España y la guerra

El Ejército español participa en unas maniobras de la OTAN en Letonia con fuego real, una actividad habitual que es noticia por la tensión con Rusia respecto a Ucrania.

España y la guerra
España y la guerra / Kiko Delgado (Efe)

30 de enero 2022 - 06:00

EL Ejército español participa estos días en unas maniobras de la OTAN en Letonia, cerca de la frontera rusa, con fuego real. Se trata de una actividad habitual en el seno de la Alianza Atlántica y no tendría por tanto que ser noticia, pero lo es: la tensión entre Rusia, EEUU y la OTAN no remite a pesar de los esfuerzos diplomáticos, y hay peligro de confrontación bélica.

El Gobierno de Pedro Sánchez, en estos momentos del preocupación internacional por el empeño de Putin de anexionarse una parte de Ucrania, ha decidido respetar su compromiso con la OTAN, organización a la que pertenece España desde el año 1982, y que tiene como prioridad garantizar la seguridad de todos los países miembros. Ucrania no lo es, el temor de Putin es que llegue a serlo -una de las condiciones que exige para evitar la escalada es que la OTAN garantice que nunca acogerá a Ucrania como miembro- pero sí lo son los países bálticos y varios más que en el pasado han pertenecido al área de influencia de la URSS, como Polonia y República Checa, entre otros. Suecia y Finlandia, que no lo son, en los últimos días han hecho aproximación a la OTAN, un intento de colocarse en un futuro bajo su paraguas protector, que podría ser indispensable por su proximidad geográfica con Rusia.

Es significativo que una de las personas con las que Pedro Sánchez ha tenido más interés en hablar estos días es precisamente el secretario general de la OTAN, aunque el presidente español se encuentra en una situación de precariedad en este asunto que hoy protagoniza la actualidad internacional porque el pacto de Gobierno con Podemos impide que Joe Biden -figura fundamental en este complicado puzzle- quiera conversar con Sánchez. Si lo hace -tendrá que encontrarse con él en la cumbre de la OTAN que se celebrará en España el mes de junio- en ningún caso pretenderá no compartir información delicada con nadie que forme parte del Gobierno español por temor a que llegue a Putin.

El presidente ruso, es una de las razones también por la que es tan preocupante la situación, no sólo cuenta con profesionales expertos en ciberseguridad, que es el campo en el que se decidirá esta contienda que puede ser bélica pero sobre se desarrollará en el campo político, energético y estratégico, sino que cuenta con una red de informadores de máximo nivel en organismos con gran capacidad de decisión. No es ningún secreto que la compra de voluntades ha sido siempre una fórmula que Rusia, como antes la URSS, ha utilizado ampliamente. A ella dedica un gran presupuesto, y gracias a esa política de compra de información y voluntades ha conseguido incluso cambiar y promover Gobiernos. Lo sabe bien Hillary Clinton, lo saben dirigentes latinoamericanos que no han podido romper el muro con el que Rusia protegía a sus candidatos, y lo saben dirigentes africanos, donde Rusia comparte área de influencia con China, aunque en ese continente es China la que mueve países enteros, mientras Putin lo hace en Latinoamérica.

Poli bueno y poli malo

En la UE es vox populi que Rusia se ha acercado, a veces con éxito, a altos funcionarios y a periodistas. Los servicios de inteligencia occidentales intercambian importante información en ese sentido, conscientes del peligro que supone esa red que de la misma manera que difunde noticias interesadas también facilita a Rusia noticias que fortalecen a Putin.

En España hace tiempo que el CNI investiga las conexiones entre Putin y los independentistas catalanes, sobre todo los próximos a Puigdemont, y aunque se han publicado algunos datos en ese sentido, el CNI ni confirma ni desmiente. Lo que conoce y tiene contrastado lo traslada directamente a la jefatura del Estado, el Rey, y al Gobierno, al presidente y a la ministra de Defensa. Pero todo esto, el uso de la información, tiene una relación muy estrecha con el conflicto que se vive estos días en Ucrania y el temor a una guerra.

Putin no la descarta, le gusta amenazar con las consecuencias de que la OTAN, EEUU y en menor grado la UE no se avengan a sus exigencias. Su ministro de Asuntos Exteriores Lavrov, que con Putin se ha repartido el papel de poli malo y poli bueno, ha declarado en cambio que Rusia no contempla una guerra como consecuencia de la tensión en la frontera de Ucrania.

España ha enviado la fragata Blas de Lezo hacia el Mar Negro, donde se encuentra Crimea con su importante base de Sebastopol y ciudades emblemáticas para Rusia como Odesa y Yalta. Podemos no ha dudado ni un minuto en pronunciarse en contra -Yolanda Díaz ha permanecido en silencio- y los socios más de izquierdas del Gobierno han exigido una aprobación previa del Parlamento. El PP en cambio desde el primer momento apoyó al Gobierno, y Pablo Casado incluso se lo ha traslado personalmente a Pedro Sánchez, al que por primera vez decidió llamar después de meses sin diálogo porque el presidente no demuestra el menor interés en comunicarse con el líder de la oposición.

No es necesaria la aprobación parlamentaria para el envío de la Blas de Lezo, aunque sí sería obligada en caso de declaración de guerra. España participa en varias operaciones militares en el extranjero, todas ellas con el visto bueno del Parlamento, y esas operaciones se renuevan y actualizan cada año. La fragata ya formaba parte de una operación, aprobada, lo único que se ha hecho ha sido adelantar unos días su presencia en el Mediterráneo y Mar Negro a raíz de la escalada de la tensión.

Un peligroso campo de la ciberseguridad

El escenario que contempla el Gobierno español se centra en la ciberseguridad más que en una guerra convencional. Entre otras razones porque una guerra convencional tendría que iniciarse en cuestión de días, ya que en pocas semanas comienza el deshielo en la zona donde están apostados los cien mil soldados rusos y su material bélico, y sería imposible movilizarse en un inmenso barrizal.

La ciberguerra puede ser tan peligrosa como la convencional, desde el punto de vista económico y social, aunque no haya bombardeos indiscriminados y conquista de pueblos disparando a discreción. Todo el sistema militar funciona hoy a través de ordenadores, desde las instrucciones hasta las órdenes de los superiores, desde el cálculo de las trayectorias para alcanzar determinados objetivos hasta la distribución de los suministros. Estos incluyen suministro alimentario, atención sanitaria, electricidad, reparto de personal… Un ataque cibernético puede cambiar órdenes si logra introducirse en un sistema informático militar, desbaratar un Ejército perfectamente preparado y abastecido e incluso echar abajo un país si se bloquea por ejemplo el suministro energético. El de Alemania depende en gran parte de Rusia y el de Francia y algunos países como Holanda y Bélgica también están condicionado, aunque menos que Alemania, por el gas ruso. Una confrontación con Rusia puede convertir a Europa en un continente en absoluta precariedad.

El futuro depende en gran parte del abastecimiento energético y en España tenemos un ejemplo: dependemos del gas que nos suministra Argelia. Eso significa que si cambiamos nuestra actitud respecto al Sahara y reconocemos que forma parte de Marruecos, como pretende Mohamed VI, Argelia nos corta el grifo.

Hay que esperar. Hasta ahora la guerra es verbal, de amenazas y exigencias, guerra de despachos y reuniones presenciales y virtuales. Pero el tiempo corre deprisa para Moscú, que quiere llegar a algún tipo de acuerdo sobre Ucrania antes de que llegue el deshielo que imposibilite la guerra convencional en el Donbás, las provincias del Este ucraniano invadidas por Rusia.

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