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Premios Goya en Sevilla 2019
"¡Queremos entrar, queremos entrar!", gritaban con humor los jóvenes que se agolparon desde las cinco de tarde a las afueras de Fibes, expectantes ante el desfile de famosos que iba accediendo al Palacio de Congresos proyectado por Guillermo Vázquez Consuegra. Numerosos vecinos se desplazaron también hasta las inmediaciones para avistar la alfombra roja más larga que han visto los Premios Goya. Y nadie se movió hasta que hacia las diez de la noche se cerraron las puertas y comenzó la función. Las actrices de la película Carmen y Lola de Arantxa Echevarria, especialmente Carolina Yuste, que se haría con el Goya a mejor actriz de reparto, les bailaron a través de las grandes cristaleras. Y hasta Rossy de Palma se hizo un selfie con ellos al fondo, todos esos cinéfilos o amantes del famoseo que querían entrar y aplaudieron y jalearon como un invitado más.
Una fuerte presencia policial señalaba la inminencia de la gran fiesta del cine español, unos Goya que, por segunda vez en su historia (la anterior fue en Barcelona), salían de Madrid. Los invitados accedieron al recinto con los abanicos rojos contra la violencia machista que repartía la Asociación de Mujeres Cineastas (Cima) y un lema: "Ni una más". Rozalén, protagonista de otro de los números musicales con Amaia Romero y Judit Neddermann, reconocía que "hay mucha desigualdad, pero no puede ser que nos estén asesinando a las mujeres. En una gala hay sitio para todo, para pasarlo bien y para reivindicar también, me parece estupenda esta iniciativa". Ella presumía de ir vestida "por la diseñadora Juana Martín, gitana y cordobesa".
Hubo mucha reivindicación en los pasillos, la alfombra roja y hasta en los ascensores. Se habló de feminismo, pero también de inclusión social. Nada más llegar, los intérpretes de Campeones, muchos de ellos discapacitados, recibieron el cariño del público y de los medios acreditados. "No os paréis, no os paréis", les pedía su responsable de prensa porque había que tomar asiento y ellos estaban disfrutando de la calurosa acogida.
Una de las grandes sorpresas de la noche era el debut en un acto oficial de estas características del nuevo presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, que acudió con su esposa, Manuela Villena, ambos impecablemente vestidos y él, por cierto, dispuesto incluso a mojarse (para acabar, de hecho, acertando), al declarse admirador de Campeones, "no sólo por el mensaje social, sino porque todos hacen unos papelazos y es un peliculón". "Andalucía tiene capacidad para organizar los premios Goya cuantos años quieran", dijo ya en tono institucional. Tanta capacidad, añadió Moreno, que si por él fuera esta comunidad sería "prácticamente sede permanente" de estos premios. A Pablo Casado, líder nacional de su partido, el PP, lo vimos departir amigablemente con Jorge Sanz, que llegó acompañado de su amiga Loles León. Más reservado estuvo Pablo Echenique, secretario general de Podemos, que evitó los flashes a su llegada, aunque no le sirvió de nada porque Buenafuente le hizo foco de su humor en la gala televisada.
En un breve lapso de tiempo todos los colores políticos del panorama español coincidieron al borde de la alfombra roja, menos Vox. La formación que lidera Santiago Abascal volvió a quejarse ayer por las redes sociales de que "la mafia del cine" no les había invitado a la gala.
Feliz se veía al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, que llegó a la gala acompañado del ministro de Cultura, el almeriense José Guirao; por el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Gómez de Celis, y por su delegado de Cultura, Antonio Muñoz. Le dio tiempo a valorar con el presidente de la Academia de Cine, Mariano Barroso, el engranaje perfecto de la maquinaria de estos premios Goya. Muy cerca de ellos llegaba Isaki Lacuesta, autor de la fascinante Entre dos aguas, que cuenta con producción sevillana y alma e historia gaditana.
Todo lucía enorme y fotogénico en Fibes. Curiosamente, no fueron actrices sino una cantante, Rosalía, la que captó las miradas de todos con su vestido negro minifaldero de Juan Vidal y su actitud concentrada. Su actuación era la más esperada de la noche y su llegada provocó la admiración global. En la gala, de rojo pasión, tuvo ocasión de homenajear a Los Chunguitos al reinterpretar Me quedo contigo, de la banda sonora de Deprisa, deprisa (1981) de Carlos Saura.
Por cierto, no faltaba entre el público la gran cantaora Carmen Linares, que llegó con su humildad habitual pese a haber sido ella, mucho antes de que Rosalía naciera, la gran voz de la mujer en el flamenco. Hubo sitio para todos, pero los que jugaban en casa y no estaban en las quinielas, como el cineasta Alberto Rodríguez, se lo pasaron en grande desde la propia alfombra roja. "Disfruto más que cuando vengo nominado", explicaba Rodríguez, rodeado de amigos con opciones a estatuilla que sí tenían los nervios a flor de piel, principalmente Antonio de la Torre, al que con tanta maestría él dirigió en Grupo 7 y La Isla Mínima.
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