Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

“Yo me voy de Al-Andalus”

En las fotos del 28-F hay un punto de narcisismo y pureza de sangre andalucista

Fue el primer socialista que ganó unas elecciones en democracia después de la travesía por el desierto de cuarenta años de dictadura. No fue el único mérito de Rafael Escuredo (Estepa, 1944). Su partido, el PSOE, había asumido ese concepto leninista del centralismo democrático. Pese a la ascendencia sevillana de sus refundadores, el segundo presidente de la Junta después de Plácido (Escuredo fue el primero en ganar unas elecciones) rompió las costuras napoleónicas de un partido que mantenía las inercias de mirar demasiado al norte. Lo mismo hizo Manuel Clavero con la UCD, convirtiéndose en el primer ministro que presentó la dimisión, un rara avis en este país. Escuredo y Clavero retaron a sus respectivos partidos, dos de los pilares fundamentales de la Transición, para poner los intereses de un pueblo por encima de los de su organización. No querían que los andaluces fueran españoles de segunda.

Los periodistas que lo acompañamos en el otoño de 1982 en su viaje por las comarcas deprimidas de Andalucía pudimos comprobar su carisma y su predicamento. Con un equipo de gobierno en el que formaban una piña espectacular el académico Julio Rodríguez y el sabio ágrafo de Arahal Miguel Manaute. Cuatro largas décadas después ha hecho un viaje más deprimente. La nostalgia es traicionera y en política más. Un día después del 28-F, Escuredo fue la estrella de una exposición de fotos de Pablo Juliá titulada Valió la pena. La lucha de Andalucía por su Autonomía.

Nadie puede dudar del valor simbólico e histórico de esas imágenes. La España del 82 que perdió el Mundial y ganó el mundo. Pero hay en esa mirada retrospectiva un regusto de autocomplacencia y narcisismo: nosotros tenemos la pureza de sangre del andalucismo; los que ahora gobiernan Andalucía son unos intrusos que han dilapidado ese capital político. Quien se batió el cobre para que los andaluces no fueran españoles de segunda consagra que haya andaluces de segunda, aquellos que le dieron la mayoría absoluta a Moreno Bonilla. ¿Es que valen más unos votos que otros? En su discurso, Santiago Muñoz Machado, director de la Academia e hijo predilecto de Andalucía, dijo que el diccionario cuenta con ochocientos andalucismos. Nadie tiene la patente.

El proyecto de Pedro Sánchez pretende consagrar de nuevo la desigualdad entre españoles. Negociando de forma furtiva, contra los dictámenes jurídicos y en el extranjero. La paradoja es que quienes aplauden esta exposición del 29-F (cumpleaños del presidente del Gobierno) legitiman esa estulticia. En su introducción a El siglo XI en primera persona, las Memorias de Abd Allah, último rey zirí de Granada, el arabista Emilio García Gómez ofrece el testimonio de Zawi ibn Ziri, que consciente de su inferioridad ante sus adversarios le dice a su gente: “Yo me voy de Al-Andalus; el que me obedezca que me siga”. Embarcó en Almuñécar, no le siguió casi nadie y al llegar a África le envenenaron.

El que le obedezca que le siga. Hay sueños que vuelven como pesadillas. Escuredo lo sabe porque escribe novelas. La nostalgia del futuro es hermosa. La del pasado, una losa. No perdamos otra vez el Mundial.

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