El potencial crítico del pop alemán
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo programa hasta el 15 de junio la primera exposición en España de KP Brehmer
En la segunda mitad del siglo XX, las imágenes de la cultura de masas, generadas día a día por la publicidad, la revista ilustrada, la televisión o el cine, promovieron nuevas inquitudes en el arte. En Gran Bretaña fomentaron la ironía sobre el consumo, la amenaza de guerra atómica y el erotismo de fotonovela, mientras que en Estados Unidos impulsaban la reflexión sobre nuevas mitologías. Más complicada era la situación en Alemania donde, mientras proliferan tales imágenes, se cumple una revisión de la propia cultura y hay cierta reserva respecto a la carga de irracionalismo que puede alentar bajo la capacidad expresiva del arte. La obra de Klaus Peter Brehmer (que se expone por primera vez en España) permite orientarse por este laberinto del pop alemán, más reflexivo y, para nosotros, menos familiar que el británico o el norteamericano.
Brehmer insiste, por ejemplo, en la novedad de la situación que inutiliza ciertas oposiciones características hasta entonces del mundo del arte. El problema no radica ya en un arte comprometido frente a otro sólo celoso de la forma. Más que denunciar, lo necesario ahora es dar que pensar. Mientras la sociedad parece calmada por una economía que busca el consumo de masas y por un Estado que con la redistribución fiscal promueve tal consumo, se están produciendo transformaciones de alcance: una gran acumulación de capital y un notable renacer de la violencia. Brehmer simboliza el primer cambio con una bandera alemana donde la franja amarilla -tradicionalmente, color de oro-, signo de la oligarquía, se ensancha a expensas de las otras dos, negra y roja, índice de las clases media y obrera. Otra bandera, la de Estados Unidos, azul cielo y rojo sangre, apunta a la violencia desatada en Vietnam.
Más interesantes que estos índices inmediatos de la falsa conciencia son las obras de Brehmer que muestran de un modo u otro la retórica de las imágenes. Así ocurre con los trabajos dedicados al Paisaje ideal. Tras el atractivo de las imágenes de ciertos jardines históricos o de parajes recomendados por el turismo, Brehmer advierte la carga ideológica de una burguesía convencida de que la naturaleza puede dominarse a cualquier precio. Por otra parte, la que algunos llaman la magia del color ¿no brota de una industria capaz de producirlo con los más exigentes matices, como muestran las cartas y muestrarios comerciales?
Este afán de sacar a la luz estructuras ocultas, que modelan nuestra sensibilidad y aun nuestros afectos, es una constante de el trabajo de KP Brehmer. Dos breves películas (Madame Butterfly y Kleist film) sugieren que el arte siempre presenta una visión mediatizada de la realidad, mientras que algunos trabajos sobre papel muestran la correlación entre la geografía (el mapa) y el poder en expansión del dinero o los afanes de dominación del Estado. Los mismos sellos de correos (son años en los que se multiplican en número y diseño las emisiones de estampillas postales) se convierten por el Estado en emblemas ideológicos o propagandísticos.
Tal análisis crítico se relaciona estrechamente con otra inquietud de Brehmer, característica de la época, la relación entre la llamada alta cultura (centrada en la tradición artística y literaria, y en general, en el saber académico) y esa otra, vulgar y siempre al borde del mal gusto, pero que se extiende por la sociedad por los más diversos capilares, llamada baja cultura. El autor ironiza sobre esta última en unos pocos metros de película dedicados al monumento a la victoria, la célebre Siegessäule, que se levanta al norte del Tiergarten en Berlín: ¿coincide la imagen que de ella tiene el turista con su forma real? Pero también lo hace a propósito de los coleccionistas y conocedores de arte, presa frecuente de megalomanía, como evidencian sus reflexiones sobre la calavera de Goya. Alta y baja culturas se unen además, en nuestra época, en un culto a la trivialidad, otro tema que desarrolla Brehmer desde diferentes puntos de vista.
La muestra constituye, pues, un excelente testimonio sobre el potencial crítico y reflexivo del arte pop, una concepción artística frecuentemente mal entendida porque bajo sus iconos, tan alejados de la tradición, muchos creen ver sólo una rendición del arte ante la seducción del consumo, sin percibir el talante crítico que encierran respecto a la época y a la misma praxis artística. El pop es, por el contrario, una primera crítica de los mitos de la modernidad, como se advierte en otra obra de Brehmer, la que examina las alternancias de ánimo de un obrero, descubriendo una identidad débil, tan alejada de ascética del trabajo, promovida por el capitalismo, como del heroísmo proletario, impulsado por los entonces llamados estados socialistas.
KP Brehmer. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Avenida de Américo Vespucio, 2, Isla de la Cartuja, Sevilla. Hasta el 15 de junio.
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