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Flojos, dispersos, perezosos, amantes de la fiesta, graciosos, exageradamente alegres y muy amigos del cante y el baile. Así nos ven de Despeñaperros para arriba. Fans número uno de las ayudas estatales para trabajar poco y festejar mucho, enamorados de la siesta y abanderados del buen comer. Eso somos. Además, no sabemos hablar, ni siquiera escribir. A todos los efectos, somos una especie de desliz de Dios, que al séptimo día, entre descanso y descanso, decidió crear al andaluz. Y, claro, cuando se siente pereza normal que no salgan las cosas como uno desea. De aquella pereza divina, este andaluz defectuoso que en primavera, para más inri, saca a relucir todas esas cuestionables particularidades.

La estación de las flores trae ferias -la de Abril comenzó ayer- verbenas y romerías y en ellas, como es lógico y normal, el cante, el baile, el buen comer y las bebidas espirituosas están más que presentes. Las cadenas de televisión nacionales ya se encargan de que en sus telediarios salga lo mejorcito de cada casa para que el resto de españoles no desvirtúe la imagen que tienen del andaluz. Ya ha pasado durante la Semana Santa, así que los demás eventos autonómicos no iban a ser menos.

País con una doble moral inaudita, es llegar la primavera y a los vecinos norteños olvidárseles lo tremendamente flojos que somos. Se suceden las llamadas de teléfono, se reservan habitaciones de hoteles y hasta se pillan vacaciones. Todo vale para colarse en la fiesta andaluza de turno. La Feria de Abril, los patios de Córdoba, el Rocío, los carnavales de Cádiz... ¿Dónde festejan, que yo me apunto? Y nosotros, los reyes de la fiesta, además de vagos y perezosos, abrimos nuestras casas para compartir con ellos lo mejor que tenemos: la alegría. Como buenos anfitriones los llevamos por lo mejor de cada fiesta, por lo más auténtico y genuino de nuestro sentir para que conozcan el verdadero corazón del pueblo andaluz, ese que lleva toda la vida cantando para espantar sus maluras, ese al que ponen de vuelta y media por mostrar una aparente felicidad cuando lo que toca es flagelarse. Pero aquí que siga la fiesta, que no pare la música para que los bufones sureños sigan entreteniendo a la corte del norte. Ya si eso que vengan a vernos cuando la meteorología nos deja sin cosechas o cuando ponemos carreteras a 40 grados

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