Hasta última hora no se sabía quiénes iban a hacer la entrevista al presidente del Gobierno. Pensada para la mejor noche, el lunes, pero sin apenas margen para la promoción de un estreno de aspecto apagado y rezagado en el ambiente mundialista.

En RTVE faltó esmero,una vez más. No sabemos a estas alturas si adrede o sin querer. La imagen fue escueta hasta lindar con lo desganado y pueden dar la gracias en Torrespaña por contar aún con profesionales pulcras como Ana Blanco para solventar este programa y darle credibilidadad en su contenido y apariencia. Sergio Martín, de nuevo a la hora de la cena, parecía un suizo, entre voluntarioso y distante, con neutralidad impostada. Por lo pronto se colocó en la moqueta como si fuera a rematarle un córner a Pedro Sánchez. No hay que ser un lince onubense en comunicación no verbal para contemplar el despropósito de la puesta en escena en el salón de la Moncloa.

Fue en general una entrevista fría, con los temas tan amontonados como las palabras del presidente, un repaso de cumplimiento para reducirlo todo en titulares de timeline. Un programa sin entusiasmo para un dirigente de aspecto institucional, de perfil, con gestos calculados y frases de memoria. Frente a la televisión convencional del tertulieo y la bronca se hizo un encunetro aún más pálido, con este corredor de fondo frente al andarín administrador de la propiedad.

El problema de RTVE no es el tratamiento de un programa de emergencia sino todo ese primer canal convertido en una sucesión de contenidos hipotensos en mensaje y asténicos en intención. La televisión diaria de Corazón, Centro médico, Amigas y conocidas y de los Telediarios de sucesos y omisiones. La cadena de los telefilmes alemanes y un montón de películas adquiridas que nunca llegarán a emitirse. José Antonio Sánchez concluye mañana como guardián de su amo, que igual fabrica una televisión para la indiferencia general como una entrevista indiferente.

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