gumersindo Ruiz

Leo Tindemans y la construcción de Europa

No era un idealista, sino una persona con una sólida formación económica y Europa sólo tenía sentido para él desde el federalismo

HACE unos días moría, a los 92 años, el político belga Leopoldo Tindemans, primer ministro de Bélgica entre 1974 y 1978, período en que pareció haber conseguido remediar las divisiones de su país. Este mismo principio de superación de diferencias territoriales, culturales e idiomáticas, exageradas de manera oportunista por los propios líderes políticos, le llevaba a plantear las discusiones sobre los principios que unían a los pueblos de Europa, y lo que podía conseguirse avanzando juntos. Pero Tindemans no era un idealista, sino una persona con una sólida formación económica, amplia experiencia política -ya en 1958 lideraba el partido demócrata cristiano en Flandes- e intensas relaciones internacionales. Su éxito personal en la política llegó al punto de conseguir casi un millón de votos en la elección de 1979 al Parlamento Europeo, algo que jamás se había dado en Bélgica.

Leo Tindemans es conocido por el Informe sobre la Unión Europea que lleva su nombre. Para comprender el alcance del Informe tenemos que pensar cómo estábamos hace treinta y nueve años, a finales de diciembre de 1975, cuando incluso normas elementales democráticas y de derechos humanos no eran comunes a Europa. Con esta perspectiva, resulta emocionante repasar la carta que abría el Informe y que Tindemans dirigía a sus colegas del Consejo Europeo, en la que trataba de responder a la pregunta sobre el significado del término Unión Europea. Había hablado con mucha gente, del Parlamento, de la Comisión, de la Corte de Justicia, con los gobiernos y los partidos, y se encontró -son sus palabras- con una contradicción. Por una parte, los países pasaban por una grave crisis, sin que las instituciones y los gobiernos europeos supieran como contrarrestar los efectos de la depresión económica y el desempleo. Pero, por otra parte, decía Tindemans: "Casi todo el mundo con quien hablo no imagina un futuro mejor para su país que el que ofrece la construcción europea".

A partir de esta situación que -salvando todos los avances impensables que se han dado en la integración europea-, inevitablemente relacionamos con lo que está ocurriendo ahora, la carta toca el punto sensible de la cuestión, que era y es la voluntad política de establecer una genuina Unión, que solucione los problemas del día a día de los ciudadanos a nivel europeo. Porque las cuestiones que apuntaba Tindemans eran y son políticas, y Europa sólo tenía sentido para él desde el federalismo, como forma de abordar las diferencias que abre la crisis entre los países y las regiones. Una y otra vez repetía que la Unión Europea sólo servía si se hacía sentir en la vida diaria de la gente, con un planteamiento no técnico, sino solidario y humanista.

Hace pocos días moría también, a la edad de 107 años, Emmanuel Kriaras, investigador del lenguaje y crítico literario; estaba afiliado al Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok), pero su activismo político se relacionaba con el lenguaje como herramienta para la lucha democrática. El nacionalismo conservador griego defendía un lenguaje arcaico que era la lengua oficial del país, hasta que Kriaras demostró que el lenguaje popular, más simple y fácil para la comunicación, era tan rico culturalmente como el otro. Este nuevo lenguaje se hizo oficial con la llegada de la democracia en 1974, el mismo año en que Tindemans empezaba a confeccionar su Informe. Sobre la actual crisis griega Emmnuel Kriaras manifestó que los políticos eran sin duda responsables de la misma, pero que la política se hace entre todos, y entre todos hay que enderezarla. Este mismo sentimiento de la necesidad de respuestas colectivas está presente en el trabajo de Leo Tindemans, cuando dice que la construcción de Europa no es sólo una forma de colaboración entre estados sino una unión de pueblos que desean progresar juntos, adaptándose a los cambios del mundo y preservando sus valores comunes. Leyendo a estas dos personalidades tan dispares, pero ambas con un sentido profundo del progreso, no reconocemos a los políticos conservadores europeos actuales, ni entendemos adonde ha ido a parar un país como Grecia. Y tampoco los pasos vacilantes de la Unión Europea, en una interminable discusión entre gobiernos, que sólo actúan por lo que piensan que piensan sus votantes. Quería terminar con una nota de optimismo, pero debe ser triste a estas edades a que llegaron Emmanuel Kriaras y Leopoldo Tindemans, y después de haber visto en algún momento de sus vidas el avance de Europa, dejar la vida en este páramo de falta de miras, propósito y capacidad política en que nos encontramos.

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