Acción de gracias

Normunds

Encarnas en esa imagen una estación proclive a la esperanza. Pero en tu historia te arrebatan el futuro

No sé cómo se les habla a los muertos, pero hoy quiero invocarte, como si la palabra dedicada a los que se fueron, su recuerdo, os mantuviera vivos de algún modo. Llevo toda la semana observando tu foto: eres -permíteme que te hable en presente, porque quiero pensar que sigues aquí- un hombre joven, en medio de un campo, y agarras un ramo de flores. Encarnas en esa imagen el verano, o la primavera, una de esas estaciones afines a la vida, un tiempo proclive a la esperanza. Pero en tu historia te arrebatan el futuro, la belleza. Dicen las noticias que te llamas Normunds Kindzulis, natural de Letonia, que tienes 29 años y trabajas en la sanidad. Y añaden un dato desgarrador: que te han quemado vivo porque un día decidiste reivindicar lo que eras, amar sin miedo ni vergüenza. Eso cuentan. Ataque homófobo, lo llaman, pero esas dos simples palabras esconden un odio tan combustible como la gasolina que utilizaron. No quiero ser morboso al contar lo que te hicieron, Normunds, pero tampoco me gustaría pasar de puntillas por la brutalidad con la que te trataron. Me cuesta entender que tu corazón de muchacho fuera una amenaza para alguien. Al verte, en ese campo, con esas flores, lo lógico sería celebrarte.

Sé que no es consuelo, Normunds, pero desde que supe de tu asesinato te has instalado en mi pensamiento, sé que también en el de mucha otra gente. Por eso te escribo hoy, para decírtelo, aunque no sepa hablar con los muertos, pero quería contarte también algo que me ocurrió el otro día que hizo que, de nuevo, me acordara de ti. Mi hermana me mandó un audio en el que su nieto recitaba unos versos de García Lorca. Imagino que lo conocerías, porque fue un poeta y dramaturgo maravilloso cuya obra traspasó las fronteras, y porque él, como tú, sufrió la intolerancia más salvaje: tras su fusilamiento en la Guerra Civil hubo quien presumió de haberle dado "dos tiros en el culo por maricón". Cuando mi hermana me envió aquel mensaje no sospechaba la emoción con la que lo recibiría, pero tras oír a aquel niño recitando ese poemita algo se quebró. "El lagarto está llorando. / La lagarta está llorando. / El lagarto y la lagarta con delantalitos blancos. / Han perdido sin querer su anillo de desposados". Recordé entonces -mi cabeza es un poco anárquica, debo advertírtelo, y mezcla las referencias sin mucho criterio- una escena de una serie española, El Ministerio del Tiempo, en la que Lorca viajaba al futuro y oía a un cantaor, Camarón de la Isla, entonar unos versos suyos. "Tanto tiempo después España se acuerda de mí. Entonces he ganado yo, ellos no", aseguraba el poeta en aquella ficción. Los que quedamos aquí, Normunds, trabajaremos para que venzan el amor y la belleza. Te lo prometemos.

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