Javier Mérida

Javier Mérida

Gracias Sevilla

Artículo-discurso pronunciado por Álex Mérida (hijo del autor) en los Premios Periodísticos José Antonio Blázquez otorgados por el Sevilla FC

Álex Mérida, hijo del autor del artículo y premio especial José Antonio Blázquez, junto a José Castro.
Álex Mérida, hijo del autor del artículo y premio especial José Antonio Blázquez, junto a José Castro. / José Ángel García

20 de septiembre 2022 - 18:23

Gracias. No se me ocurre forma más sincera de comenzar este breve discurso que dirigirme al Sevilla FC con esta palabra que no precisa de aumentativo alguno cuando se pronuncia desde el corazón.

Es para mí un honor y me siento felizmente orgulloso de recibir este galardón con el nombre de José Antonio Blázquez, con quien tuve la fortuna de coincidir unos meses en un extinto diario que se elaboraba en un lugar hollado hasta la saciedad por los sevillistas en los tres últimos lustros, la Puerta de Jerez.

Obviamente, sé que de no ser por mi estado de salud no recibiría, probablemente, este significado premio, principalmente porque mi actividad profesional en los últimos años no estuvo centrada en narrar los avatares del Sevilla FC. Pero ello no fue óbice para no dudar ni un segundo en aceptar cuando hace dos meses mi hijo me comentó la noble propuesta de los dirigentes y trabajadores de esta casa. Ítem más, esa misma noche di con estas palabras fin a esta primera parte de mi alocución. Gracias de nuevo, Sevilla.

Paradójicamente, cuando me inicié en prácticas en El Correo de Andalucía sí cubría más la información del Sevilla que la del Betis. Fue gracias a la proximidad, ya que soy vecino de Nervión desde 1978, y sobre todo a Manuel Vizcaíno Vizcaíno, amigo íntimo de mi padre y quién me abrió las puertas del Sevilla FC y, por ende, las del periodismo deportivo. Él me brindó un carné de colaborador que me permitía ir a los partidos y asistir a las ruedas de prensa nada más comenzar a estudiar la carrera. Él me presentó a Luis Cuervas, a José María del Nido, a los hermanos Álvarez, a Pepe Castillo

A algunos los conocí cuando el bueno de Manolo me sorprendió pegando la oreja a sus conversaciones en Casa Matías. Periodismo de barra que, obligadamente, se acabó ipso facto. Pero tampoco me podía quejar de los contactos realizados y que acabaron, algunos, en amistad. “Niño, ¿por qué te haría tu abuelo del Betis?”, me reñía cariñosamente mi añorado Manolo.

Estaba muy bien relacionado en la entidad, tanto que mi estimado Florencio Ordóñez creyó durante años que yo era sevillista.

Era vecino y amigo de Manolo Zúñiga, el brasileño César y Luis de la Fuente, en cuyo Golf rojo fui más de una vez junto a Prieto y Rafa Paz a los entrenamientos del equipo…

Fueron quizá mis años más bonitos en la profesión. Di la primicia del fichaje de Suker gracias a mi tío Pepe Mérida, sevillista ejemplar y colaborador del club, ya fuese en la Puerta 0, por donde entré los dos años que fui árbitro, o donde lo reclamasen. Intimé con Francisco, Moisés, Nani Codesal y con futbolistas de otra época como Curro Sanjosé, Antonio Álvarez, etcétera. Y conocí a una de las mejores personas que me he encontrado en el mundo del fútbol, Pablo Blanco.

Le hice una entrevista en la grada del estadio a mi hoy compañero de fatigas Juan Carlos Unzué al poco de fichar. Era, igual que yo, un chaval con ganas de comerse el mundo. Lo acompañaba su mujer. Él sí que merece todos los homenajes recibidos, incluido el que le profesó este gran club. Es muy difícil afrontar nuestra enfermedad como él lo está haciendo. ¡Ánimo, crack! También en el césped de este estadio, junto a la bocana de vestuarios, conocí a otro navarro, el gran Juan Arza… Me llevaría horas narrar todas las vivencias y buenos momentos de mi época como periodista sevillista, si se me permite esta expresión.

En esos años de El Correo, el redactor titular en asuntos del Sevilla era Jesús Gómez, con quien solía ver los partidos en Grada Alta de Preferencia junto a su padre, Faru lo llamaba él. Un gran hombre con la humildad por bandera con cuyos comentarios te hacía sentir a gusto.

Pero no fueron esos mis inicios en la grada del Pizjuán. Todos mis amigos del barrio eran sevillistas y con 12 años me saqué el carné de socio en Gol Norte para ir al fútbol con ellos. Vi jugar a Bertoni, Montero y Buyo, a Superpaco, Álvarez, Pintinho y Rubio. Y al Sevilla Atlético de Manolo Cardo los domingos por la mañana en el estadio. ¡Cómo corría el Nani medio agachado, al igual que hace hoy Morales! ¡Qué regates de fantasía de Moisés y qué bien le pegaba a la pelota Gervasio!

En una época más reciente tuve la suerte de vivir muy de cerca otro gran filial, el de Manolo Jiménez. Llevé a José Mari, del San José, a probar y gustó a Monchi, Rogelio Sánchez Amado y Felipe Rodríguez Melgarejo. Fichó y, aun en Tercera, formó una delantera de ensueño con Arteaga, Reyes y Antoñito. Con Paco Reyes, el padre de José Antonio, vi las genialidades de aquel diablillo a banda cambiada. Más de cien goles hizo ese filial que derrochaba talento por arrobas.

En los últimos años he conocido a Pepe Castro por medio de otro Manolo Vizcaíno amigo mío de cuna e hijo del anterior, clave en la modernización de este club y que hoy triunfa en el Cádiz. Pepe es un gran hombre y como muestra un botón: en la previa de un partido en Madrid dejó una charla en el hall del hotel para ir a la puerta y que el encargado de seguridad dejase entrar a mi hijo, que hacía sus primeros pinitos en la profesión.

Ésta es la clase de gente que me he encontrado en el Sevilla a lo largo de mi singladura. Y qué decir de Monchi, con quien tanto coincido en el gusto futbolístico y que me inundó el ego un día cuando me dijo que debería haber sido profesional de una secretaría técnica en vez de periodista. Aún conservo el Whatsapp, que reza textualmente: “Tienes que dejar el periodismo y dedicarte a esto”. Tampoco titubeó en decir que sí cuando mi hijo le solicitó una entrevista para su trabajo de fin de Máster.

No quisiera olvidarme de mi añorado Rosendo Cabezas, otro amigo con el que daba gusto hablar de fútbol, ni de la sonrisa de Mari Carmen en la puerta de cristales, ni de la eficacia y buen talante de Bernet, ni de Corrales y Silva, padres de futbolistas, ni de Conrado, ni del particularísimo despacho de Canseco…

Antes de darle las gracias al Sevilla FC por última vez me gustaría revelar que, con 14 años, hice una prueba en la ciudad deportiva y me eligieron. Era en verano y estuve dos semanas, con Pepe Alfaro y quién hoy es mi amigo, Paco Chaparro, como entrenadores. Pero vi que el sacrificio iba a ser grande y que no iba a jugar y me centré en los estudios y en disputar otras ligas menores de fútbol y futbito.

También me encargué durante años de gran parte de la redacción de la revista El Sevillista, de mi recordado Manolo Garabito.

Momento malo sólo recuerdo uno. Rinat Dassaev era también vecino y amigo mío. Pero amigo de cerveza diaria y dados en el bar, de salir por la noche e incluso de quedarme al cuidado de sus hijas, Elmira y Cristina.

Pues un día llegó al periódico el atestado de su caída al foso. Yo estaba solo en Deportes y peleé en vano por que la noticia fuese en Local. Al final me comí el marrón de escribir que había dado positivo en el control de alcoholemia y tal. Pero en un exceso de celo y, alentado por uno de los jefes de El Correo que me hizo ver el alcance de la primicia, firmé la información. Tres años se llevó el ruso sin hablarme pese a vernos a diario y pagar dentro de una ronda la cerveza del otro si era menester: Hoy sé que me equivoqué por mucha presión que tuviera y muy inexperto que fuese.

¿Les parecen a ustedes pocos mis lazos con el Sevilla? Mi padre fue sevillista y ahora tengo a un primo hermano trabajando en el club y a un sobrino jugando con los cadetes.

Es por todo esto que les he relatado que, aunque no profese la misma fe que la práctica totalidad de este auditorio, no dudase ni un instante en aceptar este prestigioso galardón aun a sabiendas de que hay compañeros que lo merecen más que yo, entre ellos mi amigo justamente reconocido hoy también Juan Antonio Solís.

Gracias, Sevilla, por todo lo que me has dado y por honrar esta bendita profesión. Este homenaje a un bético es, además, una muestra más de señorío, grandeza y sevillanía.

Gracias

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