FUE en los últimos días de junio pasado cuando empezó a despejarse el panorama, hasta entonces dominado por la incertidumbre, en torno a Abengoa. Se alcanzó entonces un principio de acuerdo que, finalmente, se ha materializado antes de que acabe esta primera quincena de agosto. Los acreedores de la principal empresa andaluza de ingeniería y energías renovables firmaron en la madrugada de ayer el plan de rescate de la primera compañía del sector privado de la comunidad por facturación y volumen de creación de empleo, lo que constituye un hito clave en la recapitalización de la empresa. La senda de la continuidad para Abengoa queda libre de su principal escollo con la inyección de 1.170 millones de euros y el proceso de salvamento del grupo esquiva por fin los obstáculos que han propiciado el retraso del pacto, alcanzado con varias semanas de retraso respecto al calendario marcado. Desde la prudencia, la contención y el rigor con los que hay que analizar una operación de esta envergadura, sostenida por el llamado G-5 -Caixabank, Bankia, Banco Santander, Banco Popular y Crédit Agricole- más un grupo de once fondos representados por Houlihan Lokey, hay que felicitarse por el acuerdo alcanzado, que supone un avance de valor incalculable para la salida del preconcurso de acreedores en el que Abengoa se encuentra desde noviembre del año pasado y que tiene que resolver antes del 28 de octubre para evitar el que sería el mayor concurso de la historia de España. Supone, además, la base financiera sobre la que se asienta el plan industrial del grupo, que prevé una empresa más pequeña, centrada en la ingeniería y la construcción. Pero, sobre todo, aclara el futuro de una firma que, saliendo del grave atolladero en el que estaba inmersa, debe seguir manteniendo como objetivos primordiales el impulso de la actividad industrial, la apuesta por la innovación tecnológica y su centro neurálgico en la toma de decisiones en Andalucía, y concretamente en Sevilla. Deben ser éstas las principales motivaciones del nuevo accionariado de la empresa, que experimentará toda una revolución: en torno al 50% del capital quedará en manos de los fondos de inversión tenedores de los fondos emitidos por Abengoa, la banca acreedora recibirá el 40%, otro 5% se reservará para las entidades que financien los avales y la titularidad del 5% restante corresponderá al capital actual. Tiene este conglomerado por delante la ardua tarea de conseguir que, lejos de menguar, la naturaleza de Abengoa como referente de la primera línea de la economía andaluza siga creciendo.

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