto, la vaquera Sincericidio, una versión acústica de la ya clásica Vis a vis o la calamariana La llamada, entre otras muchas, como Terriblemente cruel, No te preocupes por mí o Como si fueras a morir mañana. Pereza también estuvo muy presente en el repertorio de Leiva, representadas por Como lo tienes tú, Princesas, Estrella polar o Lady Madrid, estas dos últimas, curiosamente, fueron las últimas canciones que sonaron en la Plaza de España en la noche del sábado.
La de Sevilla ha sido la segunda cita de la denominada Gira Gigante, de treinta programadas, a lo largo y ancho de la geografía española. Tal y como se pudo ver, en las poco menos de dos horas que duró su actuación, no hay un perfil concreto de público asistente a un concierto de Leiva. Modernos de última hornada y modernos de siempre, indies de postal, padres e hijos, cincuentones que mantienen viva la llama del rock y jóvenes de marca o de marca blanca. Con toda seguridad, consecuencia de haber logrado que el caballo de Troya haya cumplido con su objetivo. Estribillos fáciles de recordar y cantar entre compases que nos trasladan a la esencia del rock. Unido a un ramillete de canciones colosales, que se mantienen intactas ante el paso del tiempo, y letras que nos trasladan al vértigo de todos los días, amores rotos, ilusiones insatisfechas y colapsos de identidad.
Esa es la magia del rock, esa fórmula secreta que muy pocos conocen, y que a tantos seduce. Y que Leiva tan bien domina.
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