DERBI En directo, el Betis-Sevilla

Anticitera

También es posible viajar, al menos al pasado, sin necesidad de desplazarse físicamente

Con motivo del estreno de la última aventura de Indiana Jones, en la que el “dial del destino” ocupa un lugar parecido al del Arca perdida en la primera, como objeto de deseo dotado de propiedades fabulosas, hemos podido leer varios artículos referidos al mecanismo de Arquímides o Anticitera, en alusión al célebre artífice, natural de Siracusa, a quien la tradición atribuye otras muchas invenciones, o bien a la pequeña isla griega donde a comienzos del siglo XX se encontraron los restos del único ejemplar asimilable a las descripciones que del ingenio han transmitido las fuentes antiguas. En la ficción cinematográfica, el dial permite hacer realidad la fantasía de los viajes en el tiempo, pero también es posible viajar, al menos al pasado, sin necesidad de desplazarse físicamente, a través de los testimonios y los objetos que han logrado sobrevivir a la implacable acción del olvido. Decenas de engranajes de bronce, en algunos de los cuales son todavía visibles las leyendas, componían un dispositivo que pese a la corrosión de las piezas originales, sumergidas durante más de dos milenios en las aguas del Egeo, y después de muchos años de estudio se reveló como un pecio excepcional, aunque con toda probabilidad hubo mecanismos similares en la época helenística, caracterizada por el auge de las ciencias. La tecnología moderna ha permitido reconstruir de un modo increíblemente minucioso las partes y el funcionamiento del sorprendente artilugio, tan avanzado para su tiempo que muchos especialistas dudaron de que se correspondiera con la fecha en la que ha sido datado, hacia el siglo II antes de la Era. En las recreaciones digitales, las revoluciones de la máquina, relativamente reducida y más por contraste con su propósito de cartografiar los cuerpos celestes, tienen una cualidad hipnótica, por la belleza de su trazado y por el hecho de que remedan unos movimientos que fueron reales y evocaban en quienes los presenciaron –griegos que debían a sus antecesores egipcios y babilonios algunos de los conocimientos astronómicos que cuajaron en Hiparco o Ptolomeo– un universo muy distinto. Por su capacidad de calcular las órbitas y la posición exacta del sol, la luna y los cinco planetas conocidos, de predecir los eclipses y de fijar las fechas adecuadas para la celebración de los juegos panhelénicos, la Anticitera ha sido calificada como una computadora analógica, que pese a los notables logros de los ingenieros bizantinos e islámicos en distintos momentos del Medievo no sería igualada hasta los albores de la Edad Moderna. Impresiona el grado de sofisticación al que llegó una cultura que en tantos sentidos sigue siendo la nuestra.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios