Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
ES cierto que el trabajo de las amas de casa es uno de los más duros; que tiene un desmoralizador componente Ocnos o Penélope -el asno que se come lo que Ocnos trenza, la esposa que desteje lo que teje- que convierte cada día en el primero, con la compra siempre por realizarse, la comida siempre por guisarse, la ropa siempre por lavarse, las camas siempre por hacerse, la casa siempre por limpiarse… No se ha tendido una lavadora cuando ya está lleno el bombo de la ropa sucia, no se ha terminado de guisar cuando ya se ha devorado todo -tantas veces sin tan siquiera agradecerlo-, no se ha terminado de limpiar cuando ya se ha ensuciado… Es cierto que en muchos casos se trata de un trabajo sin vacaciones en el que lo que para los otros son fiestas se convierte en trabajo extra; que a estas tareas se sumaba la costura y el punto. Mi generación, de clase media para abajo, recuerda a las madres cosiendo, remendando o haciendo punto por la noche, cuando ya habían terminado las otras tareas. ¿Cuántas veces nos dormimos, de niños, oyendo el tableteo del pedal de la maquina de coser o el ras-ras de la tricotosa? Es cierto que el trabajo en la casa empezaba, para las hijas mayores, cuando aún eran casi niñas y las quitaban del colegio -en el que seguían sus hermanos varones- para ayudar a su madre. Y que esos trabajos no conocían jubilación porque las abuelas eran una especie de esclavas domésticas que ayudaban a sus hijas.
Todo esto es cierto. Pero también lo es que ponerle precio a estos trabajos, como ha hecho el Tribunal Supremo, es un disparate. Porque si el trabajo en la casa propia se considera por cuenta ajena, igualándolo al de las empleadas del hogar, habría que valorar los factores que inciden en el empleo remunerado. Si la calidad de las prestaciones es deficiente, ¿cabe el despido? Si la casa está hecha unos zorros, la comida es pésima, la ropa está descuidada y los niños churretosos, ¿cabe resolver el contrato con la separación o el divorcio?
¿Valorarán los jueces la calidad del trabajo del ama de casa? ¿Estará obligada a guisar y limpiar ante el tribunal para que se tasen sus servicios? Porque a la hora valorar la indemnización no debería ser lo mismo divorciarse de un ama de casa desastrosa que de una que sea un Arguiñano en la cocina, una Coco Chanel en la costura, una Mary Poppins en el cuidado de los niños y una mistress Proper en la limpieza.
¿Habrá entonces compensaciones cinco tenedores y cinco estrellas frente a otras tasca y fonducha? ¿Cabrá el despido de la que no cumpla con sus obligaciones? ¿Quién fijará el mínimo de estas obligaciones?
Un lío.
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