Monkey Week

El 'mono' se despereza

  • El primer día de la cita abierto al público general se desarrolló en un ambiente de tranquilidad, aunque a la noche el festival registró una gran afluencia de público.

A las tres de la tarde, después de la mañana dedicada en Santa Clara a las jornadas profesionales, la Alameda estaba ayer tranquila aún, con todo preparado para acoger el grueso de sus conciertos en la primera jornada del encuentro abierta ya al público general. Algo bullía en el ambiente, pero con un tono en sordina, de preámbulos. A la espera del gran aluvión, casi sin pensar, los pies echan a andar, como por inercia, hacia la pista de coches locos que sirve de escenario en el extremo norte de la Alameda, llamado a ser, sin duda, uno de los grandes atractivos de la edición.

Por el camino, gente que va y viene, cuadrando la apretadísima agenda del día, muchos de ellos comiendo ya, entreteniendo la espera en los bares del barrio. "De momento, todo en orden. Y tampoco me asusto yo: uno está curtido en mil batallas", dice un camarero del bar Las Columnas. Frente al negocio, en la pista de coches locos, el sereno trajín continúa: los técnicos de sonido hacen los últimos ajustes, algunos músicos intercambian impresiones sobre lo que se viene encima, los empleados de seguridad terminan de instalar las vallas. Cerca, en el plano turístico del centro que hay casi a la altura del cine, una pareja de turistas mayores contempla el panorama: "Parece que va a haber una fiesta de rock & roll". Mientras, llegan las románticas notas del Moon River cantado y tocado sólo con el bajo de Pinocho Detective en su prueba de sonido.

Y sí, fiesta desde luego, pero con muchos matices estilísticos. Desde el pop-rock de guitarras bien engrasadas y en tesitura Smiths de la mencionada banda sevillana, con EP recién lanzado, al portentoso feeling, contagioso, descarado, radiante, en el showcase en Santa Clara de Mariel Mariel, autora de la cancioncilla del anuncio de Wallapop y de un tema para la película Kiki, el amor se hace. Más allá de esos trabajos realizados para penetrar en el mercado español, la chilena afincada en México tiene ya casi cara de ganadora de uno de esos codiciados Grammy Latinos que le abren a uno las puertas del gran business. Actitud, para empezar, además de frescura y diversión a raudales en sus canciones donde se mezclan la insolencia rap y los sones tropicales con un convincente acabado pop. La artista vuelve hoy a actuar, ya en un escenario abierto al público, y raro nos parecería que no la liara pero bien.

La oferta de la semana del mono, más propia en efecto para una semana que para dos días, es literalmente inabarcable. Mientras uno ve una actuación, hay, pongamos, otras doce simultáneamente en otros tantos escenarios, lo que obliga a entregarse a un tránsito casi permanente durante la tarde.

Estamos ahora en la Caja Negra, donde actúa el Dúo Orquesta Ragalizes, enésimo intento, éste desde Murcia, de insuflar aires modernos, por medio de ese cajón de sastre que es la rumbita romántico-callejera, al universo folclórico español. Sentimos más próximos, no obstante, y ya en la sala Holiday, al combo del estadounidense Kurt Baker: power-pop hipervitaminado, energía a chorro en riffs de aroma clásico y melodías para cantar abrazado a un amigo mientras se derrama la cerveza pero a nadie le importa. Y llegamos algo tarde, con toda la pena del mundo, al fiestón luminoso de Festykids en el escenario Happy Place: músicos de grupos sevillanos de incógnito, o mejor dicho disfrazados de monstruos tiernos y delirantes, tocando versiones de clásicos noventeros como el Smells like teen spirit de Nirvana, para un auditorio de padres con sillitas y un ejército de niños pletóricos.

De vuelta a la sala Holiday, eran notables las ganas de escuchar en directo las canciones que los sevillanos All la Glory acaban de presentar en Everybody's Breaking Everybody's Heart, un disco bonito de verdad, con sus canciones escritas en una inspirada (y personal) caligrafía que bebe tanto del power pop como de la new wave y de regusto a veces folk. De la solidez de sus canciones dio fe lo bien que lucieron -lo mejor que pudieron- a pesar de los constantes e irritantes acoples y problemas de sonido, que por momentos desquiciaron a los músicos, ilusionados y nerviosos con razones de sobra. No sólo se repusieron con loable oficio, sino que encima se fueron a lo grande, con una fa-bu-lo-sa y radiante versión del Talking in your sleep de The Romantics. Hoy vuelven a tocar, ojalá que con mejores condiciones, porque lo merecen, en la pista de coches locos. Con un sonido horrible tuvieron que lidiar también los gaditanos Holögrama en la sala Ítaca, aunque tampoco ese factor adverso logró arruinar el trallazo que fue su actuación, entre las autopistas kraut, las espirales de Spacemen 3 y la actitud punk de unos Suicide: un trance eléctrico y digital atravesado por espasmos de fiereza. La fiesta siguió durante la noche, ya con una gran afluencia de público disfrutando de los conciertos. Y la fiesta seguirá hoy. Una vez desperezado, el Monkey no da tregua.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios