Las perfecciones | Crítica

Escenas de la vida 'milenial'

  • Vincenzo Latronico firma con 'Las perfecciones' una novela generacional llena de agudeza, melancolía y autocomplacencia.

Vincenzo Latronico (Roma, 1984).

Vincenzo Latronico (Roma, 1984). / Marcus Lieder

La era digital no ha producido un hombre nuevo, o al menos no ha cumplido las expectativas de horror o felicidad que promete siempre el sueño de las grandes revoluciones. En la era digital existe el mismo amor, la misma desdicha, el mismo entusiasmo de cualquier otra edad. No hemos desarrollado nuevas capacidades, ni seguramente hemos perdido demasiado; somos, en esencia, lo mismo. La literatura utópica y el cine futurista nos han hecho imaginar que las mutaciones serían exteriores –ambientales o corporales: la imagen radical de los coches voladores o la pérdida total del cabello profetizada hace no mucho–, que evolucionaríamos como las jirafas de Lamarck, pero el fin y luego la vuelta a empezar de la historia nos han plantado ante seres bastante parecidos a las criaturas humanas de toda la vida, que temen a Dios y a los demás, que aman y están solas, que se derrumban y, a pesar de todo, siguen adelante.

Tal vez nuestra única revolución haya sido, contra todo pronóstico o esperanza, espiritual. Tal vez las únicas evoluciones sean aquellas que se han operado en nuestra vida interior, precisamente en nuestra forma de temer, amar y sobrevivir. Esto se aplica en especial a la generación milenial, que es la que está verdaderamente situada en medio de eso que se llama un "cambio de época". Una generación que conoció el cassette, que todavía estudió con manuales, al menos en los primeros cursos de sus carreras, y que ha ido creciendo al tiempo que lo hacían Facebook (y Tuenti en España), Twitter, Instagram y ahora, aunque ya como algo exótico, TikTok. La generación que iba a trabajar en lo que realmente le gustaba; una generación, por tanto, vocacionalmente frustrada, la más anticapitalista y la que más y mejor y con más fe se ha tragado las promesas del capitalismo. Una generación que el escritor italiano Vincenzo Latronico (Roma, 1984) ha retratado con precisión en su novela Las perfecciones, recientemente publicada en Anagrama en traducción de Carmen García-Beamud, y con la que compite como finalista del premio Strega, el más importante de las letras italianas, que se fallará en julio.

Nada más manido, estoy de acuerdo, que el tópico de la novela generacional, pero no se puede negar que esta nos describe muy bien y, como corresponde, no escatima en agudeza, melancolía y –esto es inevitable– autocomplacencia. La novela expone, a través de una pareja de jóvenes diseñadores gráficos, un arco generacional bastante extenso determinado por la característica básica de haber lidiado mal con un pasado revolucionario no vivido pero conocido a través de la comodidad de una infancia y una adolescencia privilegiadas. Se podría decir que ese pasado –mayo del 68– ya era de por sí un espejismo bastante endeble, o una fantasía demasiado cómoda, y esto abriría sin duda un poco más la herida.

Cubierta de 'Las perfecciones'. Cubierta de 'Las perfecciones'.

Cubierta de 'Las perfecciones'. / D. S.

Anna y Tom son dos jóvenes expats en Berlín, dos veinteañeros italianos que han ido a cumplir sus sueños a la gran capital europea, que viven con otros expats, que trabajan como ellos desde casa, cumpliendo encargos de diseño, de edición, de maquetación, y que hablan un inglés muy pocas veces expuesto a un verdadero hablante nativo, sino a amigos griegos, españoles, belgas o portugueses. La dulzura del Erasmus perpetuo empieza a teñirse de las obligaciones de la edad adulta, difícilmente encajada en sus casas bien decoradas y repletas de plantas, en bellos edificios más o menos céntricos, último vestigio de un mundo de barrios que ya ha sucumbido a la gentrificación que ellos mismos precipitan y lamentan. Clarividencia, se podría decir, ante las propias contradicciones, y ánimo solidario para ayudar en lo que se pueda a reducir los efectos de la propia huella devastadora. Hasta que llegan los "problemas de verdad", como dirían los más duros de las generaciones anteriores.

La vida interior milenial que describe Latronico es una relación unívoca entre realidad y pantalla: la pantalla para trabajar en un oficio que antes fue un hobby, la pantalla para relacionarse con los amigos, con la pareja, la pantalla entorpeciendo unas relaciones sexuales que no han sido capaces de sobrevivir a su propia liberación con dignidad, la pantalla para coordinar proyectos solidarios ante la llegada de refugiados de la guerra de Siria que, de repente, atraviesan dolorosamente la realidad de la pantalla. Pero Latronico no pretende humillar ni ridiculizar a los personajes de su novela; al contrario, les da la posibilidad de sobrevivir a un discurso generacional que es necesario someter a una crítica rigurosa.

Vincenzo Latronico despliega una prosa sobria, concienzudamente medida y dominada por un tono desengañado y lúcido. El día a día milenial no solo interesará a los coetáneos, que se reconocerán sin duda en el humor algo velado del novelista. Las perfecciones es quizás una novela para las otras generaciones, a las que inevitablemente corresponderá juzgar.

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