Análisis

Jesús Rodríguez de Moya

Diputado de Calidad

Datos, cifras, números, todo lo medible. ¿Pero qué hay de lo valorable? ¿Qué pasa con la calidad? La cifra puede con todo.

No es que un chino esté nombrando los cargos de la junta de gobierno y se refiera al tan moderno diputado de Acción Social, no. Estamos viviendo los tiempos de lo medible, todo alcanza una cifra y nos pasamos la vida recibiendo datos y más datos sin necesidad de ponderaciones ni interpretaciones. Nuestra Semana Santa no es ajena al tiempo en el que se está desarrollando y por eso sabemos la distancias que recorren las cofradías en su camino a la Catedral, el número de nazarenos que lleva cada una, el de hermanos de cada hermandad, cuántos costaleros lleva tal o cual paso, el peso del mismo, la velocidad de cada cofradía en su estación de penitencia, el número de parejas de nazarenos de cirio que permite el Santo Entierro Grande, cuántas sillas van a eliminar de la carrera oficial... Datos, cifras, números, todo lo medible. ¿Pero qué hay de lo valorable? ¿Qué pasa con la calidad? La cifra puede con todo.

Por eso sugiero que se incorpore a los cargos generales de una junta de gobierno lo antes posible el diputado de Calidad. Ahora que hay más de todo que nunca deberíamos preocuparnos de que sea mejor que nunca. El número nos ha obnuvilado y nos ha desviado del fin primordial de cualquier iniciativa que aspire a la supervivencia en el tiempo, la calidad. La diferencia entre medir y valorar está ahí, en todo lo que hay más allá de los números. Hablamos de "numerus clausus" para arreglar el problema del espacio-tiempo cofrade y no nos planteamos ni de lejos de igual forma la necesidad de mejora de los cortejos, ese que se revela desde la forma de ir revestido a la de comportarse durante la estación de penitencia de los nazarenos, del grado de coherencia de la vida cristiana de cada hermano más allá de su contribución económica vía papeleta o cuota, del sentimiento fraternal por encima del competitivo que aflora en los procesos electorales cuando hay cambio de junta, del nivel formativo de los hermanos a los que la palabra catequesis se les quedó anclada en un cada vez más lejano pasado, del sentimiento por encima de la sensación. Los Fiscales deben velar por el cumplimiento de las reglas de cada hermandad, pero poco celo suelen poner sobre los que con profusión de besos y con la mano sobre el Evangelio juran cumplir unas normas que suelen desconocer y, sobre todo, entender.

Recomiendo a los lectores hacerse con la copia de las reglas de sus hermandades y, tras leerlas, meditarlas y hacer un ejercicio profundo de conciencia sobre ellas. En caso de dudas, cíñanse a los mandamientos de la ley de Dios y, si se les hace complicado, recurran al mandamiento nuevo que Cristo nos dejó: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Ahí está el camino de la calidad. Pruébenlo, exíjanse y exíjan, sólo de esa forma la Semana Santa de Sevilla será un hecho religioso por encima de uno cultural y no reduciremos su dimensión ahogada por cifras que no sabremos interpretar. No den el número, por calidad se lo pido. 

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