Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Cien años...
Tribuna Económica
Desde el inicio de la crisis, la economía española ha crecido un 8,2% en términos nominales (un 4,3% en términos reales, es decir, descontando la inflación) y un 17,8% desde 2013. El empleo también continúa creciendo, aunque todavía falta por recuperar 1,4 millones de los 3,5 que desaparecieron entre 2008 y 2013. Por su parte, la productividad por ocupado ha aumentado, también en términos nominales, un 15,6% desde 2008, pero sólo un 4,5% desde 2013.
Productividad y empleo son variables que siempre parecen estar en conflicto. Cuando una aumenta, la otra disminuye y viceversa, como ocurrió en torno a 2013, el peor año de la crisis. La explicación está en que la principal fuente de la productividad en España, al menos durante los primeros años de la crisis, fue la destrucción de empleo. Pero en esta disputa, ¿qué papel ha correspondido a los salarios?
Desde luego, la parte del crecimiento que se han llevado ha sido pequeña. Si acudimos al INE (Encuesta Trimestral de Coste Laboral), nos encontramos con que el coste laboral por trabajador aumentó en un 5,8% entre 2008 y 2018, mientras que el componente salarial lo hizo en un 6,6%. En ambos casos crecieron menos que la economía y, sobre todo, que la productividad, lo que nos confirma su modesta participación en el pastel de la recuperación. 2013 fue un periodo de inflexión en este reparto, puesto que la mayor parte del crecimiento de los costes laborales (el 79,5% del total) tuvo lugar en la primera parte de la crisis.
También es significativo que el crecimiento del componente salarial fuese mayor que el del total de los costes laborales, por cuanto significa que parte más intensa del ajuste de los costes laborales durante la crisis ha recaído sobre los componentes no salariales (cotizaciones sociales, impuestos, etc.).
Si nos fijamos en los costes laborales y salariales por hora trabajada, observamos que el crecimiento ha sido mucho más intenso que por trabajador. En concreto, del 11,1% y del 13,6%, respectivamente. Esto quiere decir, que la remuneración por hora trabajada ha crecido más que la economía, aunque menos que la productividad, pero en ambos casos bastante más que la remuneración por trabajador. Además, en el caso del total de los costes laborales por hora trabajado, el 80% de crecimiento tuvo lugar entre 2008 y 2013, mientras en el del salario se limitó al 59%. Esta combinación de circunstancias son un reflejo más de la precariedad laboral (reducción en el número de horas trabajadas por persona) posterior a 2013, pero también de que el grueso de la contención de los costes laborales tuvo lugar en los componentes no salariales.
De estos datos se extraen dos ideas claras. La primera, que los costes laborales tardaron en ajustarse a la crisis y que tiene sentido hablar de devaluación interna (salarial), tras la reforma laboral de 2012. La segunda, que los años de más intenso crecimiento salarial coincidieron con los de mayor destrucción de empleo. En sentido contrario, la recuperación del empleo (a partir de 2014) coincidió con los años de contención de los salarios, que también fueron en los que más aumentó la desigualdad.
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