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Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Calés

LA extroversión gitana casa perfectamente con el espíritu de Mediaset. La falta de complejos que exalta ese barroquismo rupestre, en lo estético y sentimental, el orgullo por sentirse como son, tan peculiares y personales como estridentes, convirtieron a Palabra de gitano en un testimonio que traspasaba la mirada antropológica, del típico documental de La 2, para adentrarse en el docu-reality excesivo y vocinglero. La serie de La Competencia era un formato ideal para la Cuatro callejera, la que pone la cámara por delante y se relame con el exhibicionismo y el sensacionalismo telerreal. Entre la naturalidad y la caricatura median milímetros de interpretación. Y a muchos espectadores les fascina esa jaleada vanidad por la ignorancia.

Tras navegar al filo de las críticas indignadas sobre el tratamiento hacia los calés, con quejas de asociaciones romaníes, Palabra de gitano concluyó etapa con su dosis de curiosidad y su tajada de espectáculo. Era inevitable que en una posterior visita a las dinastías más jaraneras Cuatro apretara las tuercas y nos lo sirviera en esta nueva temporada titulada Gipsy Kings. El remate son los hermanos Salazar, los Chunguitos, libres de complejos y contenciones como les sucedió en la casa de Gran Hermano, expulsados por homófobos, aunque valían otros muchos motivos.

Entre Hermano mayor, Alaska y Mario y el Gandía Shore calé, las familias gitanas protagonistas abren las puertas con todo el desparpajo que llevan en el ADN. Ya sólo quedan ¿Quién quiere casarse con mi churumbel? y Adán y Eva por rumbas. Que todo se andará. Cuatro ha encontrado ahí un subgénero a todos sus programas de reportajes.

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