Icónica Fest

Pastora Soler: mar brava de voz y verdad sobre el escenario

Pastora Soler, durante su actuación en el Icónica Fest.

Pastora Soler, durante su actuación en el Icónica Fest. / Juan Carlos Muñoz

"Torbellino de colores" fue la expresión con la que José María Pemán definió el temperamento artístico de Lola Flores. Una metáfora que bien podríamos tomar para empezar esta crónica que trata de describir el concierto de Pastora Soler -heredera de aquellos torbellinos de la canción española- en la Plaza de España, en el festival Icónica. Hasta allí acudieron 2700 espectadores para disfrutar de un recital en el que sonaron las nuevas canciones de la artista sevillana, y en el que también se recordaron inolvidables temas como Se nos rompió el amor, Ramito de violetas o Y sin embargo te quiero.

A las 22:30 de la noche el calor dejó paso al color, a los colores que se proyectaron sobre la fachada regionalista del monumento de Aníbal González, mientras sonaba el mítico Todo es de color, de Lole y Manuel -nada más apropiado-. Color Andalucía, color flamenco, color pop. Color del carácter -voz y verdad- de Pastora Soler, quien conectó desde el principio con su público. La primera canción que sonó sobre el escenario fue Te diré que sí. Sevilla dijo, y respondió, con aplausos entusiastas. La noche, ya sin la luz viscosa del verano, se vistió con la luz que desprendía el talento, arrollador, caudaloso, de la cantante.

"Esto es un regalo", declaró la artista, emocionada. Pastora Soler apuntó, breve, sus recuerdos de niña en el Parque de María Luisa, lugar que es materia para la memoria sentimental de tantos sevillanos. También de esta artista que siguió el concierto con Solo tú, con su conmovedora melodía y su letra, autoría del gaditano Antonio Martínez Ares, que lleva la impronta de nuestra poesía popular -de nuestra mejor poesía popular-: "Porque estás en las canciones, / en las costuras de mi cuerpo, / en los colores. / En otros labios y otros besos, en poemas / que me recuerdan que no estás".

Pastora Soler no se olvidó del presentador y humorista Manu Sánchez, a quien la cantante dedicó un tema que dice así: "Ya verás que muy pronto todo se termina. / Ya verás que al final curarás tus heridas. / Bailarás, aunque hoy no le veas salida. / Bailarás, bailarás como nunca en la vida. / Ya verás que muy pronto todo se termina, / y brindarás por la vida". Emotivo gesto que levantó los aplausos del público nada más terminar los últimos acordes de la canción.

Y de la emoción al baile. A la fiesta. Con Dámelo ya. Ahí tuvo su puntito la noche, como no podía ser de otro modo, y las cosas buenas de los jardines de palacio se fueron contagiando entre los asistentes, quienes alzaron sus manos al compás de las reminiscencias flamencas de la voz de Pastora Soler. También al compás de esas guitarras y de esos teclados que nos trajeron sonidos de hace más de veinte años que sin embargo no pasan de moda. Todo lo contrario: conservan su vigencia y su plenitud. Sumando el conocido encanto de la nostalgia.

Pastora Soler aprovechó la pausa para cambiar de vestido. Salió al escenario con un traje negro de terciopelo, decorado con plumas. La artista bromeó con lo apropiado de la tela y de las plumas, y de las mangas largas, para una noche calurosa de verano. Como calurosa y larga fue la ovación al culminar La mala costumbre, canción que Pastora Soler quiso dedicar a su padre, y a su familia. Fue un concierto, en palabras de la intérprete, de "discursos potentes". Se habló de salud de mental, de amar sin que nos importe a quién -aludiendo a la semana del Orgullo-.

A estas alturas del concierto, se anunció un cambio de tonos. Y entonces llegó Manzanita -cada 9 de noviembre un ramito de violetas-, y Chiquetete -esa cobardía del amor por ella-, y hasta sones bachateros, esos que cantan a quien "anda manejando" por las calles. Pastora Soler arrancó "una juerga" -así la calificó- andaluza, sureña, muy nuestra, con cantes de ida y de vuelta. En resumen: esa fiesta que todos deseábamos escuchar en una noche de viernes.

La voz de Pastora Soler llegó a ser más alta que las torres de la plaza cuando la cantante interpretó Se nos rompió el amor. En este concierto donde no hubo, por seguir con esta extraordinaria canción, un solo "ruido frío y seco". En este concierto en el que se disfrutó de una artista que despacha duende, gracia y virtuosismo en el escenario. La noche siguió cálida y veraniega. Pero más llevable gracias una artista inmensa, sin duda -perdón por el recurso simple- icónica.

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