Pedro Sánchez se la juega entre el desvarío y el atrevimiento

El PP no tiene excusas para renovar el Poder Judicial, pero el empecinamiento del líder del PSOE por enterrar el parlamentarismo a golpe de decretos para huir del debate no admite comparación

Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados. / EFE

Pedro Sánchez ni está loco ni es un iluminado, pero se conduce entre la ambición y el atrevimiento. A ratos, parece endiosado, y no sólo al situarse por delante del Rey cuando se olvida de quién es.  Su empecinamiento por enterrar el parlamentarismo a golpe de decretos y proposiciones de leyes, para huir del debate público, no admite comparación. Como si presidiera una asamblea en la que ordena y manda sin que quepa la discrepancia.

Sánchez confunde a los socialistas que ya peinan canas porque a veces simula que desvaría entre tricornios y togas, pero nada más lejos de la realidad. Lo tiene todo calculado. Lo que despista a su entorno es su giro a la izquierda radical, abrazándose al ideario de Unidas Podemos y haciendo suyo su lenguaje, para cederle todo el centro al PP.

Alguno pudiera pensar que enloqueció de repente, pero su círculo monclovita parte de la idea de que el PSOE no logrará mantenerse en el poder si no es con la ayuda de sus socios de investidura. Su plan pasa por relajar la tensión al máximo en Cataluña, mantener dividido al independentismo y permanecer muy cerquita de Esquerra, porque ninguno puede sobrevivir sin el otro. Sánchez sabe que en Andalucía está perdido y quiere compensarlo situándose como primera fuerza en Cataluña. El riesgo es tremendo, que se lo pregunten a Antonio Muñoz y tantos otros alcaldes que se pasan las noches en vela. Pero su deriva ya no tiene marcha atrás y será muy difícil que no le penalice el indulto de los líderes del procés. Ni siquiera los suyos le perdonarán que mientras que estos salen de la cárcel, Griñán y compañía están abocados a entrar en prisión, sin que se le haya movido un músculo de la cara a un líder rendido ante quienes desafían la unidad del Estado. Puede que la jugada le funcione en Cataluña, pero la desmovilización entre los socialistas andaluces es más que un síntoma, a estas alturas. Si Alberto Núñez Feijóo llega a pactar la renovación del Poder Judicial se sale en las encuestas. Tal vez la ciudadanía no se aclare con este follón, pero sí tiene clara la extraña maniobra en la oscuridad para colar la derogación de la sedición y la rebaja de la malversación con el Gordo de la Navidad, por la gatera.

Ni la buena gestión de la pandemia con los Ertes y la reforma laboral, ni las medidas para paliar la inflación, con importantes ayudas directas al bolsillo, ni la notable subida de las pensiones: el pasteleo con los independentistas es lo que calienta las comidas y cenas navideñas, con permiso de los precios desorbitados del aceite, los huevos y la leche.

El presidente del Gobierno, como José María Aznar en su día, entiende que su supervivencia pasa por abrazarse a los independentistas para mantenerse a flote. E igual que el líder popular, en su etapa más neutral y suave, un buen día confesó que le gustaba hablar catalán en la intimidad, Sánchez ha fiado su futuro a sus socios de Esquerra y Bildu. Al PP, el electorado se lo recompensó con creces. Los socialistas han ido mucho más lejos y habrá que esperar a las generales para ver el resultado. La estrategia sanchista también pasa por alimentar la polarización, la política de trincheras, para sacar a su adversario de su zona de confort presidida por la moderación. Si su fiel escudero Felipe Sicilia agita el ambiente comparando los recursos del PP con el golpe del 23-F, Sánchez eleva el tono medio punto más hablando de "complot" judicial. Su partido define a los independentistas como los mejores amigos de la democracia a la vez que califica sin vacilar a los populares como golpistas.

Feijóo podría convertirse en un rival temible en caso de hacerse con las riendas del PP y marcar su tono moderado, pero aún no lo ha conseguido, al estar condicionado por el liderazgo de Isabel Díaz Ayuso. La presidenta madrileña tiene los focos a su favor y no sólo marca agenda. También se le ve cómoda en el cuerpo a cuerpo contra Sánchez con sus excesos verbales y con lemas más propios de otra época.

La batalla final la ganará quien imponga su relato. Los populares se esmeran para que hasta los niños sean capaces de ver el felpudo que Sánchez está poniendo a los pies del independentismo. Es de tal grosor, que a este ritmo muy pronto se quedará sin socios, vienen a decir. Si con apenas un mes le sobra tiempo para anular el delitos de sedición y rebajar la malversación, y ya se habla del referéndum, ¿cuánto tardará en permitirles que se vayan de España? Los socialistas destacan que gracias a su gestión la tensión se ha relajado en Cataluña en gran medida, lo que no es poco.

En el terreno judicial, es más que evidente que el PP ha jugado sucio con la renovación del Poder Judicial, pero que no disponga de excusa en este sentido no significa que Sánchez pueda atropellar todos los mecanismos de control y de equilibrio previstos por la Constitución para salvaguardar la división de poderes. Sánchez cree que la derecha jamás logrará los apoyos suficientes para desbancarle en un contexto de crispación. Cuanto más suba Vox en las encuestas, más lejos estará el PP de La Moncloa. Ese es su evangelio. Y entretanto, sus asesores marcan cada entrega al independentismo con precisión milimétrica, pensando en la docilidad bovina de todo un pueblo español entregado al fútbol en el Mundial de Catar, mientras se riega el terreno de juego con ayudas y subsidios, para los más vulnerables. Al fin y al cabo, se prometen felices los sanchistas, son nuestros futuros votantes…

Muchas voces críticas socialistas cargan contra su líder por pactar la rebaja de las condenas con los propios delincuentes, pero Sánchez y los suyos se agarran a que antes los independentistas estaban en las calles y ahora sólo alzan la voz en el Parlament. Al menos ya no cortan las carreteras, ni queman todo lo que encuentran a su paso. Eso sí: ya han dejado claro que volverán a la vía unilateral. El PSOE con una mano defiende el derecho de los independentistas a querer irse de España y con la otra combate a muerte esta idea.

Eso sostienen desde antaño, en realidad, y de ello tratan de convencer a un electorado que tendrá que decidir si Sánchez desvaría en su infinita ambición por el poder o si es un fuera de serie. Si es un fenómeno o si ha perdido la cabeza por completo. La cuenta atrás para salir de dudas ya ha comenzado.

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