Crítica teatro

El mito agujereado por la carne

Helena y las furias . Autor: José Luis Rodríguez del Corral. Dirección: Antonio Luque. Producción: Grupo T.A.P.A.S. Intérpretes: Inma Bovet, Pepa Carrasco, María Llorente, Ana Peziña, Antonio Luque, Manolo Pabón. Fecha: Jueves 6 de junio. Lugar: Teatro Quintero. Aforo: Casi lleno.

En Helena y las furias los dioses se han retirado, y esto significa que se está ante una tragedia de carne y hueso. La decisión de José Luis Rodríguez del Corral, exitoso novelista aquí debutando como dramaturgo, y Antonio Luque es justo la que en su día recomendara el filósofo Giorgio Agamben, la de definir la contemporaneidad como ese estadio en el que lo arcaico y lo moderno se dan la mano. De modo que es posible hablar de esta obra en tanto que híbrido entre lo arqueológico y lo vanguardista. Es decir, el efecto de buscar el frotamiento entre una cierta desnudez clásica (los elementos dramáticos y formales de la tragedia) y una puesta en escena moderna (la idea rectora según la cual los personajes se presentan como arrojados en un espacio cerrado, opresivo, sin off posible).

Se sigue en la obra aquella leyenda rodia que enfrenta a la divinización de Helena su opuesto aciago: el destierro, la venganza y la muerte; el destino de la perra, de la puta, empujada al suicidio por las furias. Los resortes del mito, los giros de la narración fabulosa, se dan casi por sabidos, apostándose por la economía expresiva en una pieza ágil y esencialmente elíptica. Este bricolaje espacio-temporal y su corolario de escasos y polivalentes elementos escénicos ponen en el centro de la escena la pasión de Helena, Polixo, Clitemnestra y el resto, como invocados por un texto que los reclama sobre todo como cuerpos sexuados y heridos en los que las palabras se encarnan. Esa palpitación de la carne sólo es traicionada, así nos pareció, por esos pasajes más radiofónicos que teatrales en los que la música incidental profanaba el silencio.

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