LA VIOLACIÓN DE LUCRECIA | CRÍTICA DE TEATRO

Nadie defendió a Lucrecia

La actriz Lorena Ávila en un momento de la obra.

La actriz Lorena Ávila en un momento de la obra. / Fernando Brea

La realidad histórica del personaje de Lucrecia está puesta en tela de juicio en la actualidad. El historiador Tito Livio nos cuenta que era la esposa de Colatino, compañero de armas del príncipe Sexto Tarquinio, hijo del rey de Roma. Fuera real o leyenda, su violación por parte del Tarquinio y amigo de su esposo y su posterior suicidio contribuyó a la caída de la monarquía y la llegada de la república a Roma.

Este hecho, acontecido 500 años antes de nuestra era, ha sido llevado en muchas ocasiones a la literatura, música, pintura y escultura. Teatro Clásico de Sevilla aborda el texto de Shakespeare, escrito en 1593, para desenvolverlo de su capa poética, casi romántica y transformarlo en una denuncia sin tapujos de un acto deleznable que el hombre, como espécimen, ha perpetrado sobre las mujeres durante siglos, convertido en un arma de guerra o en un asunto privado en el que el uso de la fuerza, del dominio y de la humillación se vive con una desafortunada naturalidad.

Planteado como un working progress que evolucionará, sin duda, la propuesta de Alfonso Zurro sorprende por la claridad de su planteamiento, un enérgico posicionamiento ante esta lacra social y de la que las mujeres siguen siendo víctimas ya sea como botín de guerra, como una forma de maldad destructora al engendrar hijos que les recordarán a sus verdugos o como simples objetos de placer de unos hombres carentes de hombría.

Alfonso Zurro escribe un texto sobrecogedor y muy atractivo en el que le hace un pulso al bardo inglés. Para ello cuenta con una cómplice magnífica en la actriz protagonista, Lorena Ávila, que va desdoblándose en Lucrecia, en princesa troyana, o en una chica joven de nuestro tiempo que conoce a un hombre de sonrisa irresistible en una discoteca.

Literariamente acierta porque pone en evidencia el halo literario del poema de autor de Romeo y Julieta frente a la oscura realidad. No se trata de un lobo que seduce a una oveja. Se trata de un hecho execrable que un hombre ejerce sobre el cuerpo y el alma de una mujer.

Lorena Ávila, la actriz, unas veces Lucrecia, otras una chica violada y abandonada en un descampado, va entrando y saliendo de sus personajes, interactuando con el público y discutiendo con el mismísimo Shakespeare al que le reprueba su mirada de hombre sobre lo que le pasó a Lucrecia hace 2500 años.

La interpretación de Ávila, sin concesiones ni estridencias, marca la importancia de un texto que se aleja del mitin y se adentra en la buena literatura dramática que recoge textos contemporáneos desgraciadamente muy conocidos por todos nosotros y de los que se han hecho eco los medios de comunicación. El dolor de la mujer que representa es ahogado por las telas rojas diseñadas por Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán y la noche es mostrada por la tenue iluminación de Florencio Ortiz.

Obra importante, obra necesaria. El arte está para reflejar el dolor y el abuso. En este caso uno que se repite desde hace más de dos mil años. No estamos ante una obra gore, estamos ante un bello poema dramático actual que cuenta con la maravillosa voz de Lorena Ávila a la que esperemos que en una evolución de este working progress la dejen cantar más en una próxima versión.

Teatro Clásico vuelve a contar con su equipo estable, Manolo Cortés, Elena Córdoba, Fernando Brea, Verónica Rodríguez, Isabel Vázquez, Ángel Pantoja, Noelia Diez. Juan Motilla, Enrique Galera, Txitxo Oliveira. Rosalía Lago y Luis Alberto Domínguez consiguiendo la excelente factura a la que nos tiene acostumbrados. Del 4 al 29 de julio. De martes a sábado a las 22:00 horas

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