El mal(estar) en casa
Subsuelo | Crítica
La ficha
*** 'Subsuelo'. Thriller, España, 2025, 115 min. Dirección: Fernando Franco. Guion: F. Franco y Begoña Arostegui. Fotografía: Santiago Racaj. Música: Maite Arroitajauregi. Intérpretes: Julia Martínez, Diego Garisa, Nacho Sánchez, Sonia Almarcha, Itzán Escamilla, Íñigo de la Iglesia.
Un largo plano secuencia cuece poco a poco la tensión con la que se abre el nuevo filme de Fernando Franco (La herida, Morir, La consagración de la primavera), adaptación de la novela del argentino Marcelo Luján cuyo guion acaba de ganar premio en la Seminci. Lo que pudiera hacernos pensar en una nueva película de dispositivo se rompe pronto entre imágenes de móvil y gestos de montaje que concluyen en un potente (aunque no menos esperado) golpe de efecto que activa el relato a partir de sus consecuencias.
Arranca así esta historia de hermanos mellizos unidos por un vínculo perverso, de triángulos que redoblan atracciones primigenias y juegos de adolescencia, de pantallas comunicantes y mensajes en espera, de padres que no se enteran de lo que tienen en casa y de la paulatina infiltración de la maldad en el aparentemente plácido universo de la clase media acomodada.
Un cierto aire hanekiano guía el recorrido, impulsa las elipsis y genera las formas limpias del filme de Franco, un recorrido enturbiado por la propia sustancia prohibida y corrosiva que lo atraviesa, también por el enjambre musical de Mursego que contamina las acciones de ese tono de violencia creciente que va revelando poco a poco unos vínculos pervertidos basados en la mentira, la ocultación, el chantaje, el abuso y todo aquello que sucede tras las puertas y en la trastienda de la normalidad familiar pequeñoburguesa.
Julia Martínez y Diego Garisa encarnan con cierto sesgo enfermizo y patológico a esos dos hermanos fatalmente unidos en el origen y el destino. A su lado, los padres que interpretan Sonia Almarcha e Íñigo de la Iglesia se nos antojan fuera de foco y tono, incluso aunque Franco pretenda tal vez con ello subrayar la distancia, la opacidad y la incomunicación que se ha instalado entre unos y otros.
Lo mejor de Subsuelo está siempre del lado de los primeros, de la justa medida del control, el terror y el tabú que se infiltran entre los pliegues de lo cotidiano, en el cuerpo, la mirada y las cicatrices de esa adolescente atrapada en el ciclo de la culpa, la vergüenza, el silencio, el deseo y la autodestrucción. Un ciclo sin salida ni soluciones claras. Por momentos, se diría que Subsuelo podría haber sido también una película del cancelado y reivindicable Carlos Vermut.
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