Por qué mataron a Luis de Sirval | Crítica

Al servicio de la verdad

  • Espuela de Plata recupera el libro que Ignacio Carral dedicó a Luis de Sirval, un periodista asesinado en 1934 en las  dependencias de la comisaría de Oviedo

Ignacio Carral, en la portada de 'Estampa'.

Ignacio Carral, en la portada de 'Estampa'. / D. S.

Terry Gould es un periodista estadounidense que publicó hace años un libro demoledor con el título de Matar a un periodista. El peligroso oficio de informar. El libro hablaba de casos cercanos en el tiempo, muchos de ellos ocurridos en la primera década del siglo XXI en entornos como México, Rusia o Filipinas, pero podría estar hablando perfectamente de Luis de Sirval, un periodista de origen valenciano asesinado el 27 de octubre de 1934 en las dependencias de la comisaría de Oviedo por intentar informar sobre la recién sofocada Revolución. De hecho, la tesis fundamental de Gould en su libro le encaja muy bien a Sirval, puesto que viene a decir que, para un periodista, vivir en un régimen dictatorial significa sencillamente que no puede escribir, pero viviendo en los lugares donde existen formas de gobierno que permiten la libertad de prensa y cuyos políticos funcionan a su frente como lo harían los capos de una sociedad mafiosa es donde se encuentra el verdadero peligro para esos profesionales. Puede que eso no esté muy lejos de lo sucedido durante el segundo bienio de la Segunda República española, que tras el triunfo de las derechas en las elecciones de diciembre de 1933 –un triunfo provocado en parte por la manipulación periodística que se había hecho sobre el caso Casas Viejas y la aprobación de Manuel Azaña de los hechos, como ha estudiado Tano Ramos– llevó al gobierno a Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical que estaba apoyado por la CEDA de José María Gil Robles. Ante el caso Sirval, Lerroux se lavó las manos.

Como dejó escrito el líder sindical asturiano Ramón González Peña en el panfleto ¡Acusamos!, realizado con la colaboración de periodistas y políticos a la manera del que había escrito Émile Zola en Francia tras el caso Dreyfus –y que se incluye como imprescindible anexo a este libro–, al ir Luis de Sirval a Asturias "dispuesto a examinar objetivamente la insurrección en servicio de la verdad, pereció víctima de su propia rectitud".

Por qué mataron a Luis de Sirval es un puñetazo en el estómago que Ignacio Carral (1898-1935), uno de esos periodistas a la manera de Manuel Chaves Nogales que tuvo el infortunio de morir repentinamente en la redacción del diario La Palabra a los treinta y siete años de edad, le proporcionó al Gobierno de la Segunda República no tanto por lo que le habían hecho a su amigo Luis de Sirval, si no por la casi impunidad grosera con que fueron tratados sus asesinos: tres guardias del Tercio que entraron a por él a la comisaria de Oviedo en la que estaba detenido, lo bajaron a un estrecho patio donde unas horas antes el periodista había estado comiendo con el compañero de oficio Ovidio Gondi –quien luego lo contaría todo– y le pegaron seis tiros mientras, desarmado, gritaba que era inocente y que lo estaban confundiendo. Los asesinos sostuvieron después que el preso había intentado huir de un patio que tenía unos muros de nueve metros de altura y que tras el primer disparo el arma cayó al suelo y se vacío el cargador, curiosamente impactando las balas en el cuerpo del periodista, una de ellas en la cabeza. Por supuesto, no hubo peritaje para rebatir semejantes gansadas y la sentencia los condenó a seis meses de prisión.

En otra ocasión Carral se disfrazó de desarrapado para sus reportajes sobre mendigos

Ignacio Carral fue un buen periodista que realizó un libro valiente y digno, editado en 1935 y opacado después por las circunstancias históricas, pues como sostiene José Luis García Martín en la introducción de esta impagable reedición, después de la Revolución de Octubre de 1934 vino el levantamiento de julio de 1936, y con él una represión mucho mayor que la anterior. El libro de Carral, que denunciaba un caso ocurrido durante esa Segunda República, quedó olvidado, puesto que a nadie interesó volver sobre un material que se podía erigir en símbolo de las contradicciones de un periodo histórico idealizado por la izquierda y demonizado por la derecha. Por qué mataron a Luis de Sirval es una pequeña joya olvidada que se lee como una novela, y a ello no contribuyen poco dos de las crónicas que el propio Sirval escribió durante su viaje a Asturias y llegó a publicar. Carral las reproduce completas. Luis de Sirval era un periodista republicano de izquierdas, pero tenía claro cuál era su labor e intentaba buscar la verdad, ese grial al que pretende acercarse cualquier periodista de bien. Inmerso en esa búsqueda, los insurgentes de 1934 no siempre quedan bien parados en estas dos crónicas. Me parece que una buena parábola de lo que fueron aquellos quince días que trataron de conmover al mundo es la siguiente anécdota que recogía en una de sus ellas: "Los rojos discurrían los más inverosímiles procedimientos de ataque a las tropas. Me lo cuenta un vecino. Prácticos en el uso de la dinamita, un día cargaron un mulo de este terrible explosivo y lo proveyeron de una mecha con duración al cálculo de tiempo que el mulo tardaría en llegar a la columna. En seguida la prendieron fuego. El animal, al sentir junto al rabo el chirrido de la combustión, emprendió veloz carrera, y muy cerca ya del Valle del Ciego voló el mulo y la carga en cien mil pedazos. –Por cierto –agrega mi informador–, que al querer repetir la experiencia, el nuevo mulo volvió grupas a la salida del pueblo, y los rojos tuvieron que matarle a tiros para que no siguiera avanzando hacia ellos, escapando a continuación precipitadamente."

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro. / D. S.

Luis de Sirval solamente llegó a publicar un libro en vida: Huellas de las constituyentes, un conjunto de crónicas parlamentarias reunidas en volumen y en las que nos asoma al nacimiento de la Segunda República, a la formación de las Cortes Constituyentes durante los seis primeros meses de su andadura, al proceso de alumbramiento de la Constitución republicana de 1931 y al primer gobierno de Azaña. El libro, complemento perfecto a Por qué mataron a Luis de Sirval, se reeditó en 2021 también con prólogo de José Luis García Martín y el volumen incluye como anexos algunos de los materiales del panfleto ¡Acusamos!, como el impagable artículo de Ovidio Gondi que reconstruye el asesinato de Sirval, pero además incorpora la ridícula sentencia a los asesinos y el impecable recurso de casación que contra la sentencia interpuso Eduardo Ortega y Gasset, abogado de la familia de Luis de Sirval.

Sobre cómo tuvo lugar la sangrante y gratuita muerte de Luis de Sirval, posiblemente provocada por los comentarios del periodista en la fonda La Flora, donde se hospedaba en Oviedo, con los que trataba de desmentir las barbaridades que sobre los mineros insurrectos se decían y, puede que también, de esclarecer el asesinato de Aida Lafuente, nos habla este libro, crónica de un asesinato que no deja de recurrir alguna vez a la ficción basada en hechos reales, como cuando reproduce las conversaciones de la fonda.

Ignacio Carral era un periodista de raza, con olfato y valor para la investigación, como demostró al disfrazarse de desarrapado para realizar sus reportajes sobre mendigos, locos, desahuciados y apartados del sistema en general que se publicaron en la revista Estampa acompañados de elocuentes fotografías a principios de los años treinta. En Por qué mataron a Luis de Sirval vuelve a demostrarlo al hacernos creer que, para que la Historia te absuelva, una buena pluma siempre valdrá infinitamente más que una pistola.

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