Iniciamos este año con la despedida de un enorme teólogo como ha sido Benedicto XVI. El Espíritu Santo suscitó un fino y reflexivo pastoralista. Ya entonces por él se nos señalaban algunos signos que evidenciaban la fe adormecida en la que se encuentra la Iglesia en Europa. El antiguo continente…se convierte ahora en el continente a misionar.

Nuestras hermandades se encuentran en un ambiente complejo, en plena era digital y ‘líquida’, que las puede conducir -arrastradas por la niebla ideológica, del secularismo radicalizado que “evita” todo lo religioso- a expresar una religión sin Dios. Es decir, formas religiosas en su piedad, en su envoltorio artístico o lenguaje estético, pero sin encuentro personal. La Iglesia sigue acompañando en esta hora ‘recia’ que nos hace ser creativos y reflexivos. En una sociedad ‘líquida’ que no siempre facilita el diálogo entre fe y razón. Sustituido por los estados de opinión tan efervescentes como los propios seudo-contenidos que proponen. Benedicto fue profético en nombrar la secularización progresiva de la sociedad, donde “Dios es una realidad perfectamente prescindible”. Y nuestras hermandades –en este invierno donde tantas veces está ausente Dios- lo hacen sensible, cercano en los atrios y plazas de la vida.

Sobrio funeral del Papa emérito Benedito XVI. La cúpula de la Basílica de San Pedro está envuelta en una densa niebla que no deja adivinar las efigies de Cristo Salvador y los apóstoles. Quizás como ese Dios que se quiere ausente. Quizás como la niebla ideológica, que no doctrinal, que empaña esta hora nuestra. Concluyó el funeral y la niebla seguía siendo espesa. Quizás debamos nosotros adivinar los perfiles de Cristo en la sociedad actual. Dibujarlos y mostrarlos. Solo la coherencia de los testigos, en sinceridad de vida, evite este frío eclesial y esta niebla ideológica para mostrarle.