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Atrapados | Crítica de flamenco
**** ‘Atrapados’. Nómadas. Dirección de escena y dramaturgia: Juana Casado. Cantaora: Inma la Carbonera. Cantaora y bailaora. Ana Salazar. Bailaor: Juan Amaya el Pelón. Guitarrista: Paco Iglesias. Iluminación: Dominique You. Lugar: Teatro TNT. Fecha: Viernes 18 de octubre. Aforo: Tres cuartos de entrada.
Hace años que Juana Casado viene demostrando su talento a la hora de enfocar el flamenco desde una perspectiva teatral. En la vertiente dramática, por ejemplo, su Aleluya erótica logró un Giraldillo al Mejor espectáculo de la Bienal de Flamenco.
Más tarde, en 2018, junto a la gaditana Ana Salazar (actriz, cantaora y bailaora) y a la cantaora Inma la Carbonera, fundó la compañía de flamenco Nómadas y creó su primer y exitoso espectáculo Flamenco Kitchen, estrenado en el Festival de Jerez de 2019,
Al igual que ese espectáculo, Atrapados, la pieza que se presentó anoche en el Teatro TNT, en el ámbito del Festival de las Artes Escénicas de Sevilla, muestra una rara y sugestiva mezcla de elementos cómicos, dramáticos y absurdos. Como la vida misma.
Y si en el primero hablaba de la situación laboral de unas mujeres, aquí es la soledad, la huida del infierno cotidiano -Inma aparece con una maleta y un ojo morado-, o la necesidad, aunque solo sea ficticia, de encontrar un poco de compañía, la que lleva a cuatro personajes marginales a dirigirse, como cantaba Joaquín Sabina, “a la perdición de los bares de copas”.
Así, en un antro destartalado, en medio de una tormenta, cada uno de esos refugiados “como un perro de nadie, ladrando, a las puertas del cielo” (seguimos con Sabina), va a expresar la rabia y la desolación de unas vidas que la directora nos ayuda a intuir con las letras de los cantes y de algunos textos en off, así como con algún que otro objeto como un teléfono o un ramo de flores.
Sin embargo, hay mucho humor en la tragedia de estas personas y mucho flamenco en el espectáculo que la contiene. Paco Iglesias, como un contrapunto, pone su guitarra brillante y su flema frente a las pasiones desbordadas de los otros tres.
Las dos mujeres defienden sus personajes de un modo extraordinario. Ana Salazar nos conquista desde su primer baile, sentada en una silla giratoria. Por farruca y por todo lo que viene después, ella habla con su cuerpo furioso y preciso, también sensual en muchos momentos. Y canta con su voz tan especial, y expresa con su rostro todas las emociones y las contradicciones que la embargan.
Inma la Carbonera, por su parte, no solo lo canta todo, de la caña a la alegría, con su voz poderosa y su pellizco, sino que también se arriesga como intérprete y, al final, nos muestra su enorme talla como artista interpretando el corrido mexicano de Vicente Fernández, Con golpes de pecho; ese que, de seguro, todas hemos cantado alguna vez en la versión de María Jiménez. Realmente inmensa la Carbonera.
Y qué decir de el Pelón, con su baile salvaje de otra época, del que ya no se ve. Él es el encargado de encarnar al gallo del gallinero, al compendio de la peor masculinidad, tan desconcertado -como muchos de sus congéneres- ante la profundidad de las raíces de la mujer que tiene enfrente, que solo le queda comerse las flores que le traía.
Gracias a ellos, Atrapados logra conjugar lo trágico con lo cómico y lo poético, lo teatral y lo flamenco. Un flamenco que se muestra también en coreografías de conjunto llenas de ritmo, como la estupenda escena de la mesa de billar.
No cabe duda de que Nómadas está abriendo un nuevo registro dentro del flamenco, capaz de atraer a este arte a un público predominantemente teatral. Así lo indican, al menos, los fervorosos aplausos con que acogió anoche a la pieza en el Teatro TNT.
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