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Cultura

En torno a Manuel Castillo

  • La editorial Libargo publica las ponencias de un encuentro celebrado en abril de 2015 en torno a la figura del compositor sevillano Manuel Castillo.

EN TORNO A MANUEL CASTILLO. Francisco Cuadrado Méndez, Benito Mahedero Ruiz e Israel Sánchez López (coords.) Libargo. Sevilla, 2016. 327 págs. 23,99 euros.

En 1949 muere Joaquín Turina y un joven sevillano de diecinueve años se presenta en público con una Sonatina para piano, obra en la que se manifiesta su "deseo de integrar la clásica forma en un marco más o menos andalucista". El doble acontecimiento puede considerarse un relevo simbólico en el puesto más alto del panteón de músicos sevillanos del siglo XX, por más que andando el tiempo aquel joven no pueda considerarse ni mucho menos un seguidor del estilo turiniano.

Manuel Castillo, pues ese era el nombre del autor de la Sonatina, había estudiado con Norberto Almandoz y en los años siguientes completaría aún su formación como pianista y compositor, en Madrid con Antonio Lucas Moreno y Conrado del Campo y en París con Lazare Levy y Nadia Boulanger. Dos veces Premio Nacional de Música de Composición (1959 y 1990), autor de un amplio catálogo de obras en casi todos los géneros vocales e instrumentales, docente reconocidísimo en el Conservatorio Superior de Sevilla, que dirigió entre 1964 y 1978 y desde 1992 lleva su nombre, Castillo falleció en 2005 en su casa sevillana del barrio de Los Remedios en un triste estado depresivo que arrastró la última década de su existencia.

Por el décimo aniversario de su muerte, el Conservatorio sevillano y la Universidad Loyola organizaron un encuentro en torno a su figura cuyas ponencias ven ahora la luz en una austera edición de la editorial Libargo. El volumen reúne diez colaboraciones orientadas fundamentalmente al análisis de la obra del compositor a través de algunas piezas especialmente significativas o de sectores completos de su producción, aunque también hay unos trazos biográficos y una visión del músico desde la mirada de la evolución de la musicología. La firmante de este último capítulo, la profesora Julia Esther García Manzano, considera que "desde la perspectiva de la musicología actual, las antiguas barreras entre música de vanguardia o música ligada a la tradición se van diluyendo dentro de una concepción musical más amplia. Esto implica que el acercamiento a la música de Castillo no tiene que pasar necesariamente por un primer posicionamiento del autor como músico conservador o innovador". En el mismo sentido se pronuncia Benito Mahedero, uno de los coordinadores de la obra: "Al habernos liberado de los prejuicios historiográficos modernistas basados en la antigua idea de progreso y de la visión de las llamadas vanguardias como constituyentes de la corriente dominante y excluyente de la música clásica occidental del siglo XX, podemos plantearnos hacer una valoración más ajustada de la figura de Castillo, evitando caer en la visión posmoderna opuesta, que lo que hace es sustituir una corriente dominante por otra. Para valorar a un compositor, lo primero que hay que hacer es estudiarlo y hablar de su obra en términos musicales, no repitiendo vaguedades y tópicos que pasan de unos autores a otros y que muchas veces no significan nada. Esto está todavía por hacer. Nosotros, con el encuentro que organizamos y con este libro hemos pretendido aportar nuevos elementos de crítica".

El fulgor cultural de los primeros 90, con la fundación del Teatro de la Maestranza y de la Orquesta Sinfónica de Sevilla supuso un momento especial en la difusión de la obra de Castillo, que se benefició además de la proliferación de encargos importantes (entre ellos, los de sus Sinfonías 2ª y ), pero poco a poco el impulso se frenó. Para Mahedero, "es evidente que no se ha hecho lo suficiente en la difusión de su obra, aunque hay que destacar que hay intérpretes que se van interesando cada vez más por ella. También en los conservatorios deberíamos cuidar la difusión de su música". Julia Esther García cree que "la muerte no supone el inicio de un reconocimiento más amplio, sino, por el contrario y por desgracia, el inicio de un paulatino olvido. Esperemos que no sea este el caso de Castillo. Queremos que la edición de este libro sea un impulso en esa necesaria reivindicación de su música".

Sobre las líneas estéticas del compositor, Mahedero piensa que "se ha repetido mucho que Castillo tiene un estilo absolutamente original, sin influencias. Esto es absurdo. Sería el primer caso en la historia de la música. Además, el propio Castillo reconocía numerosas influencias, como las de Falla, Ravel y, sobre todo, Bartók. Él dijo que creía haber alcanzado un estilo personal, lo que no hay que confundir con la idea modernista de originalidad". En esto mismo abunda García Manzano, quien no cree "que Castillo fuera una figura aislada de su tiempo, más bien todo lo contrario. Fue una figura de integración para la joven creación andaluza, ya que a través de ella podían estar al día de la evolución compositiva de la segunda mitad del siglo XX. Castillo mantenía relaciones con los principales compositores del momento".

Ambos especialistas coinciden en la importancia capital de Manuel Castillo como docente: "Es el Maestro para los compositores que tuvieron la suerte de poder asistir a sus clases. Él sabía sacar lo mejor de sus alumnos, enseñarles a buscar la coherencia, sin imponerles ningún estilo", afirma Mahedero. Su compañera en el departamento de Musicología del Conservatorio Superior añade: "Hacía escuchar a sus alumnos música de los grandes compositores de su tiempo, y discutía sobre ella al margen de la línea estética que siguiera en sus propias composiciones. Desde el punto de vista pedagógico, Castillo fue la figura más importante de la composición musical andaluza de la segunda mitad del siglo XX".

Entre las obras que son sometidas a escrutinio musicológico en este volumen se encuentran la Sonata para guitarra, el Quinteto de viento o el Concierto para piano nº1, pero también la muy singular Introducción y pasacalles para clave a cuatro manos, obra adscrita al serialismo. De su análisis se encarga Benito Mahedero, quien confirma la singularidad de esta partitura en su catálogo: "Castillo utilizó ocasionalmente y de manera libre procedimientos seriales en varias de sus obras, pero es verdad que esta obra resulta excepcional por ser rigurosamente serial, dodecafónica, y estar escrita en 1985. No se trata de una experimentación juvenil de aprendizaje. Como digo en mi artículo, aunque probablemente no sea una de sus obras mayores, refleja muchas de las características de Castillo, la interpretación de la tradición desde el presente, la importancia de la forma y la idea de que el lenguaje es un medio, no un fin en sí mismo".

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