Cultura

El valor añadido de una joven batuta

  • El jovencísimo maestro ruso Maxim Emelyanychev hizo olvidar la plomiza versión que en su día ofreciera Ros Marbá

Drama jocoso en dos actos de Wolfgang Amadeus Mozart. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Orquesta Barroca del Conservatorio Manuel Castillo. Dirección musical y clave: Maxim Emelyanychev. Dirección de escena: Mario Gas. Reposición de la puesta en escena: José Antonio Guitérrez. Director del coro: Íñigo Sampil. Escenografía: Ezio Frigerio. Vestuario: Franca Squarciapino. Iluminación: Juan Manuel Guerra. Principales intérpretes: Carlos Álvarez (barítono, Don Giovanni), Pavel Daniluk (bajo, Comendador), Yolanda Auyanet (soprano, Doña Ana), José Luis Sola (tenor, Don Octavio), Maite Alberola (soprano, Doña Elvira), David Menéndez (barítono, Leporello), Rocío Ignacio (soprano, Zerlina), David Lagares (bajo, Masetto). Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Viernes 21 de noviembre. Afluencia: Lleno.

Abrió el Maestranza su temporada de ópera con la reposición del Don Giovanni mozartiano que Mario Gas estrenó en el teatro en 2008. Seis años después su concepción me sigue pareciendo ambigua e incluso contradictoria. A Gas no parecen gustarle los elementos sobrenaturales, aunque no sé si sustituir una estatua de piedra moviendo la cabeza por un cadáver con aspecto de Nosferatu dentro de su atáud haciendo lo mismo mejora la cuestión; también parece querer trabajar con estereotipos y conceptos universales, pese a lo cual encuadra la anécdota en una venganza siciliana entre bandas de gángsters. Al final, el dramaturgo uruguayo perdona al libertino castigado, y en esa idea quizá haya que ver a Don Juan, el hombre sin pasado ni futuro, como la figura arquetípica que simboliza el eterno presente del deseo.

Con respecto a 2008 parecen haberse revisado, para mejor, el juego con las luces y el trabajo de actores, en el que se ha profundizado. De cualquier modo, la gran novedad, el salto adelante vino desde el foso: el jovencísimo maestro ruso Maxim Emelyanychev hizo olvidar la plomiza versión que en su día ofreciera Ros Marbá. Con un fraseo magníficamente articulado, acentos vigorosos pero nunca exagerados y un exquisito tratamiento del color logró transmitir todo el sentido del drama, respetando siempre a las voces y la soberbia línea melódica del compositor.

Carlos Álvarez sigue manteniendo las dotes actorales, la efusión expresiva y la frescura del instrumento ideales para el personaje. El resto del elenco no desmereció en absoluto. David Menéndez mostró como Leporello una voz joven, bella y bien timbrada, pero a la vez empuje y exquisito fraseo (muy variado en su aria del catálogo). No tan refinado pero rotundo el Comendador de Pavel Daniluk y muy grata sorpresa la del Masetto de un estupendo David Lagares. Completando la parte masculina, José Luis Sola solventó las agilidades de Il mio tesoro, pero lució especialmente en un delicado Dalla sua pace. Entre las mujeres Yolanda Auyanet hizo la Doña Ana intensa y brillante que ya se le conoce; Maite Alberola fue de menos a más con su doña Elvira: la voz fue colocándose para imponerse en un Mi tradì de notable dramatismo. Muy convincente la Zerlina de Rocío Ignacio, sobre todo en un Batti, batti sensual y matizadísimo. Impecable el coro en sus breves intervenciones.

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