"El músico debe interesarse por el arte en su globalidad"

Félix Ardanaz. Pianista y director de orquesta

El pianista y director de orquesta donostiarra Félix Ardanaz registra en Orpheus, el sello que él mismo creó, un álbum con sonatas de Mozart y Beethoven y dos impromptus de Schubert

Félix Ardanaz dirigiendo un concierto en Praga el pasado verano
Félix Ardanaz dirigiendo un concierto en Praga el pasado verano / EMA

La ficha

VIENNA: Obras de Mozart, Beethoven y Schubert

Félix Ardanaz, piano. Orpheus

Recién cumplidos los 30 años, Félix Ardanaz (San Sebastián, 1988) mantiene una de las actividades más variadas e intensas del panorama español. Acaba de pasar por el podio de la Filarmónica de Málaga y en los últimos meses ha hecho Carmen en San Petersburgo con cantantes del Teatro Mariinsky, ha dirigido Così fan tutte y Eugène Onegin en la República Checa, ha participado en el Festival de Tanglewood y ha actuado como pianista en el Carnegie Hall de Nueva York y en la sala de cámara de la Filarmónica de Berlín.

-Director de orquesta, pianista, director artístico de un sello discográfico… ¿Qué le mueve a este ritmo de vida?

-Siempre he intentado abordar la música desde varias disciplinas, porque me parece más enriquecedor. La dirección de orquesta es una disciplina fascinante, porque los repertorios sinfónico y operístico son de una riqueza inmensa, y se aprende muchísimo trabajando con otros músicos. El piano es un gran instrumento, pero la vida del pianista solista nunca me ha gustado, a pesar de que me dediqué a ello durante años. Es una vida muy solitaria, y a mí siempre me ha gustado compartir la música con otras personas. Por otro lado, también me interesan otras manifestaciones artísticas. Creo que es muy importante que el músico se interese por el arte en su globalidad, para entender la estética que impregna una época determinada. La arquitectura me apasiona especialmente. Ahora mismo estoy rematando una tesis doctoral que estudia la relación entre la música y la arquitectura en el siglo XX.

-Entre sus profesoras de piano figuran nada menos que Brigitte Engerer y Alicia de Larrocha. ¿Qué recuerda de cada una? ¿Qué le enseñaron?

-Fueron las Grandes Damas del piano en Francia y España. Brigitte me enseñó la legendaria técnica rusa, que ella aprendió directamente del gran Neuhaus. Se basaba en abordar el virtuosismo pianístico desde la absoluta relajación del brazo, y en imaginar los sonidos en términos pictóricos, con imágenes. Fue una enseñanza muy valiosa. De Alicia de Larrocha, a quien tuve el honor de conocer al final de su vida, aprendí a interpretar las obras con un gran respeto por el texto original. Esa actitud interpretativa de suma humildad se escucha en cada una de sus interpretaciones: las versiones de Alicia parecían siempre inmejorables, y a la vez las más cercanas al texto concebido por los grandes genios.

-Además de en San Sebastián, su formación como director ha pasado por París, Londres, San Petersburgo, Viena y Varsovia. ¿Se puede hablar aún de escuelas diferentes de dirección?

-Básicamente, hay dos grandes escuelas, bastante diferentes entre sí. Una es la centroeuropea, dominada por Alemania y Austria, y la otra es la rusa, derivada de la técnica del gran pedagogo Ilia Musin. Yo conocí las dos, pues estudié dirección de orquesta en Viena, y en San Petersburgo con Alexander Polianichko, director en el Mariinsky. La técnica centroeuropea se basa en dirigir con todo el brazo, y en una respuesta del sonido orquestal casi inmediata con respecto al gesto. La escuela rusa concede una importancia muy especial a la articulación de la muñeca, y el sonido orquestal llega con un desfase mucho más grande en relación al gesto del director. Es una diferencia tan grande que a menudo pasa que los músicos en Rusia no tocan cómodos con un director centroeuropeo, porque es una técnica gestual radicalmente distinta.

Vienna - Ardanaz
Vienna - Ardanaz

-Su discografía es ya amplia, ¿qué lugar ocupa en ella este disco vienés?

-Grabé Vienna a principios de 2016, cuando vivía en esta ciudad. Fue un año muy intenso en mi vida, en el que aprendí muchísimo, al estar rodeado de Música, con mayúsculas, las 24 horas al día. Siempre he abordado con sumo respeto la música del clasicismo vienés. Mozart me parece el compositor más complicado, por lo frágil y diáfana que es su escritura. Escogí dos sonatas míticas de Beethoven por su importancia histórica: la Waldstein, que abre el período denominado “de nuevas vías”, con tintes románticos, y la Op. 110 (la penúltima), porque con ella revolucionó el género a nivel formal y conceptual. Por último, incluí los dos Impromptus de Schubert que más me gustan (Op. 90, nos. 3 y 4), porque me parecen muy visionarios: Schubert aborda una forma musical absolutamente clásica (ABA), pero impregna las dos obras de un aura eminentemente romántica. Schubert es para mí un compositor existencial, el Schopenhauer de la música clásica. A diferencia de Beethoven, no concibió formas musicales nuevas, ni rompió esquemas de manera drástica. Pero su aporte fue inmenso desde el punto de vista filosófico y psicológico: plasmó la angustia existencial de la naturaleza humana como nunca antes. Ello se aprecia perfectamente en sus lieder, sobre todo en Winterreise, una obra maestra.

"Verdi fue el Shakespeare de la ópera: entendió la psicología del ser humano de forma única"

-Ha grabado música barroca francesa (con un clave), Scarlatti, Chopin, Liszt, Beethoven, Mozart, Schubert, Brahms, Ravel, Albéniz… Muchos mundos diferentes. ¿Siente alguna afinidad especial?

-El repertorio que más disfruto es el romántico (a partir del último Beethoven) y el de la primera mitad del siglo XX, especialmente el impresionismo francés. Adoro a Chaikovski. En su música se percibe una grandísima generosidad, y un conflicto permanente entre la voluntad de amar y una gran infelicidad interior. Su Sinfonía Patética es mi sinfonía preferida, una obra maestra. En el ámbito operístico mi compositor favorito es Verdi. Me fascina lo directas que son las emociones en sus óperas: son sentimientos puros, sin ambages ni ornamentos. Para mí, Verdi fue el Shakespeare de la ópera: entendió la psicología del ser humano de manera única y fue un genio teatral. Me apasiona también la música de Wagner y Ravel, dos grandísimos orquestadores, y la obra para piano de Chopin y Liszt, los reyes del instrumento.

-Vive ahora en París, ¿cómo ve la realidad de la música española desde fuera?

-En España hay grandísimos músicos, pero las oportunidades no crecen en consonancia con esa realidad, más bien al contrario. El sector tiene que abrirse poco a poco a las iniciativas privadas. Para ello será necesaria la ansiada ley de mecenazgo. Por otro lado, creo que los gobiernos deberían potenciar la música desde las escuelas. En Alemania, Austria, Suiza y otros países, los niños aprenden a leer partituras al mismo tiempo que el alfabeto. Difundir la música en los niños es fundamental. Los beneficios de la música clásica a todos los niveles (psicológico, neurológico, psicomotriz, etc.), están más que demostrados por los expertos.

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