Baile: María Moreno. Cante: Moi de Morón, Jeromo Segura. Guitarra: Jesús Guerrero. Palmas: El Choro. Lugar: Teatro del Duque. Fecha: Miércoles, 19 de enero. Aforo: Lleno.

La vocación y la voluntad le han dado la técnica. La seguridad de los pies. El manejo del mantón y la bata de cola. La variedad de recursos con la mitad superior del cuerpo. Pero la gracia yla frescura son innatas. De esta manera, por esa familiaridad con la técnica, ésta no puede estar sino al servicio de la personalidad de la intérprete. Porque se baila como se es, parafraseando al torero. Y Moreno es, ya lo he dicho, frescura, un desparpajo ingenuo, calidez y gracia. Sí, los caracteres flamencos de su tierra gaditana. De su tierra. Por eso no tiene por qué esforzarse, no tiene por qué convencer, puesto que vence con su sola presencia escénica. Por ejemplo, no tiene que abusar de un recurso tan efectista como el remate.

Con el turbión homogeneizador que recorre todo el arte flamenco contemporáneo, todo el arte, toda la sociedad, se torna una necesidad vital preservar los caracteres propios de los diferentes estilos. Porque cada palo del flamenco está concebido para una concreta emoción de la baraja de sentimientos de los hombres y mujeres. Por eso no me gustó el inicio de la guajira, ni tampoco, en parte, el final. El resto de la pieza fue una pura delicia, de seducción, de insinuación, de manejo de la bata de cola con el interior de la pierna.