Bomba de racimo

Con la amnistía, Pedro Sánchez pone la piedra angular de la legislatura, pero sólo se sostendrá si contiene la gangrena de la corrupción

Bomba de racimo

Bomba de racimo / Departamento de Diseño.

SI alguien en el PP pensaba que la extrema debilidad del Gobierno de Pedro Sánchez provocaría su caída a corto plazo, es que en ese partido no aprendieron nada de la errática gestión de las expectativas que le llevó a ganar las elecciones de julio con un resultado insuficiente para gobernar. La consumación, ayer en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados, de la absoluta postración de los socialistas ante Carles Puigdemont y sus exigencias era el único resultado posible, vista la trayectoria de cesiones y traición a los principios desde que la aritmética electoral le dejó claro a Sánchez que para seguir de presidente del Gobierno estaba al albur de la voluntad del prófugo.  

El episodio de corrupción por los contratos de emergencia de material sanitario para hacer frente a la pandemia en administraciones socialistas, el mal llamado caso Koldo, es una bomba de racimo para el PSOE cuya expansión no ha terminado, pero, a día de hoy, apenas ampliaba la baza de Junts para que Sánchez y todos sus ministros se desdijesen de que el texto era “robusto” y no podía modificarse sin conculcar la Constitución y el Derecho comunitario europeo. Es justo lo que ha ocurrido, Sánchez se postra rostro en tierra para ejercer el sacerdocio del evangelio independentista: es España quien pide perdón a los sediciosos y asume que la aplicación de la ley por los tribunales de Justicia es la expresión de un Estado represor. Duelen los ojos al escribirlo. 

Con la amnistía sólo pendiente de que se cumplan los trámites –incluyendo la humillación a la Corona de que Felipe VI sancione la ley cumpliendo su obligación– hasta que se publique en el BOE, tarde más o tarde menos, Sánchez consigue colocar la piedra angular sobre la que sostener la legislatura. Cederá lo que haya que ceder para tener presupuestos y aguantar dos años, quizás hasta tres, en el poder. 

No será un camino de rosas. Más bien lo será de cabras. Tendrá que superar las consecuencias para su frágil mayoría de las inminentes elecciones vascas, de una probable derrota en las europeas de junio y de las votaciones a la Generalitat catalana, sean este año o el próximo.  Seguirán los chantajes y las cesiones a quienes anhelan la independencia de Cataluña, País Vasco y Galicia, los mismos que desmienten que todo se hace para lograr la reconciliación.  

Y sobre todo tendrá que contener la gangrena corrupta que infecta ya a Ábalos, Armengol, Torres, Grande-Marlaska o Illa. ¿Alguien más? Porque si cae este Gobierno será por justicia poética, porque trajo la corrupción que dijo venir a limpiar en la moción de censura que le abrió las puertas del poder. 

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