Análisis

José Ignacio del Rey

Almas

No hay cofradía, si no hay una auténtica hermandad detrás que la sostenga y enriquezca 

Almas en busca de almas. Cuando doblemos la esquina del primer fin de semana de esta Santa Cuaresma que se nos ha venido encima, entre rumores de febrero lánguido y un marzo que ya tiene su papeleta de sitio; el tiempo nos citará bajo la ojiva de Ómnium Sanctórum para ver un milagro a plena luz de la tarde. Un Cristo que va más allá. Almas de Cristo en busca de más almas con las que dialogar. “Magis” decía San Ignacio. Más, siempre más. Hay que salir de uno mismo para alcanzar la eternidad. Salir de lo seguro de nuestros templos, de lo apacible y reservado de nuestros cultos y buscar el cielo abierto, el cuerpo a cuerpo con aquellos que nos esperan e incluso, más aún, con aquellos que no nos esperan. Hay que salir siempre.

San Francisco Javier nació un Martes Santo y eso imprime carácter. Carácter valiente, misionero y evangelizador. Jóvenes Javieres que caminan hacia el siglo, que la edad no se mide en años, sino en espíritu. Trabajo callado de varias generaciones que brillará con luz propia el lunes. ¡A cuántos recordaremos esperando en la calle Feria reencontrarnos con ellos en las almas de ese Cristo expirado! Cuando el lunes la cruz de guía cruce el dintel de su parroquia, será la señal de que todo comienza. El aviso de que hay que salir, que hay que levantarse e ir a buscar a aquellos que nos necesitan, hoy más que nunca. Espíritu misionero, hoy como ayer. Más, más allá, y todo siempre para la mayor gloria de Dios.

No hay cofradía, si no hay una auténtica hermandad detrás que la sostenga y enriquezca. El estandarte es el Cristo. El verdadero tesoro, sus hermanos. Es la esencia jesuítica que impregna sus vidas y su testimonio. Cofradía que hace bien las cosas, porque es una cofradía de gente con alma. Porque el próximo lunes, todos nos llamaremos Javier.

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