Llevar el dique a pique

La conflictividad radical ya ha provocado cancelaciones de contratos y despidos para el sector naval de Cádiz

Protesta de la industria naval auxiliar de Cádiz.

Protesta de la industria naval auxiliar de Cádiz. / Lourdes de Vicente

PARA quienes hemos nacido en Cádiz ir al dique es sinónimo de trabajar en los astilleros. Yo pasé mi infancia en una casa en la que la vista a la Bahía tiene en primer plano los diques gaditanos. Desde las ventanas, en los primeros años ochenta, veía de niño los enfrentamientos entre los trabajadores que rechazaban una reconversión industrial salvaje del primer Gobierno socialista y la Policía, que cumplía con su obligación de mantener el orden público.

Años después vi, ya como profesional de la información, el asalto a la sede del PSOE cuando en los años 90 hubo otro intento de cerrar la factoría naval de Cádiz. (Algunos de los encapuchados de 1995, las vueltas que da la vida, estaban en la órbita del gobierno municipal que los electores desalojaron el pasado 28-M).

En los últimos años esas imágenes de conflictividad extrema se han repetido, pese a que la justificación del desmantelamiento de la industria naval gaditana entonces estaba probablemente justificada y ahora no.

Pasó, sin irse muy lejos, en la última huelga del metal de la provincia de Cádiz del año 2021.

La radicalidad y la conflictividad, y más si es injustificada, tiene un efecto inmediato: ahuyenta al armador y señala al astillero como un lugar donde no encargar la faena. Es justo lo que acaba de pasar en Cádiz esta semana. Tres contratos de reparaciones para el mismo número de buques se han cancelado y han tirado por tierra las previsiones de plena ocupación que había en los diques gaditanos hasta el otoño.

La pérdida de carga de trabajo y la huelga que se ha convocado ha provocado además el despido de 90 trabajadores.

El despropósito es mayor si uno piensa en que la dirección de Navantia y su comité de empresa han tenido que salir a decir juntos en un comunicado que la huelga no está justificada y que causa un tremendo perjuicio para una industria naval que ha sabido, en el caso de la factoría capitalina, especializarse en reparación y transformación de buques.

El llamamiento a la Coordinadora de Trabajadores del Metal, el sindicato minoritario que está detrás de la convocatoria huelguista, está más que justificado.

Hoy tendrán una nueva oportunidad de intentar un acuerdo en el Sercla. Ojalá acabe con el paro desconvocado, pero el daño ya está hecho. Y costará repararlo.

Andalucía y Cádiz tienen una tasa de paro que es aún insoportable y unirla con una imagen de conflictividad social violenta es una imprudencia que sólo puede llevar a pique al dique.

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