La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Asunción es la aldea de los galos contra el turismo invasor
No tener casa mata es el lema proclamado por asociaciones y organismos de ayuda a marginados en campañas de sensibilización ante la grave situación en la que se encuentran los ochocientos mil europeos sin hogar, la mayoría de los cuales duermen a la intemperie, pues los confinamientos y otras medidas restrictivas han multiplicado el número de desarraigados sociales. Cuidadores que asistían a ancianos o enfermos dependientes han visto desaparecer su trabajo, y lo mismo sucede en otros sectores precarios: empleadas de hogar, venta ambulante, aparcacoches, mercadillos, migrantes... En Sevilla, donde se estima que las pernoctaciones hoteleras se reducen este año en más de cinco millones de viajeros y donde la dependencia turística se acerca a los dos tercios de su economía, unas tres mil personas viven en la calle a pesar de existir cuatro albergues, cinco comedores y seis centros de día.
El nuevo orden social de paro, pobreza y menoscabo de la atención médica ha inoculado en los mendigos mayores dosis de enfermedades crónicas, un galopante deterioro de la salud mental y un aumento exacerbado de los suicidios. En este siniestro contexto, velado en medios de comunicación, los sin techo son especialmente vulnerables al verse limitado el acceso a la higiene por la reducción de plazas en entidades de beneficencia, el cierre de baños públicos o la imposibilidad de utilizar aseos en bares y restaurantes; y numerosos albergues han decidido entregar paquetes de alimentos a sus puertas, clausurando los comedores o usándolos con severas restricciones por los rigurosos protocolos de seguridad. Familias enteras solicitan caridad y presentan una alta probabilidad de muerte prematura al descender de forma notable la esperanza de vida de marginados y desarrapados. Según diversas investigaciones, casi la cuarta parte de la población europea se encuentra en condiciones de pobreza y un tercio en su umbral...
Es indudable que ha de combatirse el nuevo virus, pero es necesario recordar el principio médico atribuido a Hipócrates de primum non nocere, -primero no hacer daño-, que debería ser la guía en cualquier proceso ponderado de salud pública, pues acciones globales desmesuradas en la praxis médica pueden originar graves daños a muchos por atender solo a una parte. Estos malignos efectos son palpables en los nuevos apestados o excluidos de las adoradas bondades del Estado del Bienestar, el cual ha de buscar sus objetivos más nobles bajando la mirada al suelo, a las cloacas de la sociedad, donde sobreviven en la indigencia seres humanos sin esperanzas, sin existencia real, sin ilusiones, sin impulso vital.
"Crece en la plaza en sombra/ el musgo, y en la piedra vieja y santa/ de la iglesia. En el atrio hay un mendigo.../ Más vieja que la iglesia tiene el alma./.../ Su mano seca entre la rota capa./ Con las órbitas huecas de sus ojos/ ha visto cómo pasan/ las blancas sombras en los claros días,/ las blancas sombras de las horas santas." (Antonio Machado).
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