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Tito Berni y sus sobrin@s

La corrupción vuelve a contaminarlo todo. Queda por esclarecer si tras el caso Mediador hay cuatro pillos o una red con terminales territoriales y más implicados

Captura de pantalla de la declaración del general de la Guardia Civil Francisco Espinosa ante la juez de Mediador.

Captura de pantalla de la declaración del general de la Guardia Civil Francisco Espinosa ante la juez de Mediador. / EP

Corruptos asociados SL ha vuelto a actuar de nuevo en España. Nos deja una vez más el regusto ácido de la sinvergonzonería fermentada y la certeza de que no tenemos remedio. Nuestros corruptos son diferentes y semejantes a la vez. Pero predomina un fenotipo con rasgos conductuales comunes: el buscavidas, el pillo cutre y desmañado para tareas mayores. Personajes de medio pelo. Como dijo el sabio, muy de Trinconete y Cortadillo. Esta cosa de Tito Berni y sus sobrinos y sobrinas es muy del cine español, una muy landista historia de persecución de suecas en las piscinas de Torremolinos. Un Berlusconi pero en tieso, sin Villa Certosa ni velinas finas. Corruptos de los que se ponen camisas con chorreras si fuera menester o tanga de leopardo en los días de yate si conviene al negocio. Estando naturalmente destinados al rol de especialistas que mueren en la primera escena de las películas de tiros, gracias a sus correrías ascienden hacia su minuto de fama antes de despeñarse. Estamos bien surtidos. Recuerden: el Bigotes, Francisco Correa, Guerrero el de los ERE, Enrique Ortiz, el constructor que le compraba los bolsos caros a la alcaldesa de Alicante, Marjaliza el de la Púnica. Corruptos con calcetines blancos, que diría un esteta. Corruptos del pueblo.

Después están los sofisticados. Entre ellos, Rodrigo Rato, un ex vicepresidente y ex director del FMI que acabó en la cárcel por el caso de las tarjetas black; Mariano Rubio, ex gobernador del Banco de España o el ex banquero Mario Conde. Los hay bien casados -mientras duró- como Iñaki Urdangarín; y también tenemos a los muy finos, como Félix Millet, ex presidente del Palau de la Música, quien trincó lo que pudo de la conspicua entidad mientras canalizaba comisiones de constructoras para CiU. Vamos, que robaba para el partit con una mano y para él con otra. La lista es interminable, bochornosa y, desgraciadamente, recargable, como los antiguos clippers.

Se entiende todo

Putas, drogas, dinero público, restaurantes caros. Esos cuatro conceptos convierten cualquier caso de corrupción en un misil contra el partido al que le toca. En este caso, el PSOE. Se entiende todo a la primera. No hace falta explicarle nada a nadie, todo el mundo entiende la textura de la trama, se masca su sordidez pringosa. Los titulares son dinamita que estalla a la vista del lector, imposibles de saltar. Eso convierte el caso en letal, como bien sabe ya el PSOE por la trama de los ERE. Otros casos, muchos más graves por el nivel y los cargos de los implicados así como por la trascendencia económica de la corrupción, fueron en cambio ininteligibles para el gran público.

Frente a este caso, cutre y con unos sobornos acreditados por el momento de 5.900 euros para el diputado, la instalación de placas solares en su vivienda a cargo de una empresa beneficiada y los 61.000 en una caja de zapatos del general, hubo otros como el caso Ibercorp. Una corrupción basada en la especulación bursátil con valores bancarios, con acciones que se vendían al 575% del valor nominal y un sofisticado lío de plusvalías y chollos que convertía en millonarios a quienes participaban -entre ellos el ex gobernador del Banco de España o al síndico de la Bolsa de Madrid- no puede competir con un bodegón de putas, drogas y vinos franceses.

Mediadores sin fronteras

Estos presuntos corruptos del caso Mediador son variopintos. Está el chivato pactista que entregó dos móviles y un pendrive a las fuerzas de seguridad para sacudirse unos años de prisión de encima llegado el caso. Es Antonio Navarro Tacoronte, atrabiliario conseguidor y conector de empresarios pagadores con servidores públicos receptores, un personaje de libro, con un pasado penal consolidado. Junto a él figuran dos representantes de lo público con rango: un diputado del PSOE y un general de división de la Guardia Civil. Ahí es nada. Su implicación -añadan todos los presuntos legales- ha introducido la corrupción hecha carne en el Congreso de los Diputados y en la Comandancia General de la Guardia Civil. Un tour por ambas instituciones eran el abrepuertas perfecto, la demostración palpable de poder, el hábil paseo por alfombras rojas y despachos oficiales convencía a los paganinis en fase dubitativa de que su contraparte estaba en la pomada, en el epicentro donde se toman decisiones, donde se accede a información, se conoce a altos cargos y se puede influir para beneficiar a los otros corruptos: los empresarios pagadores. Era el cebo, como aquella oficina falsa de la Western Union en la que la banda de Paul Newman y Robert Redford embaucan al mafioso Lonnegan para sacarle los cuartos en El golpe.

¿Cuatro pillos o red territorial organizada?

Es un golpe moral para una sociedad civilizada volver a ver las portadas y los telediarios plagados de fotos de representantes públicos en clubs de alterne. Esas fotos de grano gordo y el desenfoque amateur de quien dispara clandestinamente y con un objetivo concreto: carne de portada. Ha habido 13 detenidos, acusados de delitos que van desde el cohecho, tráfico de influencias, falsedad documental, pertenencia a grupo organizado y blanqueo de capitales, delitos muy serios como tomarse esto a chacota. Sólo el general de la Guardia Civil permanece en prisión.

La corrupción tiene dos estadios: su propia existencia y cómo se combate. El PSOE tardó ocho horas en sacar del escaño y del partido al diputado canario. En ese sentido, hay poco que reprochar. Pero este caso está lejos de ser amortizado. Queda mucho por profundizar y esclarecer. Empieza por la trama canaria, con otros cargos de la administración insular implicados, y veremos dónde termina, incluyendo, quizás, a algún alto cargo del PP. Las comilonas en Ramsés con diputados socialistas de varias circunscripciones deberán ser aclaradas convenientemente, aunque una mera cena no convierte a nadie en corrupto. El PP, que no duda de momento en la defensa de su presidente regional canario, señalado en un contacto con el mediador de la red, no va a soltar el hueso. En Génova están salivando desde que salió el primer titular. Ya piden la comparecencia de Pedro Sánchez. Pero lo que es relevante es esclarecer si se trata de la corrupción de una banda de tres o cuatro o de una red con ramificaciones territoriales y más diputados y cargos públicos implicados. Queda poco hasta mayo y es absurdo recurrir al y tú más. Toca aclarar este caso. Todo el mundo sabe cuántos cadáveres guarda el PP en sus armarios. Y la coherencia cotiza menos que el cinismo en el ejercicio de la política.

Pero ocurre que ya hemos entrado en el carrusel alocado informativo en el que cada día se añaden nombres, datos y cuentas corrientes, espoleados por los partidos y los medios que en esta mano juegan al ataque. Las noticias relevantes se mezclan en el quiosco con la quincalla creando una masa informe de la que cada vez es más difícil extraer conclusiones certeras y que arrojen luz. El anecdotario, rico y variado, engorda el caso pero veremos si avanza en lo sustancial. A la vez seguirán apareciendo más fotos, audios y vídeos. Las nuevas tecnologías, el whatsapp y los móviles con cámara han hecho más contra la corrupción que la política.

Tito Berni, el diputado

Un diputado conocido como Tito Berni sencillamente no puede ser diputado. Primero por decoro institucional y por salvaguardar el buen nombre de la institución. El límite está en el "viejo profesor" con el que se conocía a Tierno Galván. Y segundo por lo que se adivina tras tan cariñoso apodo, que se intuye susurrado en locales de luces rojas por señoritas que fuman y con el cubalibre en la mano, por babosos empresarios persiguiendo contratos amañados o en boca de vendedores de cocaína y viagra. Cualquiera que haya leído novela negra se habría preocupado por tener en su grupo parlamentario a un tipo conocido como Tito Berni. Hay que leer menos a Norberto Bobbio y más a Dashiell Hammett.

Tito Berni, Juan Bernardo Fuentes Curbelo, diputado por Canarias, una dignidad en el Congreso por las mañanas como ponente en materias como la prevención y la lucha contra el fraude fiscal o la ley de impuestos de servicios digitales y un pájaro por las noches ¿Cómo puede pasar uno de legislar en el Parlamento contra el fraude fiscal de nueve a dos a poner la mano por la tarde y recoger sobres con dinero negro? Misterios del alma humana.

En sus ratos libres -y en su despacho en la Carrera de San Jerónimo- se encargaba Tito Berni de otras cosas también: gestionaba los asuntillos difíciles para empresarios del sector lácteo y ganadero de las islas. Evíteme una inspección sanitaria por aquí, desbloquéeme unos expedientes de ayudas por allá, consígame unos contratos por acullá. A cambio, billetes de euro. En sus cuentas o en las de una asociación deportiva que utilizaba como pantalla. Al otro lado del despacho, su sobrino Taishet Fuentes, ex director general de Ganadería del Gobierno canario, otro de los detenidos y, al parecer, habitual practicante en los ritos paganos de su tío. El sobrino, aparentemente resolvía, ese verbo tan cubano.

Con lo que era Tito Berni en los mejores lupanares del Madrid donde se fumaba puros con billetes de a millón, como el Bernabéu de La Mandrágora, y correteaba a meretrices, teniendo que tratar con cabreros de Moya, Gáldar y San Bartolomé de Tirajana. No somos nadie, tito.

El general Espinosa, el guardia civil

En otro vértice de la trama corrupta, según los investigadores, el general de división de la Guardia Civil Francisco Espinosa. Cuesta escribir esa frase sin sobrecogerse. Nadie espera que un general ande en esos trapicheos. Un militar con una hoja de servicios aparentemente impecable, con experiencia internacional y que repetía a sus guardias que el honor es la divisa del cuerpo. Terrible. Un general de división que había ganado un buen dinero en la jefatura de Cooperación Internacional y en la dirección del GAR-SI Sahel, un proyecto financiado por la Comisión Europea en esta zona de África. Hasta 15.000 euros mensuales netos. Bochornoso final de una carrera militar.

Metía en su despacho a los empresarios con los que después se bebía el whisky y a los que pillaba sobres de 1.500 euros o tarjetas pregago como engrase para resolver gestiones o facilitar contactos. Casi carece de sentido. Pero es real. Los investigadores lo tienen claro. 61.000 euros guardaba en su casa en cajas de zapatos. La juez, que investiga si amañó hasta cuatro contratos y si tiene posibles bienes ocultos en el Sahel y Bélgica, sostiene que el dinero es "de procedencia ilícita". Él defiende que son sus ahorros, que por lo visto guardaba en cajas de zapatos porque en Madrid no hay cajas de ahorros. Había pedido el general a alguno de los corruptores que contrataran por 3.000 euros al mes a una amante -"chocho volador" la llamaban los poetas de la trama- y llegó a fotografiarse con una caja de puros -dádiva de menor rango- delante de la bandera de España de su despacho. Ahora, caído en desgracia, muchos empresarios y algunos compañeros no parecen extrañados. Dicen que siempre fue un desahogado con gustos caros.

Papá y Viejo eran los apodos que manejaba el lumpen para referirse a él. Tampoco puede ser general de la Guardia Civil alguien que es conocido por esos apelativos.

España, en el puesto 35 del ranking de la corrupción

El índice de percepción de la Corrupción en España destaca que en 2021 bajó un punto respecto al año anterior. Un retroceso por segundo año consecutivo. Se analizan entre otros parámetros el soborno a funcionarios públicos, las comisiones en la contratación pública o la malversación de fondos. España está en el puesto 35 del ranking global de 180 países y el 14 en la UE sobre 27 estados. Nos situamos al nivel de Bostwana, Cabo Verde y las Granadinas. Transparencia Internacional considera que España "no avanza en sus esfuerzos de prevención y lucha contra la corrupción". Y destaca que pese al código de conducta de las Cortes Generales, "más de la mitad de los parlamentarios no publican sus agendas institucionales" y las que se hacen públicas incluyen "información absolutamente desigual".

Somalia, Siria y Sudán son los países más corruptos; Noruega, Finlandia y Nueva Zelanda, los mejores en el ranking.

Es de temer que Tito Berni y sus sobrin@s hayan reventado el ranking de 2023.

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