Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

El Romancero de Bárbara Rey

El Cid y Al Mutamid comparten texto en el pedestal de la estatua ecuestre

El 14 de noviembre de 1968 moría don Ramón Menéndez Pidal. No recuerdo nada parecido con Carrero Blanco, asesinado cinco años después, pero mi memoria sí retuvo el mensaje en la pizarra: al día siguiente no había colegio por el fallecimiento del filólogo e historiador que descubrió y estudió tantos romances, que desmenuzó los entresijos del Poema del Mío Cid, hasta el punto de bautizar Jimena a una de sus hijas. Podrían haber escrito en la pizarra este otro mensaje: Bárbara Rey tiene 18 años. Pero con mis once primaveras en aquel año del mayo francés no tenía edad suficiente como para interpretar el segundo mensaje. O que con esa edad la actriz murciana había conseguido el título de Maja de Murcia, que por descarte de la ganadora del concurso nacional, Fina Román, por su decisión de casarse, le dio la opción de participar en el certamen de Miss Universo.

Bárbara Rey tenía 18 años y a don Ramón le faltaron cuatro meses para llegar al siglo. Cuatro meses menos que a Ramón Carande. Será la longevidad de los Ramones. Mi tío Ramón falleció el año pasado con noventa, los que cumplió el economista Ramón Tamames el pasado 1 de noviembre.

Ramón Menéndez Pidal había aceptado escribir el prólogo de El siglo XI en primera persona, lasmemorias de Abd Allah, último rey zirí de Granada destronado por los almorávides en 1090, traducidas conjuntamente por los arabistas E. Lévi-Provençal y Emilio García Gómez. Si don Ramón pertenecía por cosecha a la generación del 98, García Gómez, que se murió a cuatro días de cumplir los noventa, lo era del 27. Dicen que su amigo Federico García Lorca se inspiró para su Diván del Tamarit en Los poemas arabigoandaluces del arabista granadino, que suenan a disco de Lebrijano con la Orquesta de Tetuán. Los publicó en 1930, con 25 años, la edad con la que obtiene la cátedra de Lengua Arábiga de la Universidad de Granada. Los 25 años que tenía Bárbara Rey cuando unos días después de la muerte de Franco explota como estrella televisiva en la gala del Fin de Año que presentó con Ágata Lys y Paca Gabaldón, la Mary Francis del cine que estudió Periodismo en mi curso.

Al final, la prematura muerte de Lévi-Provençal en 1956 y la enfermedad de Ramón Menéndez Pidal, que muere el año que Bárbara Rey cumplía 18 años, dieron al traste con el prólogo para un libro del que junto al autor de las Memorias son actores fundamentales El Cid y Al Mutamid, unidos en el texto del pedestal de la estatua ecuestre de Rodrigo Díaz de Vivar que esculpió Anna Hyatt Huntington.

Hay un hecho histórico fundamental detrás de estas Memorias. Alfonso VI de León conquista Toledo en 1085. El desconcierto musulmán por esta plaza perdida hace que el noble castellano García Giménez tome el castillo de Aledo, hoy un pequeño municipio murciano. El sitio de Aledo hará que la gente baje de las montañas al valle y se desplace a un antiguo arrabal, Totana, villa a la que en 1918 el rey Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, le dio el título de ciudad. La cuna de Bárbara Rey, que fue presentada al monarca emérito por Adolfo Suárez en un acto de la UCD, partido político que parece de la época de los almorávides.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios