Burgos,maestro del oficio

Además de su categoría de escritor y su independencia, Antonio fue un excepcional director de redacción

El día del golpe de estado de Tejero, en la vieja redacción de ABC de Sevilla en la calle Cardenal Ilundain estaba puesta la radio que Burgos tenía al lado de su mesa de redactor jefe. Se oía la votación de la investidura de Calvo Sotelo. De pronto ocurrió lo de ¡quieto todo el mundo!, los disparos, el silencio, el corte de la emisión y la música militar. A Antonio se le puso la cara blanca. Era tal su autoridad que, ni la música ni los tiros ni los gritos, lo que más impresionó en ese instante a sus redactores fue el semblante de su jefe.

Antonio Burgos ha sido magníficamente despedido por colegas que destacan su categoría de articulista, novelista o poeta, y su independencia. El mejor escritor costumbrista de Andalucía en el último medio siglo jugó un papel capital de vínculo entre la primera generación andalucista de Blas Infante y la segunda de Rojas-Marcos. Pero además fue un gran periodista y un excepcional jefe de redacción; lo que los franceses llaman director de la redacción. Un maestro del oficio, con formación enciclopédica, memoria prodigiosa y espíritu perfeccionista. Insistía en la calidad y modernidad de los textos, identificaba fuentes, sugería documentación, proponía diseños. Había un libro de Burgos, con el que mucha gente aprendió o perfeccionó su profesión. Hasta tal punto, que una decena de redactores que trabajaron a sus órdenes llegaron a directores de periódico en cinco provincias distintas.

Él quitaba importancia a su magisterio y rechazaba que existiese el tal libro. Contaba el cuento de un práctico capaz de meter grandes buques en un puerto difícil con ayuda de un librito, que al final sólo tenía dos líneas: “babor izquierda” y “estribor derecha”. No fue nunca director de periódico. Porque no quiso. Juan Tomás de Salas le ofreció dirigir Diario16 de Andalucía en 1984. Antonio pidió a su amigo Ignacio Medina, duque de Segorbe, que le representara en las negociaciones. Pero al final no hubo avenencia.

Es notoria su malquerencia con el poder; durante la dictadura y en democracia. En este capítulo de disidente también hizo escuela. Cuando uno de sus antiguos ayudantes le comentó hace poco que escribían artículos sobre el mismo tema con visiones muy diferentes, él lo celebró con ese pequeño tartamudeo que se gastaba en la intimidad: “E-eso, lo has aprendido de mí”.

La tarde del golpe de Estado, cogió todo el material de agencias, fotos incluidas, lo ordenó en carpetas, puso a la redacción en fila y fue pintando y encargando página a página todo el periódico. Una lección de maestría.

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