Concha Ortiz. Intérprete

“La inteligencia artificial nunca va a traducir igual que una persona”

  • La presidenta de la asociación española de intérpretes celebra sus 30 años de carrera.

  • "La única forma de mantenerte cuerda en este oficio es enamorarte cada día de lo que haces"

La intérprete Concha Ortiz, fotografiada en las ‘setas’ de Sevilla.

La intérprete Concha Ortiz, fotografiada en las ‘setas’ de Sevilla. / Antonio Pizarro

Concha Ortiz lleva ya tres décadas promoviendo la convivencia, acercando a personas que sin su labor como intérprete no se habrían entendido, aliándose con creadores y especialistas para que su palabra llegue a los otros y tenga así el mayor eco posible. Su extenso currículum le ha permitido vivir muchas vidas –ser testigo de los avances médicos en los congresos en los que participa o ejercer de maestra de ceremonias o presentadora en festivales de cine, entre otros muchos episodios– y su trabajo es, dice, la historia de un largo amor ante el que nunca pierde el entusiasmo. Con motivo de los 30 años en la profesión, y de su cargo como presidenta de Aice (Asociacion de Intérpretes de Conferencia de España), esta cordobesa afincada en Sevilla, una figura respetada y querida que ha tendido puentes y dejado muestras de su talento en más de 20 países, rememora el camino recorrido y enumera los desafíos a los que se enfrenta hoy el colectivo que representa.

–¿Qué lleva a una adolescente cordobesa a decidir un día que será intérprete?

–En la biblioteca de mi instituto había una página que decía: ¿Te gusta viajar? ¿Te gustaría conocer otras culturas? ¿Tienes una máquina de escribir? Vente a estudiar Traducción e Interpretación. Yo no tenía máquina de escribir, pero me dije que sí a todo. Había ido a Inglaterra por primera vez, y aquello supuso una conmoción, no se parecía en nada a la Córdoba de aquel momento, hablamos de 1987, y me di cuenta de que el mundo era inmenso y rarísimo. Entonces, claro, no usábamos internet, todo lo que podíamos conocer de otros países era leyendo, viajando o viendo cine. Soy una persona curiosa y me gusta ayudar a los demás, e intuí que con esta profesión podía aprender y ser útil.

"Nuestro trabajo, facilitar que unos y otros se entiendan, es casi una misión humanitaria”

–Los intérpretes trasladan el mensaje de los demás, pero hablan poco de sí mismos.

–Es verdad que no se conoce bien cómo trabajamos. ¿Qué es lo que puedo contar? Que tenemos dos parámetros distintos de dificultad, por ejemplo. En traducción simultánea hablamos a la vez que el ponente. Desde fuera se ve muy difícil, pero es una técnica que se aprende, como cortar el pelo, tocar el violín o hacer una incisión para un trasplante. En la facultad te enseñan a estar escuchando una idea al tiempo que estás traduciendo la anterior, es algo que entrenas. Y después está la traducción consecutiva, que es cuando habla una persona, yo tomo notas en mi cuaderno, y a continuación suelto el mismo discurso que he oído. Siempre me preguntan por eso: los apuntes que toma un intérprete para reproducir lo que le dicen no son taquigrafía, no copiamos nada, digamos que reproducimos la estructura del discurso, el andamiaje, con conectores, pero, sin embargo, además de, y ponemos las cifras, los datos, las fechas... y esto nos da pie para recordar lo que nos han comentado, así que al mismo tiempo que anotamos estamos memorizando. Si vuelvo a leer lo que he escrito cuatro horas antes, seguramente no lo pueda descifrar. Eso está bien, porque si alguien me roba el cuaderno con la interpretación de algo confidencial no se va a enterar de nada, porque ni yo lo comprendo.

Junto a Juliette Binoche, que acudió en febrero a Sevilla para recibir el Goya Internacional. Junto a Juliette Binoche, que acudió en febrero a Sevilla para recibir el Goya Internacional.

Junto a Juliette Binoche, que acudió en febrero a Sevilla para recibir el Goya Internacional. / D. S.

–Quienes le hemos visto en acción en una rueda de prensa sabemos que muchas veces redefine y mejora las preguntas de los periodistas, enriquece con alguna aportación las respuestas. Un intérprete no traduce sin más.

–Una parte importante de la interpretación es la preparación conceptual y terminológica, yo le tengo que dedicar un día o dos a trabajo previo. Si voy a acompañar a un director me empollo su filmografía, su biografía... Cuando vino Juliette Binoche [recibió el Goya Internacional en febrero en Sevilla] me hice una lista de la gente con la que había colaborado, porque ella en la charla puede decir un apellido, y tú tienes que saber que es el de una directora con la que rodó tal película... Tú debes aportar, en la medida de lo posible, un contexto que está en su cabeza. La preparación es fundamental, sí. Me encantan los temas de cultura, pero me llaman mucho para jornadas de medicina, que es otra de mis especialidades. O de veterinaria: una vez hubo en Sevilla un congreso mundial de inseminación de ganado porcino, y tuve que estudiar páginas y páginas de glosario en los dos idiomas. Y ocurre otra cosa: los ponentes americanos suelen empezar sus conferencias con un chiste, con una broma, por las técnicas de oratoria que aprenden en el instituto. No es sólo que el intérprete sepa del tema, es que debe manejar distintos registros y adaptarse a lo que le pida cada momento...

–Pese a las dificultades, usted escribe mucho en las redes que ama su trabajo.

–Enamorarte de lo que haces es la única forma de mantenerte cuerda y motivada. A veces, éste es un oficio difícil desde el punto de vista psicológico: llegas a una sala donde todos pertenecen a un club, a una industria, saben muchísimo de una materia, y tú puedes sentirte como una intrusa. Por eso es importante la preparación previa, y también el convencerte cada mañana de que amas lo que vas a hacer. Si, pongamos por caso, traduces al director de la Sinfónica de Sevilla, será mucho mejor si te interesa por qué programa a Mahler, si sabes quién fue Bernstein y por qué se le dedica la temporada. Si sientes que no te concierne de lo que se habla no te implicarás igual, eso es inevitable.

"A veces este trabajo es complicado en lo psicológico: llegas a una sala donde todos son expertos en algo y tú no”

–De todas las grandes figuras con las que ha coincidido en estas tres décadas, ¿quién le ha causado mejor impresión?

–Juliette Binoche me pareció un ser humano maravilloso, y tengo buen recuerdo de Antonio Banderas, o de Rafa Nadal, que fueron tremendamente profesionales. Pero uno de los momentos más emocionantes de mi carrera fue ejercer de intérprete en una comida entre Kenneth Branagh y Juan Diego, que coincidieron en un Festival de Sevilla. Uno de Belfast y otro de Bormujos, pero hubo una complicidad entre ellos enorme, los dos eran de izquierdas, actores de método comprometidos con su profesión... En otras ediciones del festival me dejaron huella Ben Kingsley, del que me sorprendió su serenidad, que parecía heredada de su personaje de Gandhi, y Ralph Fiennes, un hombre muy auténtico, y muy tímido... El que me cayó fatal fue Neil Armstrong, el astronauta. Telefónica organizó unas jornadas con sus mejores clientes, y él se portó como un déspota, trató a todos con una ira... Quiero pensar que tenía síntomas de demencia senil y por eso actuaba así.

–¿Ha tenido algún dilema moral por no estar de acuerdo con el mensaje que traducía?

–Yo hago mucha tele en directo, y he cubierto las investiduras de los presidentes de EE UU, y traduciendo a Trump yo sentí malestar físico. Con él tenía que proceder igual que con Obama, por supuesto, pero era consciente de lo que decía y de lo que significaba cada palabra.... y me costó muchísimo. No puedes arrinconar las emociones siempre. Me pasó en un congreso del ejército americano, un hermanamiento del hospital de la base de Rota con el Virgen del Rocío de Sevilla: estaban hablando de traumatología en el campo de batalla y trataron accidentes de periodistas, y entre ellos el de Julio Anguita, que era mi amigo de la infancia. Tuve que soltar el micro porque aquello estaba muy cerca de mi corazón. Hay emociones muy fuertes, el 99% de las veces yo lo puedo reprimir pero me queda un uno por ciento porque soy un ser humano, no un robot.

Entre Kenneth Branagh y Juan Diego, actores de procedencias distintas hermanados en la pasión por su trabajo. Entre Kenneth Branagh y Juan Diego, actores de procedencias distintas hermanados en la pasión por su trabajo.

Entre Kenneth Branagh y Juan Diego, actores de procedencias distintas hermanados en la pasión por su trabajo. / D. S.

–Hoy que el mundo está tan enfrentado, la profesión de intérprete, esa práctica de escuchar al otro, tiene un alto valor simbólico.

–Sí. Nuestro trabajo, muchas veces, es casi una misión humanitaria. Es bonito que gracias a nosotros la gente piense que tenemos más cosas que nos unen que más cosas que nos separan. A mí me emociona, cuando viene un director de cine al festival o una artista al CAAC, que nosotros aprendemos de ellos, pero ellos también aprenden de nosotros, del contacto con el sur. Se da un intercambio.

"La Administración contrata a intérpretes como quien compra folios: sólo busca al que salga más barato”

–¿Qué objetivos se marca como presidenta de AICE? ¿Cuáles son las carencias que sufren los intérpretes?

–La asociación aglutina a 108 profesionales, somos pocos porque el sistema de acceso es muy estricto, y pertenecer a esta asociación es como un sello de calidad... Me gustaría que se conozca mejor nuestro trabajo, por qué necesitamos que antes de hacer un encargo nos pasen la documentación, poder acabar con ese recelo de que podemos robar ideas si nos adelantan material... Ahora mismo la profesión atraviesa un momento muy interesante. Ha cambiado radicalmente por la interpretación simultánea remota, que no existía antes de la pandemia, o existía de una forma muy marginal. Consiste en interpretar sin estar presente en el lugar donde se celebra la reunión. Puede que una fundación celebre un congreso y que los intérpretes trabajemos desde nuestros despachos. Eso ha reducido los costes de viaje, los gastos de alquiler y de equipo... Como la fotografía entró en una nueva etapa con la imagen digital, en la interpretación ha cambiado la forma de trabajar. Esa fue la primera revolución, que ya está asentada en nuestra vida. La otra es la llegada de la inteligencia artificial.

–Quería preguntarle cómo les afecta. ¿La perciben como amenaza o como oportunidad?

–Muchos amigos me han pasado un anuncio de auriculares que traducen solos, pero a mí eso no me da miedo. Evidentemente, la inteligencia artificial nunca va a sustituir a un intérprete humano, servirá para traducir a robots, pero al diálogo con una persona que habla desde su corazón... ahí no va a llegar. La Inteligencia Artificial sí nos puede ayudar a los intérpretes a hacer nuestro trabajo en cabina más fácil: ahora se está utilizando para hacer transcripciones en directo más precisas de lo que se oye. Aparte de eso, desde la asociación tenemos otra asignatura pendiente: que las administraciones sacan concursos para contratar intérpretes y el único baremo es el precio, no la calidad del servicio. Y para nuestro cometido se necesitan profesionales cualificados, nos preparamos a conciencia, no es que pasemos por aquí y vengamos a traducirte. Reclamar nuestros servicios no es lo mismo que comprar folios, precisamente.

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