Oda a las mujeres que no tuvieron Instagram
'Cosas nuestras' | Ilu Ros
Con el hilo conductor de las grandes letras de la copla, Ilu Ros recrea en esta historia ilustrada la conversación que mantiene con su abuela sobre asuntos como el feminismo o la inmigración
Sevilla/Se llama Resurrección como su abuela pero de pequeña su prima, que arrastraba las erres, sólo alcanzaba a balbucear un sencillo "Ilu". Y con Ilu se quedó. Pero ni las cosas ahora son más sencillas que antes, ni alguna de las circunstancias que ha vivido Ilu Ros (Murcia, 1985), que luce un piercing en la boca y la imagen propia de una chica de treintaitantos, son tan diferentes a las que afrontó la señora de pelo cano y con mandil que trastea entre fogones mientras escucha cintas de casette de Concha Piquer en su casa de campo, en Mula, un pueblo del interior de Murcia.
Esa señora, a la que visitaba los fines de semana y los veranos, era su abuela Resure, hija de una país en blanco y negro, una mujer que vivió la represión de la sociedad del qué dirán, el hambre, el analfabetismo de la España rural, la beatería aunque no se comulgara con todo lo que decía la Iglesia, la emigración y todas esas historias que se cuentan en bajito por temor a que se repitan. Pero también esa abuela luminosa que hacía las recetas a ojo, huía de las habladurías y contestaba a todo con un refrán.
La nieta, que escuchó de adolescente hasta la saciedad el Viviendo deprisa de Alejandro Sanz, a las Spice Girls y a los Back Street Boys para hacerse adulta años más tarde con Los Planetas, sufrió las consecuencias del estallido de la crisis económica que expulsó fuera de nuestras fronteras a decenas de miles de talentos, todos esos licenciados universitarios que iban a tener, decían los estadistas, una vida mejor que la de sus padres y abuelos.
Y es aquí donde el tiempo se estrecha y ambas biografías conectan. La nieta emigró ocho años a Londres; cuatro décadas antes, en la primavera de 1967, su abuela se marchó con su abuelo y cargada con cuatro hijos a la vendimia del sur de Francia, donde nacieron tres hijos más. Volvieron siete años después, en 1974.
Las diferencias entre ambas historias son infinitas pero hay algunos puntos en común, como el esfuerzo por encontrar abrigo lejos de la familia. "Estamos muy ensimismados creyendo que todo nos pasa a nosotros o que somos los primeros en vivir algo y no nos paramos a preguntar a la gente más mayor que tenemos alrededor qué fue lo que vivieron ellos y cómo lo pasaron", reconoce.
Hoy, nueve años después de la muerte su abuela, Ilu Ros rescata recuerdos y recrea situaciones, fruto de esas largas conversaciones en las que preguntaba curiosa para confeccionar el delicioso libro Cosas nuestras, en el sello Lumen, que invita a conectar con las generaciones que nos precedieron. Es su particular homenaje, lleno de ternura y humor, a "esa generación de mujeres que no dejaron su vida en las stories de Instagram".
Porque ni Resurrección conoció el tiempo de los selfies hambrientos de likes en las redes sociales, ni tampoco Concha Piquer, Juanita Reina, Lola Flores o Rocío Jurado, las divas de la copla cuyas voces acompañaban sus tareas en casa, llegaron a saber cómo es esta época de postureo y márketing, siendo ellas, precisamente, las mejores embajadoras de su arte. "De la copla me gusta que era la música que escuchaba mi abuela. Dándole vueltas a cómo afrontar este proyecto, caí en la cuenta de que, de alguna forma, era lo que estaba de fondo mientras hablaba con ella y me iba servir de hilo conductor de esta historia".
Una historia que recuerda también a las sufragistas de 1933, a Lorca y a un playlist en español imprescindible de las últimas décadas (Serrat, Morente, Paco de Lucía, Pony Bravo, Los Planetas...) que, a la postre, habla de "temas que han afectado a mi familia y a mi generación o que nos interesan hoy porque son el centro del debate, como la inmigración o la lucha por el feminismo", refiere. Y es así cómo, de la mano de las tonadas que inmortalizaron todas estas mujeres y hombres como Juanito Valderrama o Miguel Molina, la pequeña Ilu cae en la cuenta, en las páginas de este libro, de que ya había modernas, transgresoras, rompedoras y pioneras mucho antes de que naciera Rosalía, quien, como diva indiscutible de nuestros tiempos, también protagoniza algunas páginas del libro.
Por ejemplo, Rocío Jurado fue la primera en cantar abiertamente sobre la masturbación femenina en el tema Amores a solas y en Se dice, grabada en 1933, Concha Piquer hace un alegato por la libertad amorosa. “Es muy importante destacar cómo estas mujeres sorteaban la censura y la opresión para hablar a través de la canción popular de temas vetados en aquella época y que seguramente aliviaran sus vidas”, destaca la autora sobre estas pioneras. De todas ellas se queda con la Piquer: "Era una mujer con muchísimo carácter. El hecho de que viviera un amor con un hombre que había estado casado, que tuviera una hija con él, que luego se marchara a América...".
Un libro hermoso, en fin, trazado como una suerte de charla intergeneracional ilustrada que sirve, a la vez, de tributo a las mujeres abnegadas que vivieron bajo el yugo del marido y el señorito.
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