Una inmersión en las Odiseas africanas

cine | la película tuvo su 'premiere' en el festival de Amsterdam

El Cicus estrena el lunes en Sevilla 'Bolingo...', un documental de Alejandro G. Salgado sobre la lucha de las mujeres subsaharianas que tratan de llegar a Europa

El director Alejandro G. Salgado (Los Palacios, 1982), retratado ayer en el centro de Sevilla.
El director Alejandro G. Salgado (Los Palacios, 1982), retratado ayer en el centro de Sevilla. / Belén Vargas
Francisco Camero

Sevilla, 04 de marzo 2017 - 02:32

Solemos verlos ateridos y asustados, socorridos por los agentes de la Guardia Civil, convertidos en gurruños despojados de su dignidad más elemental. Los vemos llegar a las costas españolas, por así decir, al peso, y ese "bombardeo" diario, al que solemos asistir a través del telediario, mientras apuramos el almuerzo y nos compadecemos rutinariamente, vagamente, retóricamente, "acaba resultando absurdo sobre todo porque nos acaba rebotando y no entendemos nada", dice Alejandro G. Salgado. No acabamos de entender o no sabemos, por ejemplo, qué representan exactamente los bebés que llegan en esas pateras. Quienes intentan alcanzar Europa desde el corazón de África, muchas veces en tránsitos peligrosos y degradantes que duran años, se enfrentan a muchas maneras de encontrar la muerte, pero para las mujeres siempre parece haber algunas opciones más.

Bolingo. El bosque del amor, el documental que ha dirigido Salgado, se adentra en la realidad sobrecogedora de las migraciones subsaharianas fijando su mirada en los seres más vulnerables que las emprenden: las mujeres. Mujeres que en un porcentaje abrumadoramente alto de los casos, a los riesgos y padecimientos destinados a cualquier persona en ese mismo trance sin importar el sexo, han de añadir la amenaza permanente de las violaciones y, en muchos casos, el cuidado de los hijos nacidos de semejante espanto. Ocurre sin embargo que la vida es contradictoria y muchas de ellas encuentran en esas nuevas vidas a su cargo unos insospechados motores para mantener viva la esperanza...

La experiencia en el campamento fue casi un ejercicio de espionaje, algo muy desagradable, daba todo ansiedad"La forma de ser honestos era quitar todo artificio, que siempre llegara la información directamente de ellas"

"El tema de la migración siempre me ha tocado mucho, creo que es algo que no podemos parar de sacar a la luz, y me parece además que ahondar en estas historias en clave personal es la única forma en que podemos llegar a empatizar de verdad con ellas", explica Salgado sobre el origen de esta película estrenada a finales del pasado mes de noviembre dentro de la Sección Oficial del Festival Internacional de Documentales de Amsterdam, uno de los de mayor prestigio en todo el mundo, y que tras lograr varios reconocimientos desde entonces -entre ellos, el segundo premio Imaginera del Centro de Estudios Andaluces y el Asecan al mejor filme documental- se estrenará oficialmente en Sevilla el próximo lunes en el Cicus.

"Empecé a investigar los campamentos que hay en el norte de Marruecos, los campamentos de espera, como los llaman, y llegué al que hay en el monte Gurugú [a pocos kilómetros de la valla de Melilla], pero luego fuimos sabiendo que había muchos más, también en los alrededores de Ceuta". Uno de ellos en las inmediaciones de Melilla, llamado Bolingo, amor en lingala, una lengua hablada en distintas regiones de las dos repúblicas del Congo, dio pie a Salgado y al resto del equipo de la productora sevillana La Maleta a preguntarse "si dentro de ese mundo oscuro y gigantesco que es el de la migración africana podía haber un haz de luz". "Hubo un grupo de congoleses que decidió alejarse un poco de la frontera y buscar un sitio más escondido. Le pusieron ese nombre porque se trataba de evitar las muchísimas batidas que hace la Gendarmería marroquí en los campamentos, que son literalmente arrasados: les meten fuego, se llevan a la gente al desierto, muchas personas desaparecen... La idea era crear un sitio más seguro, un refugio para las personas más frágiles e indefensas, que en este caso eran las mujeres embarazadas o con recién nacidos", explica el director.

Esa pregunta, por desgracia, no encontró una respuesta alentadora. "Cuando por fin conseguimos llegar al campamento nos dimos cuenta de que, si aquello estuvo alguna vez cerca de tales propósitos, hacía ya mucho tiempo que había dejado de ser así. Estaba, como el resto de esta clase de campamentos donde la gente espera su oportunidad para saltar la valla o entrar en España en patera, muy viciado, con un estructura muy jerarquizada y un aire casi marcial. Por allí anda lo que ellos llaman un sherman, o un king, un rey, que es el que marca las pautas del día a día. Tiene a sus consejeros y todo se va organizando por orden de llegada, de modo que el que llega antes se hace más fuerte. Y tiene a gente que trabaja para él, no exactamente soldados aunque se parecen bastante. En ese tinglado, las mujeres son el último eslabón; las mandan a las ciudades porque las que van con bebés son las únicas personas negras a las que los marroquíes, o más bien las mujeres marroquíes, les prestan atención y les dan limosna".

Acceder al campamento Bolingo, dice, fue "prácticamente un ejercicio de espionaje". "Evidentemente, el Gobierno marroquí no quiere que se documente nada de lo que está pasando allí. La primera vez nos quitaron todo el equipo, nos metieron en el cuartelillo un día entero y luego nos invitaron amablemente -cuenta marcando la ironía en su tono de voz- a abandonar el país. Buena suerte para la próxima, recuerdo que nos dijeron. Aquello fue un martirio, muy desagradable, daba todo mucha ansiedad. Pero el caso es que después de muchos intentos conseguimos llegar al campamento con el equipo", recuerda Salgado. Por fin sobre el terreno, llegaron dos reveses: por un lado, la Gendarmería acababa de asolar el campamento; y por otra parte, la más determinante a la postre, aunque pese a ello encontraron a mujeres dispuestas a hablar, éstas "estaban coartadas y no tardabas en comprobar que, por el miedo que tenían, no hablaban con libertad". "Me di cuenta de que así no tenía mucho sentido tomar los testimonios en Marruecos. Además -explica-, me parecía también fundamental que en el discurso de las mujeres ya existiera una reflexión, cierta perspectiva con respecto a lo que habían vivido. De modo que decidimos buscar en España a mujeres que hubieran pasado por ese campamento o por otros paralelos a Bolingo".

Ese proceso, en el que el equipo contó con la ayuda de varias ONG e instituciones orientadas a la atención a los inmigrantes, fue extraordinariamente delicado y duró tres años. "Implicaba para ellas un ejercicio enorme de apertura y de confianza, por lo que el ejercicio, para nosotros, fue también de cierre de heridas", comenta el director, y valga como prueba del grado de intimidad, dolor y vulnerabilidad que se expone en el documental el hecho de que todas las participantes pusieron como condición expresa que no se desvelara su identidad.

Sobria, en un atmósfera de envolvente y radical penumbra, la película se entrega de lleno a los testimonios de estas mujeres de fortaleza y dignidad conmovedoras y asombrosas: pesan sus palabras y sus gestos, tanto los de contrariedad como los de repentino coraje o remota alegría. La experiencia es dura, en algunos instantes desgarradora, pero nunca cede a la ambigüa bajeza del morbo. "Desde el primer momento tuvimos claro que no debíamos ni podíamos juzgar esas experiencias. Ya, de hecho, estábamos haciendo un ejercicio de posicionamiento muy grande al elegir contar esos hechos desde ese punto de vista: mujeres, embarazadas, que habían llegado con sus niños. A partir de ahí, entendimos que la única forma de ser honestos era, por un lado, quitarle todo el artificio posible al discurso cinematográfico, la máxima en ese sentido fue siempre menos es más, y por otro lado que la única información que le llegara al espectador fuera siempre a través del testimonio de cada una de las mujeres. Yo he pretendido que el documental sea un chapuzón en un mundo muy oscuro, que te sumerjas en una especie de pesadilla para, al final, como estas mujeres, salir de ella. Por otro lado, dado que siempre había que salvaguardar sus identidades, hicimos muchísimas pruebas de fotografía -a cargo de Sergio Caro y David G. López de la Osa- para crear una imagen en que no se reconociese claramente a las mujeres, pero que fuera expresiva y transmitiera información. Para refrescar el discurso, recurrimos a la animación con las ilustraciones de Óscar Ortiz Marzo, que hizo un trabajo estupendo".

Hoy las cinco mujeres que aparecen en la película rehacen mejor o peor sus vidas. Con todas mantienen el contacto los responsables de la película, pero Salgado recuerda especialmente un momento con una de ellas -precisamente la que aparece en el último plano del documental, una persona de una presencia y un carisma imponentes-. "Con las demás nos llevó meses el proceso. Con ella hablé cinco minutos. Muy claro, pero sólo cinco minutos. En ese momento teníamos preparado el set porque íbamos a grabar con otra mujer. Le dije, medio de coña: Mira, si quieres, te vienes conmigo en el coche y hacemos la entrevista ahora, y me dijo: Vamos. Me quedé extrañado. Y se lo comenté en el coche: ¿Por qué te has venido? Y ella me dijo: Eres la primera persona que desde que salí de mi casa me ha preguntado por qué estoy aquí".

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