Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Da la cara, fascista

Se ha reeditado ‘La carta’, novela de Guerra Garrido, fundador del Foro de Ermua

Ese año ganó el Tour de Francia el alemán Jan Ulrich. Muchos de los ciclistas que corren la actual edición no habían nacido aquel verano de 1997 sacudido por la noticia de la aparición del cuerpo moribundo del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco. La savia nueva, incluidas las promesas del ciclismo español Juan Ayuso o Carlos Rodríguez, granadino de Almuñécar, son ciclistas del siglo XXI. La prueba este año ha empezado en el País Vasco, con todos los corredores ataviados con una boina vasca. Hoy se cumplen 26 años de un asesinato que cambió la percepción de muchos españoles sobre el terrorismo. Hubo compatriotas que empeñaron su vida, su prestigio en ello. Alianza Editorial ha reeditado en 2023 La carta, novela de Raúl Guerra Garrido. Una de las primeras escritas contra los crímenes de Eta. Un alegato contra una de sus herramientas más infames, el impuesto revolucionario. La pretendida inexistencia de Eta adentraría esta obra en el género de la ficción o como mucho de la remembranza histórica. Su reedición además de un acierto es la prueba más evidente de que esa inexistencia es una falacia. “Un Guerra Garrido en doloroso estado de gracia, entre Albert Camus y Joseph Conrad”, escribe Joaquín Pérez Azaústre. “Para mí, una de sus mejores novelas”, dice Fernando Aramburu, que después siguió su estela con títulos como Patria o Hijos de la fábula. “Lean La carta y luego entérense de las penalidades que padeció por esa lúcida novela”, escribe Fernando Savater. Porque Guerra Garrido fue miembro fundador del Foro de Ermua, municipio vizcaíno al que representaba el concejal del PP cuando lo asesinaron. En 1976, Guerra Garrido ganó el premio Nadal con la novela Lectura insólita de El Capital, en la que narra la angustia de un empresario secuestrado por la banda terrorista Eta. En La carta el lector se encuentra con el poema de Bertolt Brecht. “Primero vinieron los nazis y se llevaron a los judíos. / Naturalmente yo no protesté porque yo no era judío. / Después vinieron y se llevaron también a los comunistas. / Yo tampoco protesté porque yo tampoco era comunista. / Luego vinieron y nos llevaron a todos. / Entonces sí protesté. Pero ya era tarde”. Y tras el poema de Brecht, aclara el novelista: “Graffiti en una pared de Eibain, en vísperas de la manifestación del 18 de marzo. Amaneció tachado por enérgico trazo y con la siguiente nota a pie de autor: da la cara, fascista”.

Guerra Garrido era un hombre del norte. Nacido en Madrid, su infancia transcurre en el Bierzo (comarca a la que dedicó un bello libro de recuerdos, Cuaderno Secreto) y se afincó en San Sebastián, donde la farmacia familiar fue objeto de numerosos ataques, obligándole a cerrarla. Otra de sus novelas fue mi guía en un viaje a Copenhague con el Betis. Pese a ese perfil norteño, lo conocí en Granada en un congreso de escritores y coincidí con él en Huelva, donde fue jurado del festival de cine Iberoamericano. Murió en 2022, 25 años después del asesinato de Miguel Ángel Blanco. El crimen que noveló Javier Marías en Tomás Nevison. Los ciclistas han vuelto a coronar las cumbres alpinas y pirenaicas. Aquel año ganó Ulrich. Mis hijas eran muy pequeñas. Miguel Ángel nunca las tuvo.

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