Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Del Cabo de Gata hasta Finisterre

Ninguneaban al delfín de Feijóo, y resulta que Alfonso Rueda era un tiburón

Lo que ha pasado en Galicia ha sido una lección de realismo y contención al periodismo hooligan. Han perdido las estridencias y toda su trompetería. Una España gallega sería un bálsamo, y no de Fierabrás precisamente: sin representación de Voz, de Sumar ni de Podemos. Los analistas han ido por un sitio y los electores por otro. Eso explica que tenga más predicamento Fraga Iribarne que Pablo Iglesias Posse, el fundador del Partido Socialista, hasta el punto de que los correligionarios y herederos del primero han cuadruplicado en escaños a los del segundo, el tipógrafo ferrolano.

El resultado final parece un homenaje medio siglo después a una de las obras maestras de los hermanos Taviani, Paolo y Vittorio. Me impresionó Allosanfan cuando la vi en el cine, protagonizada por Marcello Mastroianni y con música de Ennio Morricone. Una sociedad de Carbonarios que sueñan con cambiar el mundo se quedan solos, sin el apoyo si quiera de los suyos más próximos. La revolución devora siempre a los revolucionarios.

Para ningunear a Feijóo, se ninguneó a su delfín, nadie imaginaba que iba a resultar un tiburón. El presidente cada vez está más aislado en la Moncloa, ese hermoso espacio glosado por Valle-Inclán en Luces de bohemia. El esperpento sí lo domina, para qué negarlo. Es Pedro Ensánchez: sus adversarios ya están acostumbrados a la capacidad de este político para sublimar las derrotas y convertirlas en victorias. Habla de falta de liderazgo territorial quien no ha empatado con nadie, aunque cuantos menos votos saca más aliados obtiene en su particular mercado persa de Jerjes o Artajerjes. Su gobierno va deviniendo en condado de Treviño, porque la única comunidad donde gobierna con mayoría absoluta, único peaje en una península demediada, es Castilla-La Mancha, donde mora el único que le canta las cuarenta, García-Page, tocayo de Zapata, alejado de Zapatero.

Como la realidad imita al arte, siguiendo a Oscar Wilde, el PSOE pierde la caseta de la Feria de Abril y a renglón seguido se queda sin reconquistar el Palacio de Rajoy, sede compostelana de la Xunta de Galicia. Algunos empezarán a verle las orejas al lobo. Ha resultado premonitorio el título que le puse a la presentación de Alfonso Guerra en el foro de la fundación Sargadelos de Ribadeo: Alfonsos norteños conquistan el Sur. Uno se refería a Alfonso VIII, Alfonso IX y Alfonso X, abuelo, padre e hijo respectivamente de Fernando III. Este Alfonso Rueda empieza a rodar sin padrinazgo ni tutela.

Una Galicia sin Vox, sin Sumar, sin Podemos. Y con Democracia Orensana. La única provincia gallega sin salida al mar ha encontrado una ría para llegar al Parlamento. La capital mundial de la moda (Adolfo Domínguez, Roberto Verino), con paraísos como Carballino, donde veraneábamos en mis años gallegos, bañado por un río, el Arenteiro, que le da nombre al equipo de fútbol local. Pedro Sánchez gobierna en su vórtice mientras comprueba cómo el mapa del PP coincide con el de la canción de Pepe da Rosa: “Del cabo de Gata hasta Finisterre hay que ver la gente cómo está con J.R.” O con el J.B. de Torrente Ballester, paisano de Pablo Iglesias.

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