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Juan Espadas saluda a un simpatizante en un acto en Zalamea la Real.

Juan Espadas saluda a un simpatizante en un acto en Zalamea la Real. / Julián Pérez / Efe

La dirección socialista, sin escenificar un striptease en toda regla, se ha desnudado estos días ante algunos periodistas en off the reord con una buena dosis de autocrítica y una cierta resignación.  Hacerlo en la misma semana en que el partido  rival se ve zarandeado por una crisis volcánica puede parecer incomprensible; pero precisamente una vez descartada la urgencia electoral, y asumiendo las encuestas sin viento de cola, cambian de estrategia.  De ahí que el núcleo duro sugiera que el pacto con Sánchez fija el tiempo de Juan Espadas en 2026-2030, para así quitarse presión. Esta cita con las urnas será un rito de paso, aunque pelearán.

Con elecciones en otoño –en realidad Juanma Moreno nunca salió del “octubre o junio”– Espadas seguramente acierta en parar para no quemarse en la ansiedad del cortoplacismo y replantear objetivos: ganar conocimiento, cartel y proyección. Eso parece inteligente. Ángeles Férriz y María Márquez son figuras con recorrido, y también andan achicharrándose en discursos más de cóctel molotov que sustanciales. Saben que necesitan reconectar con el ámbito rural, donde han cedido mucho de su peso histórico; y hacer una crítica más orientada a la gestión que a los fetiches ideológicos, más micro que macro. O sea, menos ¡Quieren privatizar la sanidad pública! y más colapso en la atención primaria; menos ¡Que viene la derecha! y más ejecución de fondos europeos. Más lento, pero más sólido. Obviamente dicen  que Moreno no es buen gobernante y que “la gestión tiene auténticos agujeros negros”, pero esos titulares hay llenarlos de contenido o se convierten en pólvora mojada.

De momento, es clave descargarse del peso de la herencia. Admiten que el socialismo andaluz ganó durante veinte años sin bajarse del autobús, literalmente dicho así, a lo que siguió una década de errores bajo la carga de la corrupción (“los casos”) desde la crisis de 2008. Hay autocrítica de marca, y crítica a sus últimos antecesores. De hecho, consideran que la oposición light de esta legislatura precisamente viene de ahí. Eso sí, desengancharse del pasado tiene sentido, pero necesita tiempo. Espadas, que estaba allí como el maestro Juan Martínez retratado por Chaves Nogales, aún es un epígono del susanismo, del socialismo de los 37 años; y por tanto se requiere tiempo para que aflore el espadismo. Ese espadismo llegará. Ellos mismos trasladan sin miramientos que “este no es el mismo PSOE de siempre”.  Sin dar por pérdida las elecciones formalmente, hacen autocrítica aceptando que las perspectivas de éxito del PP se deben no a sus méritos sino “a nuestra debilidad”.

Lo que se propone Espadas, en fin, es poner el contador a cero, o al menos resetear y plantear la hoja de ruta del futuro sin el lastre del pasado, mediante un cortafuegos de estilo y de discurso. Si Manolo Caracol decía “hastaquí  tó es mío”, cuando pagaba las copas, Espadas anuncia una suerte de “desde aquí tó es mío” sin hacerse cargo de lo anterior. Tiene lógica. La clave estará en qué momento el electorado compre eso.

LA SOMBRA DE LAS ENCUESTAS

Si el PSOE temía las encuestas, la primera en la frente. A la espera del barómetro andaluz de primavera, sondeo oficial de referencia sin ser el CIS de Tezanos, aparecerán algunas encuestas. Social Data para Publicaciones del Sur mantiene al PP en el rango alto de los 50, casi duplicando los 26 de las últimas elecciones, a una distancia abismal de los 29 de PSOE, por debajo de los  33 con que se despidió Susana Díaz, algo que Espadas  ya ha advertido que no le vale como referencia pues ella quedó ahí desde el poder, y él ha heredado una mala inercia y peleará desde la oposición, un lugar mucho más frío como ilustró Andreotti. La encuesta no sirve para medir la crisis del PP más allá de sus primeros escarceos, pero da una foto coyuntural reveladora  con el fenómeno de Vox, que se mete en la veintena de escaños, confirmando su fuerza como tercera fuerza.

Estos sondeos captan instantáneas de tiempos muy volátiles; pero hay un fenómeno sistemático en la caída de la izquierda de la izquierda, ahora además fragmentada por cierto cainismo histórico. Sólo cabe concluir que una parte del voto rural y del voto más descreído que antisistema, más cabreado que ideológico, haya migrado a Vox. Algún académico histórico de Podemos, como Alberto Montero, ve ese desplazamiento. La seducción de Vox penetra en los jóvenes como sucedió con Podemos en 2014, donde incluso aflora un outfit propio, un estilo identitario. De confirmarse esta radiografía, ante la que hay que frotarse los ojos para despejar la incredulidad, la izquierda no llegaría al tercio de la cámara. Y esta semana vuelve Macarena Olona en estrella con su 28F particular en el Muelle de Nueva York, a unos metros del Teatro de la Maestranza, con una megafonía que alcanzará hasta los actos oficiales. 

BARONÍA REFORZADA

¿Cuánto le va a costar al PP la crisis del PP? En lo peor de la semana de los cuchillos largos, esa ha sido la pregunta llena de incertidumbre y desconcierto. Probablemente si Casado se hubiese atrincherado en Génova prolongando el descalzaperros, habría supuesto una sangría; pero su salida rápida ha permitido suturar. Paradójicamente, el balance para el PP andaluz, tras sonar las alarmas en def con dos, puede no ser malo. La dirección comandada por García Egea se las ha tenido tiesas con los mandatarios andaluces con un estilo rudo que sobre todo envenenó el proceso congresual sevillano, y había desconfianza mutua; ahora Feijóo, más del gusto andaluz, moderado y periférico, proyecta una alianza clave con Andalucía, léase Juanma Moreno, aunque todos acepten el gran activo Ayuso. Nadie descarta que el futuro secretario general sea andaluz, aunque no es fácil porque supondría descapitalizarse al perder a Elías Bendodo, y quizá se concrete en otros cargos.

Se diría que Juanma Moreno ha acertado a marcar los tiempos, sin enfangarse en la razzia, sin negar una salida respetuosa después, proyectándose como parte de la solución sin haber sido parte del problema. La coincidencia de fecha con el 28-F, que pudo devenir en un desaire, le regaló la ocasión de anteponer Andalucía al partido. Golpe de suerte.  Mañana disfrutará de los actos institucionales, con unas medallas llenas de claves hermenéuticas. En el estilo personalista de la Junta –aunque haya consejeros batiéndose siempre en algún frente, estos días Jesús Aguirre con las protestas sanitarias o Carmen Crespo con la sequía y el grito del campo– esta crisis puede ser una oportunidad de salir reforzado como barón.

Y no, crisis en griego no significa oportunidad, y ni siquiera es seguro que signifique riesgo-oportunidad en chino (léase Wei Ji o Wei-Chi) como sostienen los masajistas de la autoayuda, pero toda crisis es efectivamente un peligro y una oportunidad. Después del peligro, está por ver el alcance de la oportunidad.  

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