Hojas de acanto
Milagros Ciudad
Las caras amables del Congreso
Ejemplar desde su debut aquella tarde de Montjuic a las órdenes de Caparrós y un ejemplo a diario en este último tiempo de su partido con la vida. En el dubitativo Sevilla de la hora, Jesús Navas es su más sólido sostén, su valor más consistente y, sobre todo, lo más digno de tener en cuenta. Y lo demuestra día a día, partido a partido, sobreponiéndose al implacable rodillo del tiempo para servir a su camiseta del alma.
Y da grima verlo driblar a ese rodillo del tiempo sin dejarse una sola gota de sudor en cada compromiso consigo mismo y también con las múltiples circunstancias que rodean el día a día del Sevilla Fútbol Club. Cualquier otro en esas circunstancias tan inquietantes hubiera hecho mutis por el foro, que ya le ha dado bastante en estos últimos veinte años en que sólo vistió otra camiseta tras engrosar con creces la caja de su Sevilla, conque no le pidan más de lo que puede dar.
Que todo lo que puede dar lo regala sin objeciones y ya es hora de que se vaya a sus cuarteles de invierno cuando sea él quien lo decida, sólo él. Y es que no debe poner en más riesgos su cuerpo, que ya está bien de verlo cómo abandona camino del banquillo por la sencilla razón de que ya está bien. Ganador en tantas batallas, providencial en los momentos más trascendentales, Jesús Navas no merece el suplicio de arrastrarse por donde siempre voló como águila imperial.
Conseguidor de toda clase de títulos, el hecho de alargar como está alargando su carrera le anda proporcionando unos laureles que le vienen como un plus de oro en una trayectoria de platino. Y ese camino tan rico en rosas no es merecedor que lleven una espinas que no vienen a cuento. ¿Será en Navidad cuando decida que sea estación términi? Quién sabe, pero sí será su decisión lo que parezca más adecuado, el más lógico colofón a una carrera ejemplar como muy pocas.
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