Con lo de Espavisión no me refiero a la unión de las palabras España y Eurovisión. Me refiero a que el programa Objetivo Eurovisión fue cuanto menos espantoso. Y lo que es peor, fue una falta de respeto constante hacia los espectadores. No sé el motivo por el que Anne Igartiburu ya no está al frente de esta gala pero desde luego ha ganado en tranquilidad. Jaime Cantizano ya no sabía donde meterse. Las dos horas de programa se le debieron hacer eternas, como a los que estábamos en casa. Una vez más la gala dejó mucho que desear por parte de TVE. La realización fue un caos. Planos que no tenían sentido o cámaras que se metían en los planos de las actuaciones de los aspirantes a representar a España fueron constantes. El sonido fue bastante mejorable. En cuanto a las actuaciones las hubo flojas como la de Paula Rojo, que con su tema country parecía que se presentaba a Eurojunior, la de Mirela, que pese a tener aire eurovisivo parecía una candidatura del siglo pasado o la de Mario Jefferson, el intento de Justin Bieber español. Se salvan las actuaciones de Leklein y Maika, que superaron con creces la calidad vocal de sus contrincantes, la puesta en escena y la seguridad que tienen en sí mismas quedó patente sobre el escenario. Pero lo que sucedió en plató dejó en un segundo plano los fallos desde el punto de vista técnico y lo malo de las actuaciones.

Fue un espectáculo patético, que traspasó los límites. Eurovisión es uno de los mayores espectáculos televisivos y musicales, y el sábado se demostró que en España damos espectáculo. ¡Y vaya espectáculo! Primero por la actuación de Manel Navarro. Vaya por delante el respeto a todos los artistas pero su actuación fue la peor de todas. Inseguridad y nervios que hicieron que vocalmente su nivel fuera muy bajo, una puesta en escena que se convirtió en un quiero y no puedo con las fotos de las playas y un vestuario demasiado hippie. Y va y gana. Una victoria de lo más polémica. Aquí es donde entra en juego el jurado ¿profesional?, compuesto por los locutores de radio Xavi Martínez y Javier Cárdenas y la presentadora Virginia Díaz. La falta de respeto que mostraron hacia el público fue impresionante. Para que Javier Cárdenas fuera el más coherente dentro de la incoherencia imagínense los otros dos. Algunos de sus votos fueron con un criterio dudoso, y más cuando reconocieron que su favorita era Leklein y ninguno la votó con la puntuación más alta. Pero lo peor fue que cuando tuvieron que desempatar hicieron oídos sordos a lo que el público quería y había votado. Quien debería tener la última decisión es el público. Los asistentes en plató también pasaron los límites pero, sin justificarlos, hay que entender que los eurofans viven todo esto de forma muy intensa. Sin duda en Kiev Manel va a quedar en las últimas posiciones de la tabla, pero este año hemos buscado ese resultado. Y un artista que fruto de su inmadurez termina haciendo un mal gesto al público no merece menos.

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